Justo en este momento acaba de empezar el futuro. Para cada uno de nosotros hoy es el primer día del resto de nuestras vidas y como tal deberíamos vivirlo, ilusionados por lo que vendrá. Muchas serán las cosas que aún veremos, pues no tienen razón los presuntuosos que dicen que ya todo está inventado.

Llegará la conferencia en holograma, la electricidad sin cables, la granja de animales a la carta, la cirugía celular, la formación telepática, el turismo virtual, el reproductor de sueños, la nutrición orgánica directa, la trasmisión de emociones, el trabajo distribuido en tiempo y espacio, la edificación magnética… Sin embargo, frente a los grandes avances tecnológicos, la gran revolución que empezará a cuajar en este siglo será la del Factor Humano, la revolución desde dentro.

Y es que unas cuantas decenas de años o siglos de tecnología no representan nada en la historia de la evolución humana, y menos aún en el progreso universal. No es más que un puntito en la línea del desarrollo del Hombre, una anécdota en la historia del Universo.

Frente a esto, hay un movimiento continuado y silencioso que ocupa toda la historia de la Humanidad y que avanza paulatinamente produciendo cambios que los antropólogos han sabido detectar. Es el perfeccionamiento de la mente y el desarrollo de su órgano diana, el cerebro.

Elton Mayo, Ford y Taylor fueron los primeros en plantear la aplicación de este cambio mental progresivo en la gestión de los Recursos Humanos. Por fin se empezó a ver a los trabajadores como personas que se preocupan de hacer bien su trabajo y de cumplir los objetivos propuestos y no como holgazanes a quienes había que estar continuamente vigilando, como se había concebido al obrero hasta entonces.

Aunque hoy en día, como en todos los ámbitos de la vida, la evolución no se produce al unísono y aún quedan mentes de hace doscientos años en cerebros de hace sólo treinta, la gran mayoría de las empresas de vanguardia se han dado cuenta de lo útil que resulta entender al trabajador como el ser humano que es, con sus defectos, que han de ser minimizados y sus virtudes que se deben multiplicar.

Pero el problema de la concienciación no es sólo de los empleadores o empresarios, sino que es el propio trabajador el primero que debe ser capaz de asumir su rol de humano en ejercicio de sus habilidades. Es decir, que el trabajador debe ser el primero en concienciarse de que su trabajo debe ser un modo de realización personal y que no debe ser perseguido ni controlado para alcanzar los objetivos propuestos. Esto se logra a través de la formación.

Formación que también debe evolucionar y adecuarse a la nueva realidad laboral, donde se ha demostrado que el triunfo acompaña a quien sabe trabajar en equipo, comunicar eficazmente, entender los sentimientos de los demás, convencer para aunar esfuerzos, automotivarse e impregnar a los demás de positivismo, crear la buena suerte, adecuar su actuación a cada momento, favorecer un ambiente laboral cooperativo… en definitiva, sacar el máximo partido a la Inteligencia Emocional.

Por ello la psicomotivación o entrenamiento vivenciado se vislumbra como la técnica formativa adecuada para entrenar las habilidades que se han identificado como “Factor Humano” y que representan el verdadero valor de una empresa.

El futuro de la Formación Humano-Empresarial pasa por colocar a los trabajadores en situaciones de conflicto simulado y enseñarles a resolverlas buscando la mejor solución posible en cada caso; del mismo modo que el practicante de artes marciales repite una y otra vez los mismos movimientos, en un enfrentamiento simulado, para que estos surjan de manera espontánea en el momento de la competición.

El futuro nos trae la revolución de la mente. Comprender esto es de vital importancia para las empresas que aspiren a sobrevivir en el competitivo mercado. Entrenar el Factor Humano es decisivo para entrar con buen pie en el futuro que acaba de empezar. Buena suerte.

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