El año 2004, tan bisiesto como extraño, se ha ido por la puerta de atrás, avergonzado por el saco de tragedias que nos ha dejado, guerras que no cesan en oriente, inseguridad en el trabajo y esta violencia doméstica con la que se desayunan los telediarios.
En casa, aún peor, no nos vale que quieran distraer a la gente con personajillos inventados, ni el gran hermano nos hace olvidar que vivimos en una crispación permanente, que la plusvalía del euro no la notamos en el salario, pero sí en el café, que cuesta el doble, la burbuja de los pisos que no estalla y mientras tanto, sigue sin trabajo el que quiere trabajar.
Qué pena que la última reforma legal sea la de la ley del divorcio, para que así las parejas se aguanten un poco menos, acabando de una vez con los pocos valores que quedaban, con menos paciencia, me-nos tolerancia, nula comunicación, se esquilma algo tan hermoso como la relación humana, en el siglo de la tecnología, internet y la sobrecomunicación.
Qué poco importa, que los niños tengan playstation, móvil, sms y tanta tele, si son incapaces de inventar un juego en la calle, pronto olvidarán hablarse a los ojos y la vida se comprimirá en un tetrabrik impersonal, como aquel gazpacho casero, que no tardaremos en olvidar.
Pues no, no ha sido un buen año, en casi nada, demasiada tragedia, exceso de recelo y crispación, entre familias, comunidades y países, antes sólo era el fútbol pero ahora la rivalidad es por el agua, la lengua, las selecciones o por ver quien la tiene más ‘grande’, me refiero a la cuenta corriente, que es lo que cuenta al final.
Los que llevamos los deberes hechos, podemos presumir de tener la ‘agenda’ al día, como ésta ‘de la empresa’, desde la que me asomo, y que mes a mes ha seguido tomando el pulso a la sociedad del trabajo aquí en Andalucía porque, al fin y al cabo, el único lenguaje válido que nos une es el del trabajo de empresarios y trabajadores.
Tenemos muchos proyectos por compartir juntos, usted y yo, y en el año próximo muchos más, porque la sociedad está en crisis, como los valores, incluso el flamenco, ¿para cuándo otro Camarón?, y es que, necesitamos que alguien nos encoja el alma.
Porque así, con el corazón expuesto al sol, podemos ser capaces de devolver el nombre de las cosas, incluso, bajar la silla a la calle para arreglar el mundo con los que queremos y volver a lo nuestro, a pelear para mejorar un poco lo que está a nuestro alcance, luchar contra el ocio, sólo para que nuestros niños, nos vean sonriendo y conversando, en vez de contemplarnos, como fantasmas pegados al televisor.
Os emplazo para que en este 2005 seamos capaces de disfrutar haciendo lo que hacemos y hasta plantaremos la cara al consumismo atroz, descubriendo sólo lo que necesitamos, de esta forma, recuperaremos nuestra autonomía como personas libres. Volveremos a ser los que decidamos qué queremos ver, sentir y hablar, hay que intentar que los cobardes no salgan a cuenta, aunque para ello tengamos que brindar dos veces. Si nos comprometemos, podemos hacer que las cosas salgan mejor, simplemente porque vamos a oír menos a los que no dicen nada, para poder escucharnos mejor a nosotros mismos. Feliz año.
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