Joaquín Nieto Joaquín Nieto WEB opinion

Director de la Oficina de la OIT para España

 

 

La recuperación económica y social ante la crisis provocada por la pandemia como oportunidad y los Objetivos de Desarrollo Sostenible como inspiración

La Agenda 2030 de Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible, que contiene 17 objetivos y 169 metas, constituye el programa de transformación más ambicioso que haya adoptado la humanidad a lo largo de su historia. No solo como reacción a los riesgos derivados de la desigualdad social y la insostenibilidad ambiental que amenazan a nuestro mundo, sino como proyecto común de convivencia para la paz y la prosperidad pensando en las personas y el planeta.

Hay quien se pregunta si esta agenda no se ha convertido en una declaración de buenas intenciones de Naciones Unidas sin efectos prácticos que ha quedado fuera de lugar en medio de una pandemia universal. Todo lo contrario. La COVID-19 nos ha enseñado que aquellos países más cerca del cumplimiento de los ODS han estado en mejores condiciones de afrontar la crisis provocada por la pandemia.

Los países que disponían de amplios sistemas de salud y de protección social han podido responder mejor no solo a la crisis sanitaria, sino también a sus devastadores efectos económicos y sociales. En la OIT hemos estimado que el 94% de los tres mil millones de trabajadores en el mundo -de los que dos mil millones son informales, sin contrato ni protección social- trabajan en países afectados. El volumen de horas de trabajo perdidas cada trimestre de año pasado ha sido equivalente a cientos de millones de empleos a tiempo completo. Los trabajadores de los países con sistemas de protección social y sus empresas han quedado protegidos -en España, por ejemplo, a través de los ERTE- pero los informales afectados no solo han perdido su empleo, sino también cualquier tipo de ingreso, cayendo de un día para otro en la pobreza más absoluta. La pobreza extrema crecerá en más de cien millones de personas.

Precisamente, para responder mejor a estos efectos devastadores, que perdurarán después de la pandemia, los ODS son más necesarios que nunca. Porque harán falta ambiciosos programas de recuperación económica y social en todo el mundo que tengan como horizonte su cumplimiento. Los ODS constituyen un modelo inspirador para una mejor recuperación. No solo no pierden actualidad, sino que ganan urgencia.

Urgente, porque la nueva realidad nos impone un calendario más exigente. Porque la pobreza y el hambre que nos proponemos erradicar en los Objetivos 1 y 2 está creciendo de manera alarmante y porque otras muchas metas, como la erradicación del trabajo infantil para 2025 puede verse ya comprometida. En América Latina, por ejemplo, donde el trabajo infantil se había reducido a la mitad en las dos últimas décadas, la OIT y CEPAL estimamos que en 2020 puede crecer entre 300.000 y 370.000.

Un cambio de época

De plena actualidad porque ahora ha llegado su momento, en un mundo en transformación, para inspirar las políticas de recuperación, que son las que van a liderar el cambio. Estamos asistiendo a un verdadero cambio de época, que ya se prefiguraba antes de la pandemia, cuyas fuerzas motoras se encuentran en mega-tendencias como la revolución tecnológica digital, la robotización y la Inteligencia Artificial que están reconfigurando las formas de producir, trabajar y consumir; la transición energética y ecológica, imprescindibles para evitar un cambio climático catastrófico y un colapso socio-ambiental de alcance civilizatorio, o la irrupción de las demandas de cambio para la igualdad de género que han venido para quedarse y para modificar nuestras relaciones sociales. Es un proceso imparable cuyas implicaciones económicas, sociales y laborales desde la OIT hemos estudiado bien en el marco de nuestro Centenario y de los debates sobre el Futuro del Trabajo. Tras la pandemia, la agenda de cambio se va a ver relanzada por las medidas económicas extraordinarias que se adopten para salir de la crisis y facilitar la recuperación.

En este contexto, con los planes de recuperación iniciándose en muchos países, para los ODS -que son, no lo olvidemos, una agenda intergubernamental- ha llegado la hora de la verdad. Porque es el momento de alinear las políticas de recuperación con dichos objetivos.

