No es necesario viajar hasta Transilvania para encontrar un vampiro. Mire a su alrededor, observe a las personas de su entorno más cercano y seguro que podrá reconocer a una de estas criaturas de hoy. No le chupará la sangre, pero absorberá su dinero, su tiempo o, lo que es peor, su energía.

El mito de los vampiros se afianzó en Europa con la novela “Drácula (1.897)” del irlandés Bram Stoker, que cuenta la historia del conde Drácula, un vampiro de Transilvania que fue la estrella de las películas de terror en los años 50. Stoker se inspiró en el conde rumano Vlad Tepes, quien nació hacia 1.428 y murió en 1.476. El apodo de Drácula fue una herencia de su padre, príncipe de Valaquia, a quien sus súbditos llamaban Dracul (término rumano que significa “el Diablo”) por su extrema crueldad. El pequeño Vlad, tercer hijo del señor de Valaquia, añadió más tarde a su sobrenombre el de Tepes, “el Empalador”, por ser este el castigo que aplicaba a sus enemigos.

El vampiro de hoy, sin embargo, suele tener un carácter modélico y es encantador en apariencia, pero estos individuos pueden llegar a ser peligrosos para el equilibrio emocional de quienes les rodean. Son personas que establecen relaciones tóxicas, desiguales, bajo su control absoluto y destruyendo la autoestima y la seguridad de sus víctimas.

El Dr. Bernstein, un psicólogo que ha estudiado a estos individuos, dice que son diferentes de la gente normal. Pueden parecer más atractivos, más emocionantes, inteligentes, encantadores, creativos, etc. pero su necesidad de energía es superior a cualquier otra y además parten de que las reglas son sólo aplicables a los demás, pero no a ellos. Nunca se sienten culpables y, cuando se les descubre, se muestran rabiosos y manipuladores.

La principal intención de los vampiros es aprovecharse de los demás. Son personas celosas, envidiosas y con la necesidad de controlar su relación con los otros. Son depredadores emocionales que necesitan aspirar la energía de quienes les rodean. Muchos de estos seres saben perfectamente cuánta frustración y ansiedad causan a su víctima, pero otros no tienen conciencia del daño que originan; y la víctima vampirizada, en ocasiones, tampoco es consciente de ello.

Este ladrón de energía suele ser una persona enfermiza, hundido en la melancolía y con gran tendencia a la depresión. Su falta de energía la compensa alimentándose de la vitalidad de otros. Como son incapaces de generar la actitud positiva necesaria para sentirse bien, buscan víctimas que les alimenten.

Otros vampiros de hoy son los ‘chupa-tiempo’. Esos que llegan sin avisar, que te interrumpen cuando estás trabajando o descansando, que insisten en llamar por teléfono en el momento más inoportuno y tratan de disponer de tu tiempo como si fuese suyo. Es esa persona que sigue dando conversación y no se da cuenta de que está resultando pesada. Es el típico pelmazo.

El vampiro pelmazo es un ser insufrible cuya habilidad más aterradora es la insistencia. El pelmazo te aborda, te atropella, te envuelve en su red de gladiador del bla, bla, blá; te estructura un discurso soporífero en menos de 10 segundos, te abruma con nimiedades agotadoras, te lanza su anestesia verbal en plena calle, en un bar, en un convite… El pelmazo va por el mundo hablando de lo que no debe, a quien no debe, en el momento indebido; y lo curioso es que sus víctimas quedan desarmadas ante su poder de oratoria. Y eso que intentas salir corriendo… (extraído de un foro de Internet).

Los expertos describen algunas de las características de estos chupópteros que pueden servirnos para identificarlos:

* Suelen hacer uso de bromas y sarcasmos muy ofensivos que, a menudo, se esconden bajo un tono de inusitada amabilidad. Por ejemplo, pueden comentar: “Qué guapa estás… si no fuese por ese granito que te afea un poco la cara …”

* Son observadores meticulosos del comportamiento de los demás. Se creen en el derecho de opinar y criticar lo que los de su alrededor hacen. En muchas ocasiones no esperan ni a que hablen los demás y se anticipan diciendo: “Sabiendo cómo eres, seguro que has hecho esto…”

* Tienen una habilidad especial para hacerle sentirse culpable a su víctima. Suelen recurrir al chantaje emocional: “Pensaba que éramos amigos…”

* Necesitan sentirse aceptados por todo el mundo y, para ello, tratan de hacerse la víctima manteniéndose en una continua depresión, quejándose continuamente para captar la atención de los demás.

En definitiva, que haberlos, háilos. Así que sean prudentes y estén alerta ante esas personas que piden todo a cambio de nada.

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