En una reunión que duró casi tres horas, los cuatro países europeos que integran el G-8 -Alemania, Francia, Gran Bretaña e Italia- se comprometieron en forma "solemne" a intervenir cuando sea necesario para respaldar a los bancos en dificultades, pero no llegaron a un acuerdo para crear un fondo de rescate. Sólo coincidieron en convocar a una cumbre internacional para "revisar las reglas del capitalismo financiero".

Tampoco prosperó un plan británico de 21 mil millones de dólares para respaldar a las PME afectadas por la contracción del crédito.

Esos magros resultados no alcanzaron a ocultar las grandes diferencias que dominaron la minicumbre realizada en París entre el presidente francés, Nicolas Sarkozy, la canciller alemana, Angela Merkel, y los primer ministros Gordon Brown (Gran Bretaña) y Silvio Berlusconi (Italia).

A la conferencia también asistieron el titular de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso; el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet, y el responsable del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker. Poco antes de comenzar la conferencia, Sarkozy recibió por separado al director general del Fondo Monetario Internacional (FMI), Dominique Strauss-Kahn, con quien examinó el procedimiento necesario para reformar los acuerdos de Bretton-Woods, firmados el 24 de julio de 1944, que aún rigen el actual sistema financiero internacional.

Esta minicumbre había sido convocada por Sarkozy para tratar de hallar una respuesta común a la crisis financiera que sacude actualmente la economía mundial. Pero en la práctica estaba condenada al fracaso porque tanto Merkel como Brown vinieron a París arrastrando los pies, debido a sus grandes divergencias con Nicolas Sarkozy.

Las razones profundas de esa divergencia residen en concepciones totalmente opuestas sobre la forma en que debía organizarse el plan de rescate europeo. Francia y los tres países de Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo) preconizaban una respuesta conjunta, mientras que Alemania, Gran Bretaña o Irlanda sostienen que cada país debe hacer frente a sus propios problemas.

El cónclave de tres horas, que se realizó en el Palacio del Elíseo, fue seguido de una breve cena.

Al terminar, los dirigentes ofrecieron una conferencia de prensa conjunta. La presencia de todos los miembros del G4 más los tres líderes europeos en la mesa no fue un indicio de unidad, sino que constituyó una muestra de desconfianza: en la práctica, todos se dedicaron a "marcar" a los otros participantes.

El resultado más importante fue -por omisión- que la cumbre rehusó crear un fondo europeo de 430 mil millones de dólares para poder sostener a los bancos en dificultad. Sarkozy reconoció que fue imposible adoptar una posición común debido a la feroz oposición de Alemania. La reunión también descartó acciones colectivas de intervención. En su reemplazo, sólo adoptaron el compromiso "solemne" de sostener a las instituciones en crisis.