Francisco J. Bocero
Periodista y Dircom
Con sinceridad: si ya resulta complicado hacer ejercicios de futurología en tiempos estables (Ah, ¿pero hay tiempos estables?) aún lo es más en momentos de incertidumbre en grado indefinido (como estos), pero hay que intentarlo. Sin miradas epistemológicas (desde esa incertidumbre) y reduciendo las cosas casi a pura intuición práctica.
La verdad es que este 2021 debería ser un año de ánimo y motivación para recuperar gran parte de lo perdido durante el pasado (en términos macroeconómicos). Las esperanzas en la fiabilidad de las vacunas y la rapidez -relativa en todos los sentidos- de su efectividad auguran un efecto “rebote” que, sin ser suficiente, naturalmente, mantendría el pulso en sus constantes mínimas.
Así que, con estas dos premisas, ¿qué nos puede traer 2021 para la Comunicación?
El hecho indiscutible del cambio. Una idea que no tiene nada de indefinición tal y como se están desarrollando los acontecimientos y que hay que redimensionar en nuestra vida profesional y personal (imposible la primera sin verla desde la segunda). Cambian las circunstancias, evolucionan las herramientas, se modifican los procesos y se refuerzan los valores. Son los elementos estructurales de siempre pero mirándolos con la curiosidad y la resolución de puesta al día. Comenzando por la visión…
Cambian las circunstancias. Llevamos en torno a quince años inmersos en la llamada a la transformación digital y hasta la llegada de la pandemia no ha parecido que se hubiese entendido en profundidad lo que esto supone (y de un modo mayoritario). A pesar de las apariencias, en demasiadas ocasiones se han tratado de adaptar las fórmulas tradicionales de gestión y acción (en especial las organizacionales, porque en las empresas han ido muy por delante) a una simple adaptación a Internet (y a las redes sociales, donde había que estar).
Evolucionan las herramientas. Y esto nos lleva a conocer y mejorar continuamente la capacidad de las iniciativas que podemos pensar y ejecutar. No se trata de convertirnos en tecnólogos sino de aprender los fundamentos básicos y aprovechar los recursos tecnológicos que podemos tener a nuestra disposición. Por ello, la relación con los equipos de IT es más importante que nunca y su valoración, igualmente, más importante que nunca.
Se modifican los procesos. A partir de lo anterior, los procesos para llevar a cabo las actividades deben facilitarnos el trabajo, la obtención de resultados y sobre todo su evaluación, que requiere de rapidez y visión estratégica. El peligro de perderse en la obsesión por el dato frente al conjunto y en el detalle sin contextualización es real y cotidiano. Y, en otro orden de cosas, lo que importa es la eficacia y la efectividad, no el calentamiento de silla aunque sea a distancia. En esto, el cambio llevaba mucho tiempo asentado en las empresas más productivas y las organizaciones más ágiles y útiles.
Se refuerzan los valores. Por supuesto, esto supone reforzar los valores fundamentales que deben guiar la comunicación: ética, transparencia y autenticidad (que nada tiene con la excentricidad, por cierto). La primera, se le supone; la segunda, es imprescindible y la tercera marca la diferencia porque representa la confianza y la credibilidad. El refuerzo constante pasa el compromiso en estos valores fundamentales, especialmente en los peores momentos de las crisis. Porque ahí están los liderazgos -los que se forjan sobre la realidad, no sobre las teorías y apariencias- y si aspiramos a que la comunicación sea un arma de liderazgo, solo puede asentarse sobre este cambio que se sostiene sobre valores.
Ahora, a por el año.