El aspirante a un puesto de trabajo se presentó a la entrevista de selección donde, finalmente, se le comunicó que había sido aceptado como empleado:
– Nos parece usted el candidato adecuado, dijo el entrevistador. Empezará ganando 600 euros al mes y más tarde le aumentaremos hasta 900.
– Entonces vendré más tarde, dijo éste tan campante.
Tras el periodo estival, durante el cual el paro ha descendido, sobre todo en el sector de los servicios, llega el tiempo de los despidos y de la búsqueda de un nuevo puesto de trabajo para muchos. Como se ha puesto de moda engordar el currículo con cursos y experiencias ficticias, la entrevista de selección se ha convertido en la mejor herramienta del seleccionador. Por lo tanto, si hemos sido convocados para una entrevista de trabajo, ¡enhorabuena!, porque hemos ganado la mitad de la batalla. Nuestro interés se centrará ahora en preparar el encuentro cara a cara con el entrevistador.
Para una mayor confianza y seguridad en nosotros mismos es importante que conozcamos bien el terreno en el que nos vamos a mover. Para ello, en los días previos a la entrevista trataremos de obtener la mayor información posible acerca de la empresa, de sus empleados, sus productos, etc. También es importante conocer el nombre y categoría de la persona encargada de hacer la entrevista, para dirigirnos a él o ella como señor o señora y su apellido, pues el sonido más agradable para cualquiera es el de su propio nombre.
Pero lo más importante es conocernos a nosotros mismos. Esto que parece tan evidente tiene una importancia primordial a la hora de querer ‘vender’ nuestra imagen. Para conseguirlo, cogeremos papel y lápiz y nos haremos las siguientes preguntas: ¿Quién soy? ¿Qué quiero conseguir? ¿Qué sé hacer? (no importa lo que no sé hacer, hay que ser positivo) ¿Qué me gusta?, etc. No estaría de más que un amigo o familiar nos echase una mano haciendo las veces de entrevistador. También es útil hablar delante de un espejo para conocer nuestros gestos, tics, etc. Es importante saber que la comunicación no verbal transmite la mayor parte de la información de interés para el entrevistador (gesto 55%, tono de la voz 38%; mientras que la palabra representa sólo el 7%). El día indicado debemos llegar unos minutos antes para observar el ambiente. Nuestra indumentaria debe ser discreta, pero elegante (decía Chateaubriand que elegancia es no llamar la atención); nada de zapatillas deportivas o aspecto desaliñado, por supuesto, tampoco esmoquin. Un traje bien conjuntado con dos colores como máximo va bien para cualquier situación. Nunca debemos dar la impresión de ser ‘raros’ o ‘diferentes’.
El trabajo del entrevistador consiste en averiguar si somos lo bastante, pero no demasiado, inteligentes (Publio Elio Adriano (76-138) mandó ejecutar a su arquitecto sólo porque sabía más que él). Por otro lado, recordemos que la Inteligencia Emocional garantiza el éxito en mayor medida que el Coeficiente Intelectual tradicional.
El entrevistador tratará, también, de prever si nos adaptaremos al jefe, si sabremos integrarnos fácilmente en el equipo de compañeros, si tenemos problemas de salud o familiares, si estaríamos dispuestos a ir destinados a cualquier lugar, etc. Ante todo debemos ser sinceros porque ‘las mentiras tienen las patas muy cortas’. Pero tampoco es necesario confesar todos nuestros errores. Lo que sí da cierta veracidad a nuestro relato es admitir algún que otro pequeño ‘defectillo’ sin importancia.
No hay que caer en ‘la trampa del tabaco’. Hay selectores con muy mala uva que ponen un paquete de tabaco sobre la mesa para dar la impresión de que se puede fumar. Si enciendes un cigarrillo sin que te lo ofrezcan expresamente… ¡Adiós! Procura mantener una mirada limpia y sincera en contacto con el triángulo cejas-nariz del entrevistador (no ser excesivamente insistente, pues puede interpretarse como una amenaza). Mantén una actitud confiada, abierta y segura, evitando tocar temas como la política, la religión, sexo, raza, etc. Si el entrevistador saca uno de estos temas, no te escandalices y responde discretamente. Sé siempre positivo y nunca critiques a empresas o personas con las que hayas trabajado antes.
Se le puede transmitir al entrevistador una sensación de estar en sintonía con él repitiendo discretamente sus movimientos (acompasamiento), a la vez que se sonríe abiertamente tratando de levantar ligeramente las cejas. A pesar de conseguir esta conexión afectiva, no nos dejemos llevar por la euforia y nunca tomemos confianza en exceso; no olvidemos que se trata de una transacción de compra-venta de nuestra imagen. Una vez conseguida la “conexión” con el entrevistador y después de haberle transmitido la información que nos haya solicitado, debemos tratar de hacer un resumen final recalcando lo positivo de nosotros mismos, dando la impresión de que podemos tener otras ofertas de trabajo y que somos muy bien valorados.
Después de esto sólo queda esperar y hacer un seguimiento, si es posible, del proceso de selección y de la situación en la que se encuentra nuestra solicitud. ¡Suerte!
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