José Mª López Jiménez José María López Jiménez WEB opinion

Director de RSC de Unicaja Banco

 

 

2020 ha sido el año más atípico de sus vidas para una parte sustancial de los habitantes del planeta. Ya conocíamos las crisis humanitarias en regiones concretas o las crisis económicas globales, pero jamás pensamos, mucho menos al dar la bienvenida a este año, prometedor como todos los que empiezan, en que padeceríamos una crisis sanitaria tan devastadora.

Nuestro primer recuerdo lo tenemos que dirigir, necesariamente, a quienes han perdido la vida o han padecido con severidad la enfermedad. También hay que reconocer la labor de los colectivos y de las personas que han batallado en primera línea desde el comienzo, sin posibilidad de confinarse. El esfuerzo de todos, pero, particularmente, el del sector sanitario, ha sido memorable. Nuestras sociedades y el conjunto de la ciudadanía han mostrado mayoritariamente su capacidad de adaptación y de resiliencia.

Hemos descubierto cualidades que atesorábamos ocultas. Hemos rehecho nuestras vidas personales y profesionales, y la forma de relacionarnos con nuestros familiares y allegados, al igual que hemos reorganizado la actividad de las administraciones públicas y de las empresas.

El recurso a la tecnología ha sido crucial para salvar la distancia social. En apenas unos meses se ha adelantado y materializado lo que, en condiciones normales, habría necesitado el transcurso de lustros.

Hemos dado valor a principios básicos, que jamás debieron ser postergados u olvidados, cuyos contornos comenzaban a borrarse: la debida consideración hacia los mayores y los más vulnerables; la necesidad de disponer de un sistema sanitario adecuado y de invertir en ciencia, innovación e investigación; la dependencia del medioambiente; la imprescindible buena gobernanza de los países y de la sociedad global, para que resulten atendidas las necesidades básicas de los ciudadanos y de las empresas.

Con todas las cautelas, esperamos, como de todo año nuevo, lo mejor de 2021. El proceso de vacunación iniciado, en tiempo récord, dentro del propio año 2020, nos hace albergar esperanzas sobre el posible retroceso de la enfermedad, el paulatino regreso a la verdadera normalidad y la cicatrización de las heridas de todo orden originadas por la pandemia.

Llegará el momento de redefinir con sosiego la relación y las vías de colaboración entre lo privado y lo público, entre lo individual y lo colectivo, de forma equilibrada y que permita que los efectos positivos de estas irrenunciables interacciones se multipliquen en beneficio de todos.

Desde un prisma más empresarial, todo lo acaecido permitirá profundizar en un nuevo debate, ya iniciado antes de la pandemia, como es el de la sostenibilidad y los factores ambientales, sociales y de gobernanza (ASG). Las compañías, además de ser sostenibles económicamente, tendrán que prestar atención a los impactos de su actividad en la sociedad, y a cómo la sociedad influye en ellas.

El reto vendrá constituido por la medición con exactitud del impacto ambiental y social, para su alineamiento, a través de la gestión empresarial, con los grandes objetivos de la Agenda 2030 y de la lucha contra el cambio climático.

Las grandes compañías tendrán que liderar este cambio, aunque todo el tejido productivo sin excepción deberá asumir este enfoque, con la colaboración de un sector bancario dispuesto a financiar la transición sostenible poniendo en práctica el nuevo paradigma de las finanzas sostenibles, y a las personas, como es natural, en primer lugar.