“Cualquiera puede equivocarse, sólo los insensatos perseveran en el error” (Cicerón)

Afirmaba Salvador de Madariaga – uno de nuestros intelectuales de mayor prestigio internacional – que “el español y el inglés son dos lenguas casi universales, entre las cuales era forzoso que se estableciera una corriente de vasos comunicantes que circula sobre todo del inglés al español. Esta influencia anglosajona produce frecuentemente consecuencias funestas cuyos resultados he dado en llamar castellanqui”.

Estas afirmaciones, que comparto, aluden a la necesidad de dar nombre a nuevas realidades, convirtiéndose en la razón principal de la creación de neologismos, para lo cual se puede optar por una de estas dos soluciones: la hispanización o el simple empleo del extranjerismo, inclinándonos por la primera “cuando el término ajeno admite un fácil acomodo fónico, o cuando se presta al calco. Se conserva, en cambio, el vocablo de origen cuando no es fácil su adaptación a la fonología y fonética propias” (Lázaro Carreter).

Pero, como bien se sabe, la moneda falsa circula al amparo de la verdadera, y es así como se ha instalado entre nosotros. cual huésped indeseado, una especie de anglomanía que invade parla y escritos, pues se entiende que la adopción innecesaria de palabras extranjeras supone una suerte de menosprecio al propio idioma; incluso nuestra sintaxis sufre los efectos de la influencia anglosajona, como muestran estas frases: “Pérez Galdós, un novelista español”; “Una fotografía de Madrid en 1959”; o, “siento un cierto temor”; en todas ellas sobra el artículo, o, por el contrario, se echa en falta: “Obreros protagonizan una protesta delante de la sede sindical …”; “Médicos alertan sobre la gravedad de …”. Otro anglicismo corriente es el comenzar una oración subordinada con el sujeto, “renunciando a la sabrosa libertad que nuestra lengua siempre gozó en estos casos y aún a cierta preferencia a posponer el sujeto” (Madariaga). : “Si Vd. desea una casa”, dice el anuncio, en lugar de “Si desea Vd. una casa”; o bien, una vez presentado el personaje en cuestión con nombre y apellido, se prosigue: Él / Ella es …, tomados directamente del inglés (y del francés), que exigen la presencia del pronombre sujeto verbal. Asimismo, se ha abolido o poco menos el empleo de se – espléndido sustituto de la pasiva inglesa en oraciones impersonales: “Cientos de ejemplares fueron vendidos”, en lugar del correcto castellano: “Se vendieron cientos de ejemplares”, “Las nuevas viviendas han sido adjudicadas “… Todos estos errores se explican por el desconocimiento del idioma por parte de muchos hablantes.
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Analicemos, de paso, algunos ejemplos cotidianos de términos que NO deben emplearse: sponsor (en latín ‘garante’ y ‘padrino de un neófito’) debe traducirse como ‘patrocinador’, ‘mecenas’ o ‘protector’, si bien el barbarismo esponsorización pretende distinguirse de ‘patrocinio’ o ‘mecenazgo’, que son desinteresados; pressing, en el ámbito de la competición deportiva (no dar tregua al contrario, con presencia agobiante) quiere decir ‘presión’, ‘acoso’ o incluso ‘acosar’; goal average es ‘promedio’, ‘diferencia’ o ‘cociente de goles’; assistant es ‘adjunto’ o ‘ayudante’, pero nunca asistente. En cuanto a stage, que procede del francés y éste del latín stare, designa, en su primera acepción, un período de prácticas para el desempeño de ciertas profesiones y, por extensión, a la realización de cursos breves de formación para ejercer una actividad: ‘prácticas’, ‘período de formación’ y, en el caso de los abogados, ‘pasantía’. Y si nos referimos a esa “especie de veraneo que fortifica a los futbolistas en un lugar bien oreado, donde se les mima con masajes, duchas, pediluvios, vitaminas, flexiones, estiramientos, correteos con o sin balón y dietética ad hoc”, en tal caso bastaría simplemente con decir ‘estancia preparatoria’.

Prosiguiendo por la senda del deporte, hallamos derby y play off, el primero en referencia a un enfrentamiento entre dos equipos de la misma localidad –por lo que no puede hablarse de un derby Madrid-Barcelona -, el segundo, susceptible de múltiples alternativas, tales como: ‘segunda fase’,’ liguilla’, o ‘fase final’.

Y, por último, padecemos, cada dos por tres, ese empalagoso y omnipresente glamour que, junto a glamouroso , parecen haber reemplazado, sin que se sepa la causa, a ‘encanto’, ‘fascinación’ o ‘hechizo‘. Y es que poco saber es a veces más peligroso que no saber.

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