Y es que la buena fe de los ciudadanos no tiene límite, no pasa día, sin que nos sorprendan con nuevos negocios creados por espabilados, de los que se asoman a la ventana de la vida sólo para descubrir como birlarle la cartera al vecino, eso sí, de forma disimulada y con el beneplácito de la administración.

Uno de los últimos trucos, fruto de la picaresca de esta mente humana, que no para, es el invento de las llamadas de participación en concursos varios, a un euro/minuto.

Confieso mi prevención absoluta hacia todos las empresas de telecomunicación, que nos están enloqueciendo con ofertas, conexiones y luego problemáticas desconexiones, pues aún defendiendo a ultranza la libertad, lo hago a menudo como jurista-especialmente en el entorno mercantil- no debería ser admisible que mediante dudosos señuelos de concursos difíciles de controlar, se pretenda sorprender la buena fe del ciudadano de a pie.

Están proliferando infinidad de programas concurso de esta caja tonta,cada dia lo es más, que enganchan a medio país y que pretenden dar a muchas personas los minutos de gloria y notoriedad que se le niega a menudo en su trabajo o en su familia, a base de darles la oportunidad de opinar, votar o salvar, no sé de quien, supongo que de los mismo productores, a cambio de una llamada diez veces superior a su precio normal.

Creo sinceramente que con esta práctica, se están entrando en una dinámica peligrosa, porque pagar por dar una opinión, nada tiene que ver con los auténtico derechos de una sociedad democrática, es como si tuviéramos que dar propina cada vez que alguien nos indica una dirección en la calle, o que existiera un impuesto por tomar el sol.

Sabemos algo, de la perversión sin límites del marketing, que ha ido degenerando desde su objetivo primario, o sea cubrir necesidades que mejoren de alguna forma la vida del ser humano, hasta provocar otras nuevas, engendradas desde la infancia, que es la etapa en que somos dependientes y aún conservamos ciertos valores de cuna, a fin de proyectarles a otros valores básicamente hedonistas, que marcan a partir de la adolescencia, la vida de nuestros hijos, hacia un irrefrenable camino de éxito o fracaso, en función de su capacidad o incluso su talento para ganar dinero, en vez de dirigirlo hacia su propia felicidad.

Los juristas sabemos mucho sobre escribir clausulados en letra pequeña, la intención es bastante obvia y en la tele, normalmente ocupan poco más de un 5 % de la pantalla, también aparece el coste de la llamada, pero eso, no legitima, al menos moralmente, la publicidad engañosa que lleva a mucha gente, incluso a niños, ancianos o gente de paso-los que no pagan- a utilizar el dichoso teléfono para dar su opinión.

Ciertamente, no podemos evitar el mercantilismo galopante de nuestra sociedad, que la tecnología y la globalización, con ese gran bazar universal, llamado internet, están favoreciendo, sin que nadie sepa con que valores puede al menos controlarse, pero afortunadamente, en los foros de la galaxia virtual y gracias a la comunicación, podemos encontrarnos y compartir nuestra opinión de otra forma, porque seguimos siendo dueños de nuestro tiempo y de nuestra libertad para gastarlo.

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