Tengo fundadas esperanzas en la juventud y no sólo porque dependo de ellos para cobrar un día mi pensión, sino porque están mucho más cerca de la tecnología y el conocimiento para poder construir una sociedad más justa.

Las ambigüedades que todos tenemos están ligadas a la situación de cambio que vive la sociedad en esta transformación de sus valores que nadie entiende, en la forma en que se gestiona el éxito y en la gran decepción que acompaña el premio final. ¿Es que no hay nada que no huela a dinero?

La globalización e internet quizás han acercado los productos y servicios a la gente, han permitido cruzar información con más gente en menos tiempo y desde cualquier lugar, pero no sirven para satisfacer las auténticas necesidades de las personas, ya que lo que todos queremos en el fondo es que nos escuchen, nos entiendan y nos quieran.

Eso del marketing está muy bien cuando se trata de ofrecer alternativas, llegar a mucha gente fácilmente, pero pierde credibilidad cuando satura. Su perversión nos ha llevado a inventar necesidades y crear hábitos estúpidos que conducen a una parte de nuestros jóvenes hasta el borde de su penuria física -anorexia, alcohol, pluriconsumo- y moral -relaciones frágiles, escasa disciplina, dudosa solidaridad- ya que sus dudas no consisten en elegir una opción -como en mayo del 68- sino que ahora se plantean si existe realmente algo sólido que realmente llene su vida.

Las familias poco pueden hacer, más que divulgar sus valores y fomentarlos, escuchando las raíces históricas que nos permitieron llegar hacia aquí y reforzar el compromiso del grupo, pero desde una actitud de comprensión y tolerancia, sin perder el nivel de exigencia que les corresponde, como progenitores.
Educar lo que se dice educar viene de la calle, no se trata de dar un techo a los hijos, ponerles la comida en la mesa y salir juntos de vacaciones, ni siquiera una reprimenda o reforzar la autoridad a gritos. Educar está mucho más cerca de la forma de conducirse en la vida que de la proclamación de una normas de conducta y queremos que eso sirva después.

Cuando nuestros jóvenes lleguen al mundo laboral buscarán también a líderes auténticos, desearán encontrar un auténtico jefe, alguien comprometido que sea director y a la vez guía, como el que conduce el bus, necesitan creerse que el líder es el que ‘curra’ un poco más, el que se sacrifica y que también es capaz de descubrir y potenciar el talento de los otros.

Y todo eso no se aprende en un aula, ni siquiera se puede trasladar como conocimiento, estamos hablando de que nuestra sociedad tan competitiva busca gente con talento porque además son ‘ellos’ quienes van a dirigirnos mañana, necesitamos estos componentes, pero, ¿qué es el talento? Sencilla-mente, la suma de conocimientos, habilidades, competencias y… creencias y todo eso, unido al compromiso de la persona, o sea, ganas de autosuperarse y contribuir para dejar el mundo algo mejor, éste es el reto.

No sé si seremos capaces de descubrir el talento de nuestros jóvenes, pero puedo asegurarles que detrás de la ‘play’, la ‘disco’, el ‘piercing’ o incluso la ‘litrona’ existen personas capaces de tomar decisiones y con ganas de abrazarse a proyectos comprometidos.

Nosotros estamos para mostrar el camino, ellos para recorrerlo y si además, todo eso, podemos hacerlo juntos, mejor.

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