El COVID-19 está provocando la mayor crisis desde la II Guerra Mundial y la peor recesión económica desde la Gran Depresión, como ha señalado recientemente el Fondo Monetario Internacional. Al margen de esta recesión, la pandemia está provocando un alto coste en vidas humanas, con casi 170.000 fallecidos y alrededor de 2,5 millones de casos confirmados en el mundo, según cifras de la Organización Mundial de la Salud a 22 de abril. España es el segundo país más afectado, después de EE. UU., con más de 200.000 casos y casi 22.000 fallecidos, cifras que evidencian por sí mismas la magnitud de la crisis. Esto ha llevado al Gobierno a solicitar la tercera prórroga del estado de alarma, que se prolongará al menos hasta el 10 de mayo.

Las medidas puestas en marcha para intentar paliar la crisis sanitaria (confinamiento de la población, paralización de actividades productivas) están provocando un severo impacto sobre la producción y el empleo. En EE. UU., por ejemplo, las solicitudes de prestaciones de desempleo, que en los últimos diez años siempre han estado por debajo de las 500.000, llegaron a superar en la última semana de marzo los 6,8 millones, manteniéndose esta tendencia en semanas posteriores. En el caso de España, el número de afiliados a la Seguridad Social entre los días 12 y 31 de marzo ha disminuido en casi 900.000 trabajadores, aunque el impacto sobre el empleo es muy superior si tenemos en cuenta que los afectados por Expedientes de Regulación Temporal de Empleo (ERTEs) permanecen en situación de alta laboral pero no se encuentran trabajando, una cifra que superaría los 3,5 millones.

No obstante, el impacto de esta crisis es global. Así, según las primeras estimaciones del FMI, el Producto Interior Bruto (PIB) mundial podría descender este año en un 3%, en tanto que para 2021 la economía podría crecer un 5,8%, siempre y cuando la pandemia se disipe en el segundo semestre de 2020 y las medidas de contención puedan replegarse gradualmente. Por tanto, no puede descartarse que el impacto pueda ser incluso más acusado. Asimismo, las medidas implementadas para mitigar los efectos de esta crisis dispararán el déficit público, que podría rondar el 10% del PIB mundial. La incertidumbre es muy elevada y la realización de proyecciones altamente compleja, ya que depende de muchos factores difíciles de predecir, con son la propia evolución de la pandemia, la intensidad y eficacia de las medidas de contención, los posibles cambios que puedan producirse en los patrones de gasto, etc., por lo que todas las cifras deben ser tomadas con extrema cautela.

Según las proyecciones del Fondo, la recesión será generalizada, pero más intensa en las economías avanzadas. Dentro de estas, la contracción sería mayor en la Zona Euro, para la que se prevé una caída del PIB del 7,5%, destacando los descensos en Italia y España (los países más afectados por Europa), del 9,1% y 8%, respectivamente. Para las economías emergentes también se estima un descenso de la producción, aunque China crecerá un 1,2%, la menor tasa de los últimos cuarenta años. También la economía china se encuentra en una fase algo más adelantada de la crisis, de modo que mientras los índices de gestores de compras (PMI) ya han repuntado en marzo en el gigante asiático, en EE. UU. y la Zona Euro han sufrido importantes desplomes, especialmente en la Eurozona.

Para la economía española, el FMI pronostica una caída del PIB del 8% y una tasa de paro cercana al 21%, siendo uno de las economías más afectadas, en gran medida como consecuencia de su propia estructura productiva, más orientada al sector servicios y, particularmente, a la actividad turística. Estas previsiones no difieren en exceso de las recientemente presentadas por el Banco de España. En concreto, este organismo ha utilizado dos enfoques alternativos, uno de oferta y otro de demanda, con tres escenarios cada uno. En el primer caso, y utilizando como supuestos la duración del confinamiento y el momento en que se produciría la normalización de la situación tras el mismo, estima que el PIB podría descender entre el 6,6% y el 8,7%, esto último si la normalización fuese casi completa al cuarto trimestre. Algo superior sería el impacto atendiendo al enfoque de demanda (entre el -6,8% y el -9,5%), aunque si el confinamiento se prolongase a 12 semanas, la normalización fuese incompleta a fin de año (especialmente en ocio y hostelería) y las dificultades de liquidez de algunas empresas se tradujesen en problemas de solvencia las caídas podrían superar el 12%. Para 2021, se recuperaría parte de la producción y el empleo, aunque no toda, estando todo supeditado al riesgo sanitario en los próximos meses o la capacidad de reactivación del tejido productivo.

En Andalucía, las estimaciones apuntan a caídas de la producción en el entorno del 5% en el escenario más optimista, con un impacto quizás algo más acusado que en el conjunto nacional, lo que coincidiría con la trayectoria de las cifras de empleo. Andalucía es la Comunidad Autónoma donde las afiliaciones a la Seguridad Social se han reducido en mayor cuantía en el mes de marzo, registrándose casi 200.000 afiliados menos que en febrero. Sin duda, esta evolución está relacionada con la estructura productiva y el peso de actividades como el turismo y la construcción, las más afectadas por la caída del empleo.

 

Felisa Becerra Benítez Felisa-Becerra-web

Analistas Económicos de Andalucía

www.analistaseconomicos.com

 

Artículo incluido en la revista de mayo de Agenda de la Empresa