Cerramos uno de los peores años, por no decir el peor, desde nuestra óptica occidental, desde 1945, cuando finalizó la segunda gran guerra que asoló buena parte del mundo. El shock de la pandemia ha trastocado nuestra forma de vivir, que ya venía transformándose desde la crisis financiera de 2008, el impacto de la digitalización y la irrupción del populismo, una combinación de causas y consecuencias económicas, sociales y políticas de auténtico calado.

Finalizamos el año pues, con la sensación de que este shock nos ha llevado de golpe a ese lugar lleno de profecías e incertidumbres que hace años descontábamos en las presentaciones. Eran los entornos VUCA de la transformación tecnológica sobre los que se alumbraba un nuevo mundo, que veíamos todavía lejano, por una dinámica social refractaria a una realidad incierta, después de que, efectivamente, estuviésemos ya en “un cambio de época, no una época de cambios” (candidata a frase de la pasada década). ¿Y ahora? ¿Y entonces?

A principios de octubre Deutsche Bank difundió un estudio denominado “La era del desorden”, un trabajo del estratega del banco, Jim Reid, junto a cuatro investigadores en el que, analizando el comportamiento de la Economía en los últimos 160 años, apuntaba que “la segunda era de la globalización (1980-2020) comenzó lentamente y se ha ido desgastando gradualmente en la última media década. No obstante, el final de esta era se ha acelerado por el COVID-19 y, cuando, en los próximos años, miremos el espejo retrovisor, es posible que veamos 2020 como el comienzo de una nueva era”.

Reinicio. El sugerente título del informe muestra el lado escéptico (mira al futuro en clave de riesgos) de la clásica apelación al “gran reseteo”, necesidad de cambio estructural, que, sobre el título del libro del investigador de la universidad de Toronto, Richard Florida, en 2010, se hizo desde entonces tremendamente popular, hasta el punto de que fue adoptado por el propio Foro Económico de Davos, y de hecho, presidirá su próxima cita de enero.

Precisamente, para ello, ha ido celebrando una serie de debates al respecto, los “diálogos del gran reseteo” (the great reset dialogues) y ha reforzado el mensaje -dominante y de indudable calado- de la apertura de esta nueva era. Incierta para unos, llena de posibilidades para otros. Y, en cualquier caso, indiscutible para todos. Ahí escuchamos, entre otros, al coro de la élite económica estadounidense advertir sobre la reinvención del capitalismo y el reenfoque de la globalización.

En todo esto, la Comunicación juega un papel fundamental. Y la de los agentes privados (organizaciones, corporaciones y empresas) de manera muy relevante porque la enorme movilización de recursos públicos para hacer frente a la pandemia descansa sobre la capacidad futura de generación de recursos privados y, en consecuencia, de las mismas capacidades estratégicas de las organizaciones, corporaciones y empresas para ello.

Quizá ahora, la figura del dircom, como estratega corporativo, cobre la importancia que tiene y llegue a alcanzarla -dándole también el lugar que le corresponde- por encima de visiones ampliamente superadas cuando no “viejunas”, un adjetivo determinante en la actividad cotidiana y demasiado presente a veces. Y ahí, para un auténtico dircom, no se trata solo de tener conocimientos, habilidades y valores -condiciones necesarias pero no suficientes- sino de saber asumir liderazgos. Los que se ejercen a través del Propósito. Con mayúsculas.

Un Propósito asumido y compartido desde el puente de mando de las organizaciones, las corporaciones y empresas hacia el conjunto de sus equipos y personal y entre ellas.

Un Propósito para que los agentes privados puedan atravesar este mar de los sargazos -el desorden- y navegar hacia un nuevo mundo -el reseteo- que llegue a ser reconocido, reconocible y conlleve el reconocimiento.

Con los mejores deseos para 2021.

 

Francisco J. BoceroPaco Bocero WEB opinion

Periodista y Dircom

@PacoBocero

 

Artículo incluido en la edición de diciembre de Agenda de la Empresa