La globalización también parece haber llegado a las agresiones contra el patrimonio cultural. España es el tercer país más castigado de Europa por los expoliadores de arte en los últimos dos siglos y los ciudadanos ni siquiera somos conscientes. Todos los bodegones que pintó Velázquez han desaparecido del país, como tres centenares de murillos y otros tantos goyas. El tráfico de obras robadas mueve más de 10.000 millones de euros cada año, con más de 160.000 obras desaparecidas sólo en las últimas décadas, según la Interpol. La riqueza patrimonial española la hace vulnerable y apetecible, hasta convertirla en una lucrativa empresa. Aunque Andalucía posee un patrimonio cultural formidable, gracias al esplendor económico de sus ciudades a lo largo de su historia, traducido en miles de obras artísticas, los robos aquí cometidos son inferiores a los de otras regiones.

Pero si el expolio de Obras de arte se está globalizando, también las medidas para atajarlo, aunque queda aún mucho camino por recorrer. Los grandes museos del mundo buscan, a instancias de la UNESCO, un acuerdo para vetar la compra de piezas de arte sospechosas, que pretende implicar a las casas de subastas y marchantes. Además, el cerco policial en torno a las redes dedicadas al robo y venta de obras de arte es permanente, como demuestran las constantes recuperaciones de los grupos especializados de la Policía Nacional y la Guardia Civil, iniciativas en las que también participan las Administraciones públicas. A ello se suman las inversiones de éstas para la adquisición de obras de arte (en 2007, la Junta de Andalucía adquirió 16 obras para sus museos, por valor de 750.000 euros); la protección de edificios, mediante la declaración de Bienes de Interés Cultural (BIC); y el apoyo para el mantenimiento y recuperación de edificios singulares, como el Plan Integral de restauración de la Catedral de Jaén, joya del Renacimiento que opta a la declaración como Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Tampoco podemos olvidar el papel de la iniciativa privada, como -por citar un ejemplo- la acometida por la Hermandad de la Caridad de Sevilla, que ha creado un taller para copiar los cuatro murillos que faltan de los seis encargados en 1662 por Miguel de Mañara para esta iglesia, robados por las tropas napoleónicas del Mariscal Soult y vendidos en París.

El rico Patrimonio sumergido es uno de los más afectados por el expolio. El caso Odyssey -la sustracción de 500.000 monedas de plata de un pecio encontrado en el Atlántico sin permiso del Gobierno español- ha impulsado la creación del Plan Nacional de Arqueología Subacuática por parte del Ministerio de Cultura. Como primer paso, España cuenta ya con un primer inventario de su patrimonio sumergido en los océanos de todo el planeta, elaborado por la empresa malagueña Nerea Subacuática. Algunos expertos cifran en 116.000 millones de euros el valor de los tesoros contenidos en los miles de precios españoles hundidos en las aguas de todo el mundo. Otros, más precavidos, lo creen incalculable.

Pero, son los yacimientos arqueológicos los más vulnerables. Las Administraciones no pueden salvaguardar todo el patrimonio existente bajo el subsuelo, porque la mayor parte aún está por descubrir. El Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (IAPH) calcula que en Andalucía existen unos 100.000 yacimientos, pero sólo 13.000 (un 13%) están perfectamente localizados y registrados a través de excavaciones o de prospecciones, circunstancia aprovechada por los expoliadores para delinquir, pese a que el acoso policial es permanente, como evidencia la reciente desarticulación de una red dedicada al expolio de yacimientos en todo el territorio nacional. Además, y en una iniciativa pionera en España, el IAPH puso en marcha hace cuatro años la elaboración del Mapa Andaluz de Potencial Arqueológico, que permite localizar las zonas con mayor riqueza arqueológica y sirve para planificar políticas culturales y mejorar la ordenación del territorio. Además, las Administraciones apoyan económicamente nuevas excavaciones, como la que acaba de permitir la recuperación de una cabeza femenina de altísimo valor patrimonial en Itálica (Sevilla), 68 años después del último descubrimiento.

El patrimonio cultural de cualquier sociedad está, por tanto, también compuesto por estos vestigios aún ocultos o escondidos de nuestro pasado y es responsabilidad de todos ponerlos en valor.

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