De huracán a tormenta tropical. Con esta terminología meteorológica podríamos definir la situación en la que se encuentra actualmente la crisis de las hipotecas subprime o de alto riesgo (hipotecas basura) que se produjo a principios del mes de agosto en la economía norteamericana. Durante los últimos cuatro meses hemos asistido a un intenso proceso de ramificación de la crisis tanto en el interior de la economía norteamericana como hacia el exterior, en concreto, hacia el sistema financiero mundial. El rápido repunte de la morosidad de esta tipología de hipotecas ha provocado un aumento del riesgo del crédito y su transmisión desde las entidades financieras a otros inversores y hacia las bolsas.

La principal incógnita a la que se enfrenta el sistema financiero internacional es la duración actual de la crisis hipotecaria. No cabe duda que las incertidumbres generadas impiden dar respuestas concluyentes. El propio secretario del Tesoro norteamericano (equivalente a nuestro ministro de Economía), Henry Paulson, el presidente de la Reserva Federal (equivalente al Banco Central Europeo) Ben Bernanke y el presidente del Fondo Monetario Internacional (FMI), Rodrigo Rato, han afirmado que la crisis financiera será larga debido a que un segmento del mercado financiero debe de purgar las imprudencias en las que han incurrido y esta no es una tarea fácil. Y el problema de fondo, que es la crisis inmobiliaria, subsiste. Ante este escenario, los últimos meses del año nos darán las pautas para determinar si efectivamente  hemos asistido a una atípica crisis de liquidez (lo más probable), o si por el contrario esta situación ha dado lugar a un deterioro de la solvencia y, en última instancia, a una (poco probable) restricción en la concesión de créditos, que tendría importantes consecuencias en la economía real. Por otra parte, la gran banca mundial (Citigroup, Bank of América, JP Morga Chase y HSBC) trata de dar confianza al mercado tratando de crea un fondo de más de 75.000 millones de dólares para adquirir activos de riesgos en el sector hipotecario y otras industrias para aliviar la presión sobre los mercados de créditos

Esta crisis hipotecaria también está afectando al sector inmobiliario español y a su economía. Los problemas de España, como el de los EE.UU, empiezan en casa, en los precios de la vivienda, que han subido aún más deprisa que en EE.UU doblándose en los últimos cinco años y casi triplicándose en los últimos diez. Pero ahora los precios han empezado a bajar. Esto parece el principio del problema aunque la economía española en conjunto sigue creciendo al 4% anual, como lo ha puesto de manifiesto los últimos informes del Banco de España y la Comisión Europea.

El alza de precios se basó en los tipos de interés real negativo. Hace dos años, el crecimiento y los índices de inflación en España estaban en el 3%, mientras que el tipo de interés, establecido por el Banco Central Europeo (BCE) era del 2%. Con un tipo de interés real negativo, pedir préstamos es una forma de hacer dinero. Es como si el BCE hubiera invitado a los españoles a pedir créditos. Los españoles aceptaron con entusiasmo la invitación, metiendo dinero en ladrillos: nuevas urbanizaciones alrededor de todas las ciudades y aún más hoteles y segundas viviendas en la costa con la complacencia de la mayoría de los ayuntamientos. España ha sido el país de la UE donde más viviendas se ha construido y donde los precios han subido más rápidamente, con crecimientos anuales del 15%, entre los años 2000 y 2006. El peso de las hipotecas ha disparado la deuda de los hogares españoles. El nivel de endeudamiento medio de las familias española sobre su rentan disponible ha aumentado un 56,1% entre 1999 y el 2005, hasta alcanzar el 103% de los ingresos familiares, este crecimiento ha sido superior al registrado en cualquier país del G7 (los países más industrializados del mundo). Las familias tienen problemas para pagar sus hipotecas y la tasa de morosidad de los créditos concedidos a las familias para la adquisición de una vivienda tiende a crecer, alcanzando el 0,53% en el primer semestre de 2007, superando en más de una décima la ratio con que se cerró 2006 (0,41%) y casi dobla el porcentaje alcanzado en 2004 (0,33%). Estos datos suponen una nueva confirmación de la tendencia al alza de la morosidad observada durante este año, después del periodo de estabilidad vivido en los últimos años. Esta evolución del crecimiento de la morosidad ha ido pareja al incremento del tipo de interés de los préstamos hipotecarios contratados, en la actualidad se encuentra en el 5,4 %, lo que supone dos puntos más que en el 2005. La elevada deuda hipotecaria empieza a penalizar la capacidad adquisitiva de los consumidores y de las familias. Sin duda, ello producirá un menor consumo y sus efectos sobre el crecimiento económico. La tendencia hacia la relentización del crecimiento de la economía española ha sido ya apuntada por algunos Servicios de Estudios de determinados bancos  y por el Fondo Monetario Internacional. 

En el 2006, la construcción supuso el 18% del PIB español, dos veces el nivel medio de la Unión Europea (UE). España ha sido el país de la UE donde el precio de la misma ha subido más. Ahora los datos indican que hay un exceso de oferta: varios cientos de miles de casas y pisos que probablemente no se van a poder vender sino se reduce drásticamente el precio. Este parón será duro para el empleo en la construcción, para las finanzas de los hogares y para los bancos  y cajas que han prestado mucho dinero al sector inmobiliario.

Los problemas para la economía española no acaban ahí. Las importaciones se han disparado durante el boom inmobiliario. Los sueldos y la inflación han subido mucho más rápido que los índices europeos, dañando gravemente a las exportaciones y aumentando el déficit de la balanza comercial, que se ha quintuplicado en cinco años. Todo ello ha causado un pérdida importante de competitividad en el tejido productivo y la necesidad de capitales para financiar el enorme déficit comercial.

Por tanto, el actual  modelo económico español basado en el ladrillo no sólo está obsoleto, sino agotado, aunque nadie es capaz de predecir cuánto tiempo la economía española será capaz de seguir creciendo a este ritmo, cuándo llegará la corrección y cuán acelerada será la relentización. Es modelo económico alimentado a comienzos del ciclo expansivo actual por los Fondos Estructurales de la Unión Europea, que posteriormente retomó el tirón del aumento vertiginoso del crédito hipotecario, que ha originado el crecimiento explosivo del sector de la construcción, y, con ello, acarreando la importación masiva de mano de obra extranjera y un aumento considerable de la población activa, con el consiguiente descenso del desempleo.

Los efectos de la tormenta de las hipotecas basura norteamericana inducirán a la economía española a reflexionar y a replantearse su modelo de crecimiento económico y a introducir cambios que corrijan sus          desequilibrios: su elevada inflación, su abultada balanza comercial y su baja productividad.

juan.rodriguez@uca.es