{"id":861,"date":"2004-03-31T22:00:00","date_gmt":"2004-03-31T22:00:00","guid":{"rendered":"http:\/\/informaria.info\/?guid=e7a8dc75dbc24f622464a29fa4620601"},"modified":"2018-01-09T18:36:32","modified_gmt":"2018-01-09T17:36:32","slug":"una-mujer-llorando","status":"publish","type":"post","link":"https:\/\/www.agendaempresa.com\/861\/una-mujer-llorando\/","title":{"rendered":"Una mujer llorando"},"content":{"rendered":"

La imagen del dolor forma parte del repertorio tradicional de la pintura. Basta con observar todos los Cristos crucificados que se han representado desde la Edad Media, las lamentaciones al pie de la Cruz, o las m\u00faltiples escenas de m\u00e1rtires que proliferaron en la \u00e9poca de la Contrarreforma… La resignaci\u00f3n o el espanto, los gestos de desesperaci\u00f3n, las miradas perdidas y las manos retorcidas, los cuerpos convulsionados en las llamas del infierno, los abismos de horror en los que se ven inmersas las madres de los santos inocentes, asesinados bajo sus propios ojos… nada de todo ello puede sorprender al visitante familiarizado con los museos, y menos aun al devoto que reza en las iglesias al pie de un cuadro que probablemente ni siquiera mira… Estas im\u00e1genes no pueden impresionar al que conoce la funci\u00f3n para la que fueron creadas en la imaginer\u00eda cristiana, es decir, recordar a cada cual que el sufrimiento, constante en este mundo, es inevitable y solo constituye un paso hacia el reino celeste y sus recompensas eternas.<\/p>\n

Los pintores, en este sentido, tuvieron siempre la preocupaci\u00f3n de mostrar el dolor aureolado de belleza. Sea cual fuere la profundidad de su tormento, las figuras no dejan por ello de ser nobles, a veces hier\u00e1ticas, a fin de que se conciba de antemano la felicidad que se les reserva. La gravedad, la grandeza y el desapego de los personajes muestran que hubiesen podido soportar aun m\u00e1s si hubiese sido necesario. Crucificados, quemados, descuartizados, martirizados hasta el alma, a lo sumo se permiten algunas l\u00e1grimas, un simple desfallecimiento, apenas un desmayo.<\/p>\n

Liberada del contexto religioso, la pintura ha conservado esa tenaz costumbre de la elegancia a toda costa, hasta llegar a la teatralidad desbordante del academicismo del siglo XIX… La serena agon\u00eda y el pesar lancinante, los amores traicionados y la soledad sin remedio, todo ello colgado en las paredes de los salones burgueses, sin \u00e1nimo de molestar a nadie. Resultaba f\u00e1cil y tranquilizador olvidar todo lo que esas im\u00e1genes significaban en realidad…<\/p>\n

Picasso rechaza esa mentira piadosa, manda al diablo los artificios y las conveniencias: su “Mujer llorando” parece un espejo hecho a\u00f1icos cuyos fragmentos se hubiesen reunido de manera torpe. Los colores no buscan la armon\u00eda, sino la discordancia. Todo es puntiagudo, agresivo, casi amenazador. Es posible que el espectador habitual considere este cuadro demasiado feo para que su contemplaci\u00f3n resulte agradable. Y casi tiene raz\u00f3n, pero s\u00f3lo casi; pues la fealdad no reside en el cuadro mismo, ni en la mujer, que es horrible, ni siquiera en la mente perversa del pintor: es el sufrimiento, en realidad, el que resulta feo, horrible y perverso. Esta mujer parece un monstruo porque su dolor es monstruoso. No se comprende nada de tal rostro porque ella misma no comprende nada de lo que le sucede. El horror no es ella, sino lo que el dolor hace de ella. Se siente asolada, rota, todo la hiere, la aturde, su pa\u00f1uelo le desgarra el rostro, sus l\u00e1grimas le perforan las mejillas. Su sombrero, torcido, corona un rostro dislocado. Hermoso sombrero que parece ahora irrisorio. Cuando se lo puso, hace un instante o unas horas, no pod\u00eda prever que no ser\u00eda apropiado para las circunstancias… Se deseaba hermosa y ahora parece absurda. Nos gustar\u00eda quit\u00e1rselo delicadamente, para que al menos no resultase rid\u00edcula… Pero Picasso la ha querido as\u00ed, vulnerable, humillada.<\/p>\n

Y de ah\u00ed un malentendido: cu\u00e1ntas veces hemos o\u00eddo y le\u00eddo que este tipo de im\u00e1genes eran la prueba evidente de la “perversidad” del pintor, capaz de tratar as\u00ed el rostro de las mujeres… \u00bfSomos aun incapaces de comprender la humanidad de que tuvo que dar pruebas el artista para producir tal imagen? No siente lo que soporta esa mujer, pero sabe lo que quiere decir el sufrimiento y lo que pinta es la sensaci\u00f3n del dolor. Se mete literalmente en la piel de esta mujer para plasmar el esc\u00e1ndalo de su desgracia. Con el, el sufrimiento del otro no es ya un espect\u00e1culo. Es intolerable porque el ser testigo lleva a uno mismo a su propio dolor. Contemplar este cuadro es hacer la experiencia de la compasi\u00f3n, en su sentido propio: es sufrir con ella, vivir como ella, al mismo tiempo, y no importa por qu\u00e9, y sentir el mismo desplome.<\/p>\n

A falta de ello, el espectador no puede ser sino mero espectador, como el que mira las fotograf\u00edas de las atrocidades de la v\u00edspera en los peri\u00f3dicos o en los reportajes televisivos…<\/p>\n

Picasso, al pintar esta obra emblem\u00e1tica nos ha privado del derecho a la indiferencia ante las im\u00e1genes con el pretexto de que no son m\u00e1s que im\u00e1genes… Es una de las cosas vitales que le debemos. <\/p>\n

francoisegall@aol.com<\/a><\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

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