Cuando en esta tierra se les llamaba a las cosas por su nombre, esto podía llamarse, en unos casos, insolidaridad, y en otros -los extremos- incluso desfachatez. Ahora que, por lo visto, y según la Junta de Andalucía, los niños aprenden más lengua en la televisión que en el Colegio, ya no sé que calificativo se le dará a estas cosas. Yo que no veo esa invasión de telenovelas de clase B, con lenguajes ajenos al nuestro, y una pobreza expresiva que asusta, igual puedo ponerles estos calificativos.

Confieso que me veo condicionado por dos hechos que han desembocado en cabreo mayúsculo, y que me han hecho salir del tabanco con cajas destempladas e irme a mi casa a escribir estas líneas. El primero ha sido el comentario de Felipe, el tabanquero, cuando le he dicho que acababa de leer en la prensa que el ex ministro Atienza, ahora presunto responsable del apagón barcelonés, tiene un contrato blindado de 755.000 euros. Pero esto, que supone el blindaje de lo que gana en un año, revela sueldos de ex cargos públicos en empresas públicas que llaman la atención, no es lo que me disgustó. Fue el comentario de Felipe. "Ya lo haría yo si pudiera". Es decir, que la cultura ha calado. Que uno roba, pues yo no lo hago porque no puedo; que alguno se pasa de la raya, pues ya lo haría yo si me fuera posible. En fin, que da lo mismo ocho que 80. El ejemplo ha cundido, y la impunidad campa por sus respetos. No hay como haber sido ministro para asegurarse un futuro que los demás nos tenemos que ganar a pulso y, además, demostrarlo. A ver si va a tener razón Fernando Alonso con aquello de que me da igual ganar o no que yo cobro lo mismo.

La segunda cosa que me ha sacado de mis casillas es el sueldo de los "padres de la patria" que, quizás, por aquello de que "cuando seas padre, comerás huevo" se olvidan de los que les han votado y están en paro, de los que les han votado y no les alcanza para comprarse un piso, de los que les han votado y sólo alcanzan a la categoría profesional de mileuristas, de los que les han votado y, a duras penas, llegan a fin de mes; a base de políticas sociales, que al final sólo acaban con proponernos que nos dejemos subvencionar, ¡paradojas de la vida!, deciden lo siguiente: se suben el sueldo medio punto por encima del IPC -el resto de los españoles, en el mejor de los casos, nos tendremos que conformar con menos-; si no salen reelegidos para este "servicio" al pueblo y en representación del mismo, recibirán indemnización. Cobrarán esta especie de "paro" porque habrán perdido -igualito, igualito que el común de los mortales-; 2.900 millones de euros nos costará la broma. Pues bien, en lo de la subida nadie ha puesto el grito en el cielo ni se ha rasgado las vestiduras. En esto, las diferencias entre sus señorías se liman con más facilidad que en lo que nos afecta a los demás ciudadanos. Aquí en Andalucía, tres cuartos de lo mismo. El fondo destinado a este fin por nuestro Parlamento supondrá 1,5 millones de euros.

Cuando en esta tierra, a las cosas se les llamaba por su nombre, esto se calificaba con dos términos: insolidaridad y desfachatez. Porque con más de dos millones de parados, con el crecimiento de los mileuristas, con pensiones miserables en demasiados casos, una medida como la tomada por el Congreso no ayuda a que aumente nuestra confianza en los que nos representan. Y más si presuntamente muchos de ellos parece que cobran por sólo pulsar el botón de votaciones que les dice su jefe de filas.

Por eso, cuando Antonio, otro de los contertulios del tabanco apostilló que lo mejor no era encontrar trabajo sino que para marzo te pusieran en las listas, salí de allí echando chispas.

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