Margarita Paneque Margarita Paneque WEB opinion

Delegada del CSIC

Andalucía y Extremadura

 

Muchas personas que han dedicado su vida a la ciencia manifiestan que su vocación se la transmitió algún profesor que supo hacer la ciencia atractiva con sus explicaciones. En mi caso, creo que mi vocación por la ciencia la llevaba en el ADN; tanto mi padre como mi madre eran químicos, mi padre fue investigador, y mi madre, que a pesar de tener una fuerte vocación científica no pudo ejercer profesionalmente, desarrollaba la ciencia en casa, con sus enseñanzas y razonamientos; y posiblemente ahí estuvo la semilla de mi vocación, que se desarrolló tanto por mi curiosidad por entender cómo ocurrían las cosas que veía a mi alrededor, como por mi constatación de mi propio desconocimiento: eran tantas las cosas por aprender, por entender, por explicar… Siempre me gustaron los experimentos, y posiblemente cuando pude hacer experimentos en un laboratorio de química en el colegio fue cuando me decanté por dedicarme a esta parte de la ciencia.

Nunca me he arrepentido de elegir este camino, y además, la investigación científica te posibilita el formar parte de una red de personas de todo el mundo, con las que estableces fuertes vínculos que nacen de compartir la ilusión por un proyecto, la emoción de ir viendo cómo se desarrollaba el trabajo, la satisfacción de haber unido esfuerzos y de haber colaborado en una causa común. Es quizás un sentimiento muy parecido al que me une a las personas con las que comparto el voluntariado en una ONG de desarrollo; la emoción y la satisfacción de construir algo juntos con las que aportar nuestro granito de arena para contribuir a que el mundo sea mejor.

Además, tengo la satisfacción de haber desarrollado mi carrera investigadora en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que ha sido pionero en establecer políticas encaminadas a conseguir la igualdad entre hombres y mujeres. La Comisión de Mujeres y Ciencia del CSIC, creada en 2002 con la misión de asesorar a la presidencia del CSIC y realizar estudios, seguimiento y proponer acciones para la optimización de la carrera científica de las mujeres en el organismo, ha sido elegida hace unas semanas como ejemplo de buenas prácticas por Science Europe, asociación que agrupa a las principales agencias europeas financiadoras de la investigación, y los organismos de investigación más destacados. El informe 2020 de Mujeres Investigadoras muestra que en el CSIC sigue mejorando la paridad y es más igualitario que otras instituciones tanto españolas como europeas.

Partimos de una base de mucha desigualdad, y el camino va a ser largo, pero soy optimista y creo que la toma de conciencia y el recordarnos continuamente que no pueden cesar las acciones de vigilancia de la igualdad van a seguir dando sus frutos. Y confío en que en el horizonte final podremos decir que “las mujeres, para cambiar el mundo, no necesitarán mostrar otra cosa que su inteligencia”, parodiando a Rita Levi Montalcini, quien opinaba que “las mujeres que han cambiado el mundo no han necesitado nunca mostrar otra cosa que su inteligencia”.

Si tuviese frente a mí a un grupo de niñas a las que les hablase de mi vida profesional, les diría que en sus manos está el futuro de todos; que cada una de ellas es una pieza insustituible en este engranaje del mundo, que sin la contribución de cada una de ellas el mundo va a ser un poco peor, y que no cejen nunca en su empeño de perseguir sus sueños, y que aunque se encuentren muchos obstáculos, ellas mismas son las que pueden hacer sus sueños realidad.