Ana Alonso Ana WEB opinion

Presidenta de FAME

 

 

El año pasado durante mi intervención con motivo de la entrega de los premios FAME, anunciaba con orgullo de pertenencia, que en 2020 nuestra organización cumpliría 20 años. Lejos estábamos entonces de adivinar siquiera que este sería el año en que nuestros corazones latirían con preocupación, con incertidumbre, y por qué no decirlo, con el miedo de que en nuestro entorno familiar y personal, al maldito coronavirus se le fuera la mano.

Apenas nos estábamos recuperando de la anterior crisis económica y financiera, cuando irrumpió en todo el mundo de manera violenta y dramática, una crisis sanitaria inédita hasta el momento y que está teniendo consecuencias devastadoras en nuestras vidas y en la economía de todo el planeta. Pudiera decirse, que la pandemia nos está poniendo a prueba como especie.

Si tuviera que resumir con una frase lo vivido durante estos larguísimos y dolorosos nueve meses, diría que han sido meses catastróficos en lo sanitario, en lo económico y en lo social. Lo que estamos viviendo está produciendo un profundo sufrimiento colectivo que, sin embargo, llevamos con la dignidad de quienes sabemos que a pesar de las adversidades debemos seguir en pie.

Con todo, soy moderadamente optimista y creo que como sociedad seremos capaces de reflexionar, extraer lecciones aprendidas de todo esto y orientarnos de manera sosegada hacia los cambios que, sin excusa, tenemos que acometer. Convencida estoy de que llegará un día en que celebraremos los aprendizajes compartidos en este periodo.

Comparto con Jacques Attali la idea de que a la vuelta, en lo formal ya nada volverá a ser lo mismo. A fin de cuentas, ya lo dejó sentenciado Heráclito: “Nadie se baña dos veces en el rio”. Por ello, la anticipación en el diseño de los escenarios futuros requiere apostar por un proyecto común de recuperación alejado de la actual polarización política y social, capaz de  superar viejos clichés basados en aquello de cuanto peor mejor.

Sin duda necesitamos reformular muchas cuestiones presentes en el actual escenario socioeconómico y financiero para poder abordar retos de gran calado. Me atrevo a decir que la actual situación nos conduce sin excusa alguna hacia un nuevo contrato social presidido por los principios del Estado de Derecho y los valores asociados al desarrollo sostenible. En consecuencia, la recuperación estará marcada por grandes transformaciones relacionadas con la digitalización, la ecología, las energías alternativas y con nuevas formas de trabajo que ya estamos ensayando. Ahora bien, lo que debe quedarle claro a quienes nos gobiernan es que la recuperación será posible gracias al dinamismo empresarial o esta no se producirá.

Aunque todavía nos movemos en un escenario incierto y nos queda una larga y dura travesía, la meta, intuyo, está cada vez más cerca. Los indicadores para ganar esta batalla son meridianamente claros; en lo sanitario tenemos las esperanza puesta en la efectividad de la vacuna; en lo económico, la solución pasa por la recuperación del musculo de nuestro tejido empresarial y por la apuesta por el talento y el saber hacer de nuestro capital humano; en lo político, el diálogo social y la confianza en quienes verdaderamente creamos empleo y generamos riqueza y valor, debería ser la cabecera de la hoja de ruta a seguir, y en lo territorial (auguro el fin de los ya desteñidos nacionalismos), más Europa que nunca.