A lo largo de la historia reciente, en las economías occidentales se han venido alternando ciclos de bonanza con ciclos de depresión y nos hemos acostumbrado a  trasladar la mayoría de los problemas, o el origen de ellos, a otros que deciden por nosotros (USA y Alemania, entre otros), pero es muy humano que, en cuanto aparecen los primeros síntomas de recuperación, nos atribuyamos las medidas que han conducido al éxito. Y esto vale tanto para países como para comunidades autónomas, para organizaciones de cualquier índole e incluso a nivel personal.

Tenemos tan asumido eso de “he aprobado” y sin embargo “me han suspendido”, que desde pequeños, quizás por pura supervivencia, el más puro egoísmo, luego “curado” por meros convencionalismos sociales, justifica todo lo que hacemos. Tras un año 2015 (en el artículo del año anterior lo califiqué de transición, y creo que he acertado; ¿lo ven?, de nuevo la egolatría), en el que hemos tenido toda una sucesión de elecciones a todos los niveles, y con un cambio de periodo en todos los programas económicos y de innovación a nivel europeo (acaba de ponerse definitivamente en marcha el Programa Operativo 2014-2020 y todavía hay pocas convocatorias del H2020), esperamos y deseamos que 2016 será el principio de un nuevo ciclo de crecimiento.

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En Andalucía, va a ser clave el arranque definitivo de la Estrategia Inteligente de Innovación (RIS3), la aplicación del nuevo Plan Andaluz de Investigación, Desarrollo e Innovación (PAIDI), el también nuevo Programa Industrial para Andalucía, la nueva Política Agraria Común (PAC) y en definitiva, el nuevo fluir de Fondos comunitarios que vendrán a complementar los recursos propios de Andalucía. Para que todo esto sea eficaz, serán necesarias instituciones que coordinen  estas inversiones, programas y órdenes que las canalicen, y organizaciones del Sistema Andaluz del Conocimiento (Universidades, Centros Públicos de Investigación y Centros y Parques Tecnológicos, fundamentalmente) que colaboren para generar y trasladar el conocimiento al verdadero motor de todo el sistema: la empresa.

Es necesario que se articule un nuevo Modelo de dicho sistema que actualice y reordene a todos los Agentes que han participado en el mismo en los últimos años. Que se definan bien todas las figuras y que se plasmen las reglas para una colaboración más eficaz, siempre pensando en la creación, desarrollo y crecimiento empresarial. Que se afronte un Plan de Reindustrialización Andaluz que aumente el peso de este sector dentro del PIB regional, que amplíe la base de empresas innovadoras, y que sean capaces de mirar al exterior, tanto desde el punto de vista exportador como de inversión en otros países emergentes.

Al fin y al cabo, establecer modelos para que las empresas y las organizaciones Innoven, Cooperen y se  Internacionalicen (I+C+I). Estos nuevos modelos deben contemplar, entre otras cosas, una clarificación dentro de las administraciones de quién (y sólo un quién) hace qué, es decir, definición unívoca de funciones pensando en exclusiva en los clientes (el administrado), reglas de juego permanentes o de largo plazo que permitan a todos tomar decisiones estratégicas que no se vean comprometidas precisamente por un giro inesperado de estas reglas, unos mecanismos sencillos y diferenciados que consigan facilitar la presentación de proyectos innovadores y, finalmente, poner todos los medios necesarios para no demorar en demasía la evaluación de dichos proyectos y, por tanto, asegurar una aplicación a resultados en el menor tiempo posible.

Estoy convencido de que, después de haber pasado un tiempo prudencial, la administración andaluza va a ser capaz de organizar eficazmente todos sus recursos para ofrecer un servicio a las empresas que cumpla con todos los requisitos anteriores. Organizaciones como el Instituto Andaluz de Tecnología (IAT), capaces de generar su propia tecnología a través de proyectos de I+D aplicada, propia y/o en colaboración con otras instituciones, de transferir tecnología a las empresas, y de prestar Servicios Intensivos en Conocimiento (SIC), serán claves para ayudar a las administraciones a definir programas innovadores, para colaborar con las universidades en su proceso de acercamiento a la empresa, y para aplicar en las mismas su conocimiento aportando soluciones innovadoras que aporten valor.

Espero un año 2016 que será mejor conforme vayan transcurriendo los meses, que en Andalucía creará empleo (verdadero “oro”), que traerá crecimiento sostenible (“incienso”) y la necesaria colaboración público-privada (el ungüