Pedro Caldentey WEB Pedro Caldentey

Director del Departamento de Economía Universidad Loyola Andalucía

@PedroCaldentey

Hay muchas variables que hacen de este 2021 un año clave en lo económico y en lo político, en lo nacional y en lo internacional. Estamos algo escarmentados en el ejercicio de declarar que lo peor ha pasado o que la ola ha llegado a su pico. Pero es lógico pensar que la extensión de las vacunación nos permitirá que la segunda mitad del año se pueda analizar en clave de recuperación.

Para salir de esta crisis limitando los destrozos y asegurar que sea una crisis coyuntural, causada por un accidente y no por defectos estructurales, hay que afrontar con mucho rigor y visión los viejos desafíos que la pandemia ha puesto tanto en evidencia, así como las oportunidades que nos ofrecen las respuestas nacionales, europeas y globales que hemos definido contra ella.

Es la hora del acuerdo y de encauzar algunos comportamientos políticos que compiten con los desastres y las pandemias en su capacidad de crear efectos negativos y que se resumen en el afán de nuestras fuerzas políticas por discrepar, pero haciéndolo de manera vacua e intrascendente. En vez de pensar en la eficacia de nuestras políticas y en el ajuste de los desequilibrios normativos y de competencias de nuestras administraciones públicas, nuestras autoridades juegan a ver quién la dice más gorda en el telediario.

Opacan así la labor de los funcionarios y las autoridades que sí están a lo que deben y nos dejan esa sensación de desamparo que 2020 nos ha dejado instalada. Confiábamos en un 2021 libre de elecciones, pero el posible atraso de las catalanas nos condena a varios meses y días de teatro electoral y frena que se encauce ese asunto tan importante para los equilibrios políticos. 2021 no permite demoras. Es un año de reconstrucción de los intensos daños de la pandemia para evitar que se arraiguen en nuestro tejido económico y social y exige consenso y sensatez.

Es la hora de las reformas pendientes. No hablemos solo de su asociación a los fondos Next Generation de la UE porque eso nos llevaría a expresarlas en clave de condicionalidad y la austeridad nos enseñó que esa no es la forma de abordarlas. La reforma de nuestro calamitoso mercado laboral, la reforma de las pensiones, la reforma educativa no son castigos impuestos, sino la base de un modelo sostenible e inclusivo. Debemos abordarlas con el afán de construir una sociedad más equilibrada, con más futuro. Debemos contruirlas con rigor, con datos, con herramientas que nos permitan evaluar, corregir y cumplir.

Es la hora de la eficacia, de organizar buenos planes y obtener buenos resultados, que es un objetivo alcanzable para una sociedad rica y grande como es la española en el entorno global. Decía Victor Lapuente es una de sus columnas en El País que España falla en lo imprevisto, que “fracasamos en la gestión de la incertidumbre, porque no requiere protocolos y firmeza, sino imaginación y flexibilidad. No hay mapas para pandemias o borrascas ignotas. Más que aplicar los procedimientos estándares operativos, nuestra especialidad nacional, debemos cambiar la forma de pensar”. Hay que romper con la dinámica que nos hace buscar el desacuerdo y la competencia por una que nos lleve a la colaboración y a los logros colectivos, una que nos permita aprovechar el talento de la ciudadanía y las empresas que brillan en sus sectores o disciplinas o que ayudan a que otros lo hagan. Hay muchos ejemplos en la historia pasada y reciente de la capacidad de la sociedad española de enfrentarse a grandes retos. ¿Por qué no poner lo mejor del Estado, de la empresa, de las organizaciones y de la ciudadanía al servicio de la recuperación de la pandemia, o de la gestión de la vacunación o de la atención sanitaria?

La prueba de si lo sabremos hacer va a ser la ejecución de los fondos europeos. Si los usamos todos y al ritmo necesario; si los dedicamos a construir una economía más diversa, más innovadora, más verde, más inclusiva, o nos dedicamos a repetir esquemas. Si diseñamos proyectos basados en lo más prioritario y en los actores más pertinentes y capaces, sean públicos o privados, rojos o azules, o nos repartimos todo por cuotas representativas regionales o políticas.

Es la hora de definir nuestro futuro próximo, de marcar los objetivos de la España post-transición. Los cuarenta años de democracia nos han llevado a ser un país que forma parte de la primera división. No estamos en los puestos de descenso pero estamos todavía en la parte baja de la tabla y toca subir a la parte alta, para rozar la Champions o jugarla de vez en cuando. No podemos hacerlo sin unas administraciones modernas y capaces, sin un mercado laboral libre de esas cifras récord de desempleo, sin un ascensor social con fuerza para no dejar a nadie atrás, sin un tejido empresarial capaz de crecer en sectores de futuro. Por eso, la recuperación y los fondos e instrumentos que vienen del renovado proyecto europeo nos ponen frente a la hora de la verdad.

 

Artículo incluido en la edición de febrero de Agenda de la Empresa