Según el Fondo Monetario Internacional (FMI) en su último informe, publicado a mediados de octubre, la economía mundial se encuentra en una fase de desaceleración y la proyección de crecimiento para 2019 ha sido de nuevo revisada a la baja, hasta el 3,0% (dos décimas menos de lo previsto en julio). Las mayores barreras comerciales, la elevada incertidumbre en torno al comercio internacional y las tensiones geopolíticas, además de factores estructurales (escaso aumento de la productividad o envejecimiento de la población en las economías avanzadas) están limitando el crecimiento.

En particular, la industria manufacturera se ha debilitado sustancialmente por las tensiones comerciales, que han afectado a la confianza empresarial, las decisiones de inversión y el comercio internacional, a lo que se uniría en el caso de la industria del automóvil la incertidumbre generada por las nuevas normas sobre emisiones en la Zona Euro y China. Sin embargo, el sector servicios ha seguido mostrando un especial dinamismo, que ha sostenido la creación de empleo, si bien no puede descartarse que la fragilidad de la actividad manufacturera afecte al sector, ya que algunos indicadores adelantados, como los nuevos pedidos de servicios, se han moderado en EE. UU., Alemania y Japón.

Para 2020, el FMI prevé una leve mejora del crecimiento, hasta el 3,4%, aunque tres décimas inferior a lo previsto el pasado mes de abril, si bien esta recuperación no será generalizada. En concreto, el crecimiento de las economías avanzadas se mantendrá en el 1,7%, en tanto que el de las economías emergentes repuntará siete décimas, hasta el 4,6%, en gran medida como consecuencia de la recuperación o caída menos acusada en economías emergentes que han estado sometidas a fuertes tensiones, como Turquía o Argentina, o que registrarán en 2019 un crecimiento inferior al de 2018, caso de Brasil, India o Rusia. No obstante, los riesgos a la baja siguen siendo elevados, destacando las barreras comerciales y el recrudecimiento de las tensiones geopolíticas, incluyendo los riesgos derivados del Brexit, y sin olvidar la incertidumbre en torno a las políticas internas.

El FMI también ha revisado en una décima a la baja la perspectiva de crecimiento para este año de la economía española, hasta el 2,2%, una tasa que sería algo superior a la estimada por otros organismos, que la sitúan más en el entorno del 2%, con la demanda nacional como principal motor. En este sentido, la actualización del Escenario Macroeconómico 2019-2020, incluido en el Plan Presupuestario 2020 remitido por el Gobierno a la Comisión Europea a mediados de octubre, señala un crecimiento de la economía española del 2,1% en 2019 y del 1,8% en 2020, tasas superiores a las previstas para el conjunto de la Zona Euro, pero inferiores en una décima a las previstas anteriormente, aunque no hay que olvidar que estas tasas se encuentran afectadas por la revisión estadística de la Contabilidad Nacional realizada en el mes de septiembre. Por otra parte, los últimos datos de las Cuentas Financieras de la Economía Española reflejan la prolongación del proceso de desapalancamiento del sector privado iniciado en 2010, reduciéndose la deuda consolidada de empresas y hogares en el segundo trimestre del año hasta el 132,1% (58,6% de los hogares y 73,4% de las empresas), niveles de finales de 2004.

En cuanto a la economía andaluza, en la primera mitad del año, el Producto Interior Bruto (PIB) habría crecido a una tasa interanual del 2,5%, frente al 2,1% de la economía española, ya que la ralentización de la demanda interna, tanto del consumo como de la inversión, se ha contrarrestado con una mayor aportación positiva del saldo exterior neto. Exceptuando el sector agrario, todos los sectores han crecido, destacando los incrementos en la construcción y el sector servicios, lo que se ha reflejado en el mercado laboral, registrándose hasta septiembre un aumento en torno al 3,1% en el número de trabajadores afiliados a la Seguridad Social, casi medio punto superior al crecimiento en el conjunto de España. No obstante, la elevada incertidumbre (tensiones comerciales y aranceles de EE. UU., Brexit, etc.) estaría incidiendo en la confianza empresarial, y tanto en Andalucía como en España el porcentaje de establecimientos que considera que la marcha de su negocio será desfavorable en el cuarto trimestre supera al porcentaje de los que consideran que será favorable, por lo que el balance de expectativas (diferencia entre opiniones positivas y negativas) sería negativo.

No obstante, las perspectivas apuntan a una prolongación de la senda de crecimiento de la economía andaluza, que podría cerrar 2019 con un crecimiento del 2,3%, según se señala en el Proyecto del Presupuesto de la Comunidad Autónoma para 2020, dos décimas superior a lo que se estimaba el pasado mes de mayo, en tanto que para 2020 se espera un crecimiento del 1,9%. Por el lado de la demanda, el crecimiento seguiría sustentado en la demanda interna, mientras que, desde la perspectiva de la oferta, todos los sectores contribuirían al crecimiento, de forma que el número de ocupados podría crecer en torno a un 2%.

 

Felisa Becerra Benítez Felisa-Becerra web 

Analistas Económicos de Andalucía

www.analistaseconomicos.com

 

Artículo incluido en la revista de noviembre de Agenda de la Empresa