Pedro Caldentey WEB Pedro Caldentey

Director del Departamento de Economía de la Universidad Loyola Andalucía

@PedroCaldentey

 

No son tiempos donde ser optimista luzca mucho. Nuestra cultura tiende a premiar los augurios negativos sobre los más esperanzadores. Y es cierto que el fin de la pandemia se aleja cada semana un poco, ya sea por cuestión de suministro de vacunas, o de relajamiento de las restricciones, de eficacia de nuestras administraciones o de irresponsabilidades personales.

Conviene en todo caso recordar que la pandemia es producto de un shock externo. Su intensidad ha sido tremenda, pero acabará cuando acabe el shock, no hay razones endógenas que lo alimenten. Parece que nos dejará, eso sí, dos consecuencias importantes junto a la dolorosa lista de víctimas. Por un lado, la de las restricciones asociadas a los contagios y a las posibles mutaciones del virus que combatiremos con mascarillas y más vacunas. Por otro lado, cuanto más duren las restricciones, mayor será el número de empresas que no sobrevivan a la crisis.

La recuperación, no obstante, llegará y será vigorosa. Los incentivos asociados a los fondos europeos tienen el máximo protagonismo. Pero hay otros motores en nuestra economía que van a ser importantes de la recuperación. Hay una demanda contenida que explotará en cuanto podamos levantar las restricciones. Aprovecharemos entonces el enorme potencial del mercado único, cuya complejidad y marco regulatorio tiende a opacar el que se trata de los procesos de la integración europea con más capacidad de trasformación.

Pero de entre los posibles ejes de la recuperación pos-COVID, me quiero referir especialmente al llamado milagro exportador español. Es una expresión popularizada en el entorno académico por un artículo de los profesores Juan de Lucio, Raúl Mínguez, Asier Minondo y Francisco Requena, en los Cuadernos de Información Económica de FUNCAS (¿Se ha producido un milagro exportador en España?, CIE número 266, 2018).

Sus propios análisis matizaban la expresión tanto como para rechazarla. Pero usarla es un ejercicio saludable en estos tiempos. La he usado frecuentemente en clase estos años, repasando las luces y sombras de la economía española, y genera un debate muy interesante sobre cómo construir a partir de la riqueza del tejido empresarial español.

La idea principal es que en el comportamiento de las exportaciones, en los peores años de la crisis y en los de recuperación, rompía el patrón tradicional de nuestra balanza de pagos: déficit de balanza comercial y de cuenta corriente, que se incrementa cuanto más crecemos.

¿En que se basaba la idea del milagro? Los autores identificaban que, tras la crisis desencadenada en el 2008, se habían producido varios elementos positivos. En primer lugar, un fuerte incremento de la tasa de apertura por exportaciones (del 23% en 2009 al 33% en 2016). En segundo lugar, experimentamos un inusual saldo positivo de la balanza comercial, desde el déficit récord del 6% en 2007, al superávit a partir de 2012, a pesar de la recuperación de la economía española. Y, en tercer lugar, al aumento tanto del número de exportadores regulares como de las relaciones de exportación regulares (las que se prolongan en el tiempo, por más de cuatro años).

Quizás sea éste último el elemento más interesante y particularmente en el caso de las nuevas exportaciones de carácter regular que se mantuvieron cuando empezó la recuperación. Los autores sugerían que la crisis había obligado a muchas empresas a introducirse en nuevos mercados para mantener su actividad y a empresas que ya exportaban a encontrar nuevos clientes ofreciendo nuevos productos o entrando en nuevos mercados. Y cuando empezó la recuperación, mantuvieron esas actividades.

Otros elementos negaban la existencia del milagro exportador: el ritmo de crecimiento del valor de las exportaciones fue similar antes y después de la crisis y comparable al de los países de la UE15; la cuota de mercado en las exportaciones mundiales de bienes y servicios no ha crecido, y la evolución del peso creciente de los mercados no tradicionales en las exportaciones españolas no creció especialmente en los años post-crisis, lo que no nos permite afirmar que la expansión a esos mercados sea parte del milagro.

No obstante, algunos patrones de comportamiento de la empresa española parecieron cambiar y sugieren movimientos en las estrategias empresariales, más abiertas a nuevas oportunidades. ¿Puede la crisis de la pandemia generar un repunte en la posibilidad del milagro?

Los resultados están sometidos a la incertidumbre. Parece que las exportaciones españolas han sufrido algo más que las de nuestros vecinos europeos dada la estructura sectorial de nuestras exportaciones de bienes y servicios (efecto del turismo). Pero parece que, aunque la crisis ha reducido mucho las exportaciones, no lo ha hecho igualmente ni el número de exportadores ni las exportaciones regulares. Por tanto, el potencial exportador solo estaría esperando la explosión de la demanda contenida para volver a crecer con fuerza, con más fuerza que las importaciones.

Por otra parte, las exportaciones agroalimentarias han ayudado a que la recuperación de las exportaciones haya sido relativamente mayor incluso en medio de la pandemia. Los datos de Andalucía refrendan esa evolución positiva dentro de la crisis. Según datos parciales del 2020, y a pesar del descenso con respecto al 2019, el sector exportador andaluz había generado superávit comercial en contraste con el déficit de España en su conjunto. Una clara tendencia positiva, que se sustenta también en las exportaciones regulares, que debería objeto preferente de atención en las estrategias de recuperación públicas y privadas.

No parece haber duda sobre que la recuperación del COVID-19 es la puerta a una nueva etapa en la economía española. Y que abriremos esa puerta liberándonos de las inercias y patrones negativos. La propensión y capacidad de nuestras empresas para exportar va a ser un factor clave en nuestro futuro.

 

Artículo incluido en la edición de abril de Agenda de la Empresa