El inicio del otoño suele considerarse como una época de renovación y el principio de una nueva etapa en la vida. Tras el periodo de descanso estival y aún con el síndrome posvacacional a cuestas, llega el momento de plantearse los logros a alcanzar a lo largo de la nueva temporada que ahora comienza.
Uno de los objetivos que tendrán que plantearse las empresas con fumadores en su plantilla es ir buscando soluciones a los lógicos problemas que surgirán tras la entrada en vigor, el 1 de enero de 2006, de la nueva Ley antitabaco. Ya habíamos comentado en ediciones anteriores las pérdidas que se calculan entre horas ausentes, crisis de ansiedad, absentismo, adecuación de habitáculos, enfrentamientos entre fumadores y no fumadores, que se sentirán ahora respaldados por la Ley, etc.
El tema es mucho más serio de lo que, en principio, parecen considerar los empresarios que aún no han reaccionado. El tiempo se nos echa encima y las medidas preventivas, como proporcionar técnicas de deshabituación tabáquica a los empleados, requieren unos meses, como mínimo, para que surtan efecto.
Hasta ahora, España contaba con una de las leyes más permisivas de la Unión Europea en lo que a consumo y venta de tabaco se refiere. Algo similar ocurre con el consumo de alcohol, que ha convertido a este país en el paraíso de los bebedores y que ha originado todo un velado turismo de botellón y consumo callejero. Tal vez este será el siguiente paso en la lucha de Sanidad por el bienestar social.
Lo cierto es que la nueva ley establecerá medidas más duras en el suministro y venta de tabaco. Limitará el número de zonas habilitadas para los fumadores en lugares públicos y privados, prohibirá la publicidad del tabaco en cualquier medio de comunicación, eleva la edad legal para poder vender o consumir tabaco de 16 a 18 años y sólo podrá venderse tabaco en estancos y máquinas expendedoras autorizadas.
Además, se establecerá un régimen de sanciones, donde se recogen las conductas contrarias a la norma y su respectiva sanción. Así, fumar en los lugares en que exista prohibición total o fuera de las zonas habilitadas al efecto puede costarle al infractor hasta 30 euros. Pero también hay multas para aquellos empresarios que no expongan de manera visible los carteles reglamentarios (prohibido venta a menores, zona de fumadores, etc.) o que permitan fumar en zonas prohibidas. Los titulares o responsables de espacios donde esté prohibido fumar, como centros de trabajo públicos y privados (salvo en espacios al aire libre), centros sanitarios, docentes, zonas de atención directa al público, o instalaciones deportivas cerradas, que ‘permitan’ el consumo de tabaco se expondrán a multas de hasta 10.000 euros. También publicitar productos de tabaco podrá acarrear sanciones entre 10.001 y 600.000 euros.
Más datos: se consideran infracciones graves, con sanciones que van desde 601 hasta 10.000 euros, además de la mencionada de permitir fumar en lugares en los que exista prohibición o fuera de las zonas habilitadas para ello; habilitar zonas para fumar en establecimientos y lugares donde no esté permitido; comercializar, vender y suministrar cigarrillos en unidades de empaquetamiento de venta inferior a 20 unidades y por unidades; entregar o distribuir muestras de cualquier producto de tabaco; o instalar máquinas expendedoras en lugares expresamente prohibidos; vender tabaco con descuento; vender o entregar a menores de 18 años productos de tabaco o imitaciones de tabaco que induzcan a fumar; permitir a los menores de 18 años el uso de máquinas expendedoras de productos de tabaco; o comercializar bienes o servicios utilizando marcas o símbolos distintivos ya utilizados para un producto del tabaco.
Aún más: La ministra de Sanidad, Elena Salgado, ha afirmado que la futura ley permitirá que cualquier ciudadano que observe que no se cumpla la prohibición de fumar “podrá denunciarlo a la autoridad correspondiente o al responsable del local en el que se cometa la infracción”.
¿Qué? ¿Está seria la cosa, o no? ¿No deberíamos empezar ya a poner remedio?
Ahora es el momento que después, cuando llega el río, es más difícil construir el puente.
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