La movilidad de las personas es la base sobre la que descansa la actividad empresarial turística. Prohibida la movilidad, el turismo no es que haya desacelerado o decaído, sino que ha desaparecido. Las empresas andaluzas han estado durante más de 60 días sin ingresar absolutamente nada, con muchos de sus gastos mantenidos y el resto aplazados.

Pero recuperar la movilidad no es suficiente para recuperar la actividad empresarial turística. Una cosa es que las personas recuperen la capacidad para viajar o ir un establecimiento de hostelería y otra que lo hagan. Una cosa es que las empresas tengan la capacidad jurídica para volver a su actividad, y otra que dispongan de la financiación y de los recursos técnicos y organizativos necesarios para hacerlo.

Por eso, entre todos, hay que lograr esa conjunción entre generar el deseo y la confianza en el turista para volver a consumir turismo, con la capacidad de las empresas de satisfacer a ese turista que, sin duda, va a reclamar nuevas exigencias tanto de los establecimientos y servicios, como de los territorios.

La clave está en acertar cuáles son esas exigencias, satisfacerlas y adoptarlas en el momento oportuno, y para eso solo hay un método: escuchar al turista.

Mientras tanto tenemos que aproximarnos a sus demandas y a restituir nuestros servicios. En primer lugar, construyendo y reforzando una imagen de seguridad. Introduciendo medidas de prevención en los negocios. Formando e informando a los trabajadores. Garantizando un uso responsable de nuestras infraestructuras.

Exigiendo a los territorios que éstos también adopten las medidas oportunas de seguridad en los espacios públicos, en monumentos y museos. Construyendo una política de promoción, para la cual es posible destinar muchos de los fondos que ya estaban comprometidos para acciones que finalmente no se han desarrollado. Una política que ponga el acento en la seguridad, en nuestra capacidad sanitaria y logística para evitar un nuevo brote, y responder adecuadamente si se produjera.

Invirtiendo en conocimiento e innovación, favoreciendo un incremento de la digitalización del sector empresarial que, fundamentalmente en el ámbito de la hostelería, requiere acentuar formas de relación telemáticas.

Favoreciendo la inversión, sobre todo en el sector hotelero, que previsiblemente se vea necesitado de acometer obras y reformas que faciliten la confianza y seguridad de sus clientes.

Impulsando la actividad de los servicios de intermediación, cuya estabilidad financiera está hoy cuestionada por la gestión de la paralización de las actividades. También será necesario continuar teniendo capacidad para financiar y retrasar nuestros gastos. Exigir que se condonen aquellos de carácter fiscal vinculados al ejercicio de la actividad, que no se han podido desarrollar. No tiene sentido pagar tasas vinculados a usos de espacios, que el propio Estado ha prohibido usar.

Y por supuesto continuar con los mecanismos de flexibilización de nuestro mercado laboral, favoreciendo la continuidad de la suspensión de los contratos de trabajo, en tanto en cuanto no sea efectivo el ejercicio de la actividad.

Junto a ello, es necesario movilizar la demanda, introducir medidas que favorezcan el gasto en servicios turísticos, bien mediante la bonificación directa de ese gasto, bien mediante su bonificación a través de mecanismos fiscales, como el IRPF, que además permitiría a la Hacienda pública diferir este coste al próximo año fiscal, liberando para este ejercicio recursos para otras cuestiones.

Se trata de tomar medidas, adoptadas en consenso con el sector, siendo conscientes que su diseño debe basarse en la flexibilidad y la autocorrección, para que sea posible su adaptación constante a las demandas que el turista vaya trasladando con su comportamiento, unas demandas que todos deberemos escuchar para volver a la normalidad, a la magnífica normalidad de nuestro sector turístico.

 

Miguel Sánchez Miguel Sánchez WEB opinion

Presidente del Consejo Empresarial de Turismo

CEA