Las políticas sociales y salariales de los sectores público y privado tendrán que alinearse con el Objetivo 1 para acabar con la pobreza y dar cobertura de protección social a los dos mil millones de trabajadores informales que no la tienen; las políticas de salud tendrán que alinearse con la meta de dar cobertura sanitaria universal antes mencionada; las políticas de igualdad de género del ODS 5 tendrán que concretarse también en los planes de igualdad de las empresas y en los cuidados; las políticas de recuperación industrial tendrán que orientarse no solo por el Objetivo 9, sino también por el 6 del agua, el 7 de la energía, el 8 sobre el trabajo decente, el 12 sobre producción y consumo sostenibles y el 13 sobre cambio climático… y así podríamos seguir con todas las políticas sectoriales y con todos los ámbitos, público y privado. Es la hora de vincular y alinear de verdad los programas de recuperación con los ODS, meta a meta, indicador a indicador.

Nuevo contrato social

Una agenda nueva como esta requiere también nuevos e innovadores instrumentos, porque los del pasado, o no sirven, o son insuficientes. Porque los efectos disruptivos del cambio afectarán miles de millones de personas, a sus formas de trabajar, producir y consumir y a sus relaciones sociales. Habrá que avanzar hacia un nuevo contrato social y renovar casi todo, desde las normas a los incentivos, para estimular y acompañar las transiciones, para que generen nuevas oportunidades y nuevos empleos con trabajo decente, para que nadie se quede atrás y configuren una transición justa, socialmente justa y ambientalmente sostenible.

Esto es perfectamente aplicable para el caso de España, que está en proceso de elaboración de una Estrategia de Desarrollo Sostenible para cumplir con la Agenda 2030. Esta estrategia deberá basarse en los principios de equidad, derechos humanos y sostenibilidad ambiental, económica y social, desde la coherencia y complementariedad entre políticas. Deberá definir unos retos de país para superar la mencionada crisis socio-ambiental, renovando sin dejar a nadie atrás el contrato social para atender a las necesidades sociales de una vida digna en el marco de los límites biofísicos del país y del planeta. Y deberá hacerlo considerando el contexto.

La recuperación económica y social como contexto 

Contexto que viene determinado por los devastadores impactos en la salud, la economía y el empleo de una pandemia global. La irrupción de la COVID-19, que ha mostrado la fragilidad de nuestras sociedades y nuestra eco-dependencia como especie, se ha producido en un mundo globalizado y en un momento histórico de crisis y transformación. Crisis múltiple en la que se superponen la crisis ecológica y la emergencia climática, la crisis alimentaria, el incremento de las desigualdades y la proliferación de conflictos y los desplazamientos poblacionales. Y trasformaciones que ya venían cambiando nuestro mundo como las antes mencionadas: la globalización económica, la revolución tecnológica digital, las tendencias demográficas desiguales en un mundo desigual y la generalización de las demandas de igualdad por parte de las mujeres en todo el mundo.

Pero para definir los retos de país, el contexto viene determinado también y, sobre todo, por las decisiones de política adoptadas para afrontar los desafíos del momento, en particular los programas para reconstrucción económica y social, determinantes para la configuración de nuestro futuro en común, que deberían estar alineados con los ODS. Programas que constituyen la principal oportunidad para emprender las transformaciones necesarias.

La recuperación no es posible país por país, sino que requiere de una nueva e innovadora cooperación internacional, porque la pobreza en cualquier parte es un peligro para la prosperidad de todos y muchos países, desde los países menos desarrollados a otros de renta media, que están sufriendo dramáticamente los impactos de la COVID, no podrán recuperarse sin esa cooperación internacional, que todavía no se vislumbra y que compromete a todos, Europa y España incluidas.

Tampoco en Europa los países podrían recuperarse sin una actuación mutualizada de ámbito regional. En este caso, las instituciones europeas han respondido a la crisis con un ambicioso programa común de recuperación que se presenta como socialmente inclusivo y ambientalmente sostenible, conocido como Next Generation (1). Programa dirigido a facilitar la transformación digital y la transición ecológica y energética, con criterios de transición justa, en el marco del Acuerdo Verde Europeo.

El Programa de recuperación europeo resulta especialmente oportuno y necesario para España, donde los impactos socioeconómicos de la pandemia están siendo especialmente acusados dadas las características de su modelo productivo, con unas altas tasas estructurales de desempleo, especialmente juvenil, y muy dependiente de actividades económicas tan vulnerables como el turismo. Así, el marco de la recuperación europea representa para España la oportunidad de superar un modelo productivo especialmente insostenible, tanto en lo ambiental, con una presión devastadora sobre el territorio y la biodiversidad, como en lo social, con un desempleo estructural, empleos de baja calidad y elevados índices de pobreza.

Oportunidad inédita

La recuperación es una oportunidad inédita para fortalecer la economía española hacia un modelo productivo con pleno empleo y trabajo decente y a la vez ambientalmente sostenible. Es también una oportunidad para promover un tejido empresarial renovado y sostenible, cuya sostenibilidad económica encuentre los mayores incentivos en la inclusión social y la sostenibilidad ambiental. La transición ecológica y energética hacia una economía circular y baja en carbono, no afectará solo a los procesos de generación de energía eléctrica, que sustituirán los combustibles fósiles y la energía nuclear por un menor consumo energéticos, eficiencia y energías renovables, sino también a todos los demás sectores productivos. La edificación, el transporte y la movilidad, la industria y el sistema agroalimentario, así como los espacios urbanos y rurales, conocerán transformaciones muy profundas.

Transformaciones que presentan a la vez nuevos riesgos y nuevas oportunidades de desarrollo. El desafío es enorme. En este proceso de cambio, que es global, aparecen como emergentes nuevos sectores industriales, de servicios y de cuidados, mientras otros desaparecen y otros muchos tendrán que transformarse y, con ellos, sus empresas, empleos y profesiones, en un proceso de transición de gran impacto que afectará a cientos de miles de empresas y millones de puestos de trabajo.

La oportunidad que representa la recuperación ha inspirado la presentación por el Gobierno de España a las instituciones europeas de un Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, para recuperar el bienestar y la economía basado en la transición ecológica, la transformación digital, igualdad de género y la cohesión social y territorial, con una transición justa sin dejar a nadie atrás.

Transición Justa

El rol de la Transición Justa es trascendental. Se trata de promover iniciativas sostenibles de desarrollo como oportunidades de actividad económica y empleo, que mitiguen los efectos potenciales adversos acompañando a las personas y empresas afectadas con nuevas inversiones, protección social, formación a lo largo de toda la vida, y trabajo decente.

Si las personas, las empresas y los territorios vulnerables a los efectos adversos no encuentran el acompañamiento necesario, los procesos de transición ecológica y energética dejarán a millones de personas empobrecidas y excluidas y encontrarán obstáculos sociales insalvables, que retardarán cambios que son urgentes o los harán imposibles. Sin embargo, orientar las transformaciones con criterios de transición justa e inclusión social permitirá abordar simultáneamente retos de nuestro tiempo que requieren una atención urgente como son el fortalecimiento de los sistemas de salud, de educación y de los cuidados, la protección de la biodiversidad, el reto demográfico, el vaciamiento del mundo rural, la integración migratoria o el empleo juvenil.

Un acuerdo de sociedad

Este proceso no solo requiere políticas públicas a la altura de los desafíos, sino también un gran acuerdo de sociedad y la participación de todos los actores económicos y sociales. Todos ellos deberán contribuir. Las empresas con sus inversiones en un marco de colaboración público-privado favorable; los interlocutores sociales sindicales y empresariales con el diálogo social; la economía social y solidaria y el llamado tercer sector con su valiosa experiencia inclusiva; el trabajo autónomo con su capacidad emprendedora; la ciencia y la academia con sus aportaciones, las organizaciones sociales y medioambientales con su labor exigente y constructiva en favor de la equidad y la sostenibilidad… Todos ellos deberán disponer de cauces de participación en este proceso de reconstrucción económica, social y ambiental que determinará el devenir de España para las próximas generaciones.

 

(1) Next Generation contempla la inversión pública de 750.000 millones de euros, 140.000 millones de euros disponibles para España. A estos fondos habrá que añadir otros programas europeos hasta alcanzar los 1,8 billones de euros. El efecto palanca de estas inversiones públicas como estímulo para la inversión privada podría multiplicar por cuatro el total de inversiones en los próximos años. Un volumen inversor desconocido, a una escala muy superior a la que representó el Plan Marshall para la reconstrucción europea tras la II Guerra Mundial, que tendrá consecuencias decisivas sobre la economía y la sociedad para las generaciones presentes y futuras.