Parece increíble que desde el siglo pasado, desde la década de los 80 y posteriormente en los 90 ya habláramos como algo consolidado, de la Sociedad de las Tecnologías de la Información y Comunicación que ha cambiado nuestros hábitos de vida, económico, social e incluso de comunicarnos personalmente. Y todo ello al servicio de la innovación, la asistencia médica, las operaciones de cambio y en general de una nueva cultura a la hora de entender la empresa, su gestión, sistema de calidad, etc. Pero, y esto es lo inusitado, en el deporte rey, el fútbol, que se mueve por intereses empresariales y mercantiles ni siquiera estamos en el siglo pasado.

Me entero a través de unos de los árbitros españoles internacionales que en el próximo Mundial de Fútbol de Alemania no se van a aplicar medidas Tecnológicas ni siquiera para dirimir sobre el balón en la cancha o fuera de los límites de la misma, si un esférico en una situación complicada de visualizar entró o no entró en la meta. En el fútbol nada cambia con la vertiginosidad de la sociedad; aplicado a nuestros campos, algún interés debe haber entre nuestros dirigentes de la Real Federación, del Comité Nacional de Arbitros o de algún que otro club poderoso, para que la lógica de los tiempos no se aplique.

Los equipos de fútbol y sus organizaciones empresariales se juegan mucho en la Liga. Pensemos también en clasificaciones para Europa, (UEFA y sobre todo Champions) o la Copa del Rey. Y ello con sus respectivas dotaciones económicas, cuando no el evitar un descenso o conseguir un ascenso. Pero no es asunto de grandes clubes, lo es asimismo para los más modestos. En los días próximos a la redacción de este artículo de opinión, en Castilla La Mancha se van a reunir los dirigentes de Tercera División y Segunda B, me lo informa el presidente del Daimiel; uno de los objetivos es estudiar soluciones a las equivocaciones, al criterio de inapelables de las decisiones arbitrales. Pretenden que las pruebas videográficas tengan algún efecto.

El caso es que podrían ‘arbitrarse’ otras soluciones más próximas al partido, y de manera más inmediata. ¿Tiene algún sentido que un juez de la contienda tome una decisión de máximo castigo (penalti), o de represión-disuasión (expulsión) y a todas luces sea una decisión injusta, de la que tienen apreciación en tiempo real a través de la televisión y de las aplicaciones tecnológicas, los espectadores en tiempo real y el Juez se entere del error al día siguiente, sin posibilidad de exonerar al perjudicado?… Es como si un juez de lo Civil o Penal dictaminara sentencia mientras el ciudadano estuviera recibiendo información sobre lo ajustado o no a derecho de la decisión con más conocimiento de causa y mejores métodos para discernir que el propio que juzga.

Se supone que las nuevas tecnologías son un instrumento de trabajo, una herramienta al servicio de todas las esferas y disciplinas del saber humano. Del tiempo de trabajo y del ocio. Pero parece ser que de esto no se han enterado nuestros arcaicos responsables del Balompié tanto a nivel de Federación como del arbitraje, que dicho sea de paso viven muy bien en tanto permiten esta anacrónica desvergüenza. ¡Que da mucho que pensar a aquellos que no creen en la limpieza de este deporte!. Ya lo calificaba Jose María García con aquellas frases de “chupópteros”, “lametraserillos” y demás invenciones lingüísticas tan propias de sus aventuras radiofónicas -deportivas.

Los críticos de estas incorporaciones tan obvias con el tiempo que vivimos, arguyen que si se adoptasen medidas tecnológicas con programas de ordenadores para ayudar al estamento arbitral se perdería tiempo en comprobar las jugadas y se perjudicaría el mito histórico de los errores arbitrales. La puerilidad de los argumentos se desmontan con otros como que se pierde mucho más tiempo en protestas, consultas con los linieres, a veces en expulsiones como consecuencias de decisiones equivocadas y con la violencia que provocan esas decisiones equivocadas. Los propios árbitros deberían ser los más interesados en tener mayores instrumentos para la equidad a la hora de impartir justicia. Los cuartos árbitros verían así mucho más justificada su labor, acompañados de un monitor con programas para dirimir jugadas conflictivas en tiempo real. Y no como ocurre hoy dedicados sólo a chivarse de algún insulto del banquillo o a los cambios.

Y no sería necesario utilizar estas consultas durante todo el partido, bastarían con tres o cuatro jugadas conflictivas a las que tendría acceso cada equipo por contienda. Ya que no suelen ser más a lo largo de un partido. Sobre todo las que puedan tener repercusión en un resultado u otro. En fin, ya lo dejó escrito el filósofo alemán: “tristes tiempos estos en los que hay que luchar por lo que es evidente”. Aunque sea en algo al parecer tan intrascendente para estos “tripas agradecidas” como el deporte rey.