El cambio de Gobierno llega con compromisos electorales de renovación en el Ente Público Radiotelevisión Española, cuya reforma, cambio de modelo o adaptación a los nuevos tiempos televisivos ha sucumbido a todos los presidentes de la Democracia. Sobre las nuevas estrategias de las televisiones públicas en el contexto europeo y mediático, y el papel regulador sobre los contenidos y la política audiovisual del Consejo Audiovisual, es algo sobre lo que he venido trabajando en los últimos años, dirigiendo cursos universitarios, asistiendo a jornadas, enviando informes a representantes políticos y proliferando artículos en esta revista. El presidente Manuel Chaves, en su reciente discurso de investidura y sesiones de réplicas a las formaciones políticas de la Cámara Andaluza, se ha comprometido a poner en marcha en esta legislatura el Consejo Audiovisual de Andalucía, y a que el director general de la Radiotelevisión Andaluza sea elegido por el Parlamento por mayoría cualificada; no ha habido más alusiones al respecto, con excepción de una tímida petición de reforma de la RTVA, en la intervención de Concha Caballero (IU). Tenemos que remontarnos a los discursos preelectorales para abundar en argumentos. El hoy presidente del Gobierno Jose Luís Rodriguez Zapatero, anunció una reforma del modelo de Radiotelevisión pública que recogiera además la independencia política, encargando seguidamente a un Comité de Expertos, entre los que se encuentran dos versados en estas lides, Victoria Camps y el profesor Enrique Bustamante, que presenten un texto base para el estudio en el Congreso. También en campaña, Chaves anunció similares premisas para Andalucía; de momento ha comenzado por la elección del director general, pero no debe olvidarse el “quid de la cuestión”, la necesaria Reforma de la RTVA, la redefinición de su modelo copiado en las virtudes y defectos de la rRdiotelevisión pública estatal, y cuya reforma obliga doblemente a la radiotelevisión autonómica.

No tiene sentido para una televisión pública en el horizonte multicanal actual, donde los grandes shares de audiencia deberán pasar necesariamente a la historia, seguir apostando por una televisión pública en competencia con los modelos programáticos y contraprogramáticos de las privadas, sino apostar por uno propio, un modelo público acorde con los principios de programación para los que fue creada y tantas veces incumplidos, aunque esto pueda suponer una etapa de adaptación inclusive para sus espectadores. Lo entiendo como una inversión de futuro, para lo que habría que desterrar la excusa de la audiencia que tantas veces ha escondido argumentos de control político.

Una televisión, en suma, abocada a su propio nicho de mercado, que no intente competir con los grandes grupos con mayores recursos para sus estrategias de programas, incluidos los vertederos incontrolados pero controlables, la televisión basura. Por tanto una televisión que apueste por el apoyo decidido de políticas culturales, más en la lógica de la innovación que de la reacción a los demás canales. Cuya viabilidad económica dependa de ese apoyo decidido, en conexión con la dinamización de los sectores productivos, el tejido industrial, y toda clase de relaciones con instituciones, empresas y aquellos otros que representen intereses colectivos, sociales, relacionados con la difusión de entidades públicas y privadas, implicadas en el desarrollo, la tecnología y la investigación. Una fórmula que evitaría, entre otras cosas, el descontento generalizado de las Consejerías y sus compromisos sociales, tan frecuentemente desatendidos en Canal Sur. Esta voluntad, al mismo tiempo que generaría recursos, garantizaría la continuidad del medio.

Sobre la crisis de identidad de la Televisión Pública provocada por los canales privados, las nuevas ofertas televisivas, y quedarse fuera de juego sin adaptar el modelo propio, -explicaba Enrique Bustamante precisamente en unas Jornadas en el Parlamento Andaluz – que las únicas vías aplicables serían: financiación pública suficiente, estable y plurianual; financiación publicitaria limitada; y diversificación de ingresos mediante la potenciación comercial de sus activos. Y todo ello partiendo de una autonomía garantizada del poder político, una estructura de gestión transparente y una programación coherente de servicio público y de calidad, para lo que se hace necesario un gran acuerdo político. No debemos olvidar los nuevos ensayos de soluciones del modelo por antonomasia en la historia, la BBC, y otros ejemplos europeos; pero ese acuerdo tan necesario para nuestra televisión autonómica, podría venir de la mano de dos grandes temas anunciados por Chaves, la reforma del Estatuto de Autonomía y el Código de Conducta. En la nueva RTVA, caben las opiniones y acuerdos con todos los sectores implicados: la CEA, sindicatos, grupos políticos, la Universidad, colectivos sociales y entre ellos el propio sector audiovisual hoy desnaturalizado asociativamente. Canal Sur, motor de la industria, debe añadir una marcha para seguir avanzando con ella, contribuyendo a unificar al sector, atomizado, desasociado y en muchos casos desmotivado pese a formar parte de una economía emergente en el panorama mundial. Y también en esa política de programación propia de calidad, aprender el lenguaje de menor coste, barato y competitivo de las productoras pymes, acostumbradas a trabajar con profesionales más funcionales y que incorporan últimas tecnologías a otros precios. Impulsando todavía la industria, haciendo confluir las culturas regionales con las demandas nacionales y de otros mercados. Y no sólo decidiéndose por programas de los grandes amigos, sin mirar presupuestos ni contenidos, sino priorizar contenidos, calidades y costes, de acuerdo al nuevo modelo, sean de amigos o de menos amigos.