Si el Betis hubiera pinchado ayer, y podía haber sucedido porque enfrente estuvo un equipo inferior pero con el agua al cuello y con el inquietante fantasma del descenso acechándole con cruel tenacidad, nadie habría podido sentirse con el derecho a levantar la voz para reprocharle algo a este equipo de profesionales que ha rematado un final de Liga memorable, inolvidable. Se empató en Mallorca, se logró el objetivo y el conjunto bético participará en la próxima edición de la Liga de Campeones, mas si no hubiera sido así porque las cosas hubieran salido mal en la cita apasionante y angustiosa de Son Moix, sólo habría que recordar que cuando perdió en casa con la Real Sociedad, este Betis estaba muerto y casi nadie daba un duro por él. Y habría que pensar que con 64 puntos, con 62 ó 61, la temporada habría sido igual de buena porque tan importante como el triunfo de ayer fue, por ejemplo, el que se consiguió en los albores del último otoño ante el Athletic de Bilbao, en el Ruiz de Lopera y después de un arranque liguero decepcionante del cuadro albiverde. Que quede escrito todo esto porque el Real Betis de Lorenzo Serra, parte II, no ha seguido durante el Campeonato un guión escrito con anterioridad, épico, fantástico y con final feliz, sino que se ha labrado el éxito partido a partido, semana a semana, trabajando el músculo, la mente y el espíritu y fajándose en el cuerpo a cuerpo con los otros 19 equipos de Primera con tanta dignidad como fe y ambición, y si hoy, lunes 30 de mayo de 2005, el beticismo está aún más orgulloso de serlo y vive una sensación que nunca había tenido la ocasión de disfrutar, no lo olviden, es porque la plantilla que ha entrenado desde el 15 de julio de 2004 el inescrutable Lorenzo Serra Ferrer se ha ganado a sangre y fuego el reconocimiento que hoy tiene y que la tabla clasificatoria, que ésta ya no la cambia nadie, va a recordar para siempre en los dinámicos, en las hemerotecas y en miles de enlaces de internet.

Con Serra recién llegado volvió un día el Betis de Burgos con el ascenso en el bolsillo y el nervio a flor de piel por la proeza firmada y rubricada tan lejos de su casa y de su gente. Con Serra volvió el Betis del Bernabéu sólo un año más tarde con el tercer puesto de la Liga en las alforjas después de vencer al gigante blanco a domicilio para rematar un año mágico, el del regreso arrollador e impresionante a la máxima categoría tras un purgatorio insufrible en Segunda que duró tres años penosos. Estamos en 1995. Con Serra volvió el Betis a Sevilla con el honor de haberle ganado al Kaiserslautern en su campo infernal. Y con Serra, con Lorenzo Serra siempre al frente, volvió el Betis a Sevilla después de haber logrado el pase a la final de la Copa del Rey empatando en Balaídos en un partido que en Vigo se habían encargado de calentar hasta límites casi desconocidos en el fútbol nacional, y no exagero.

Hubo otros regresos a Sevilla, vía San Pablo, vía Santa Justa. Sí, volvió de Madrid sin la Copa del Rey, pero miles de béticos esperaron a los guerreros en la estación de ferrocarriles para brindarles uno de los homenajes más emocionantes que se recuerdan en esta ciudad por una gesta espectacular, cual fue jugarle al Barcelona de tú a tú hasta merecer el triunfo tanto como él. Desde que Serra se fue, en 1997, los años han pasado con más pena que gloria y no hace falta recordar mucho más, tan sólo el regreso a casa del equipo desde Jaén, donde se certificó un ascenso sufrido que Lopera, me temo, no olvidará nunca.

Así, la cosa va de desplazamientos en los que el Betis se juega el todo o nada. Parece su sino desde hace once años, aunque mucho más con Lorenzo en el banquillo, claro está, que sin él no hubo mucho con lo que soñar. Ya hace unas semanas tuvo que irse a Bilbao para dejarse sentir por la gente de la «catedral» y volverse a Sevilla con el ego inflado y el billete para otra final entre los dientes. Y ayer tocó Palma de Mallorca, la tierra y la casa del líder bético. ¡Qué contrariedad!. Cuando uno se lo cree, empero, cuando uno se siente capaz y hasta poderoso, todo es posible. Cuando hay fuerza en la cabeza se alimenta el crecimiento imparable de la ilusión en el corazón, y esto es decisivo cuando falta la fuerza en el corazón que haga que crezca la ilusión en la cabeza. Empató el Betis y le bastó. Además de trabajar, tuvo suerte.

Los de Nervión
Por otro lado, el eterno rival pinchó con el Málaga, que volvió a ser gafe para el Sevilla -que no le vence en su estadio en las cinco confrontaciones en Primera- y con su victoria (0-2) desvaneció las opciones sevillistas de jugar la Liga de Campeones.

La trascendencia de los puntos en litigio hizo que el Sevilla jugase más apresurado, consciente de que sólo el triunfo le reforzaría sus opciones de estar en el cuarteto de la Liga de Campeones, ante un Málaga muy sereno y con una casi perfecta disposición sobre la cancha, aunque su bagaje ofensivo fue demasiado inocuo ante Notario.

Las ocasiones más claras estuvieron de parte del Sevilla, como las protagonizadas por el brasileño Julio Baptista (m.3), con llegada ante Arnau que desvió providencialmente, del uruguayo Darío Silva (m.10), tras jugada de Jesús Navas, con balonazo al lateral de la red.

La réplica del Málaga la protagonizo Duda, en lanzamiento de una falta que no encontró rematador ni alguien que despejara, que obligó a Notario a desviar a córner.

Volvió a tener Darío Silva la ocasión de marcar (m.32), tras contragolpe sevillista -tras cesión del brasileño Adriano-, pero ante Arnau mandó por encima del travesaño.

El uruguayo y el brasileño Baptista, éste ya en el ocaso del primer periodo, pudieron dar la tranquilidad al Sevilla, pero sus ocasiones se fueron al limbo.

Baptista (m.55), en el lanzamiento de una falta, dispuso de la primera ocasión clara en el segundo periodo, pero mandó el balón por encima del travesaño.

El técnico Joaquín Caparrós se jugó la baza de dos nuevos atacantes: Makukula y Antoñito, y el Sevilla arreció en sus ataques ante Málaga que fue un yunque que soportó los acosos sevillistas.

Perdonó mucho el Sevilla, como en ocasiones de Antoñito, de tacón, con despeje de Arnau, y otra del delantero del Polígono, que erró a dos metros de la portería de Arnau, mientras que no lo hizo así el Málaga, porque Duda, en lanzamiento de falta (m,75), puso grilletes a las ilusiones de los de Caparrós.

Tras unos minutos de desconcierto, el Sevilla sacó fuerzas de flaqueza para poner nuevamente cerco al marco malagueño, pero cada vez con menos convicción hasta el punto de que el segundo gol de los malagueños, obra del brasileño Fernando Baiano, llegó con toda la defensa del Sevilla desguarnecida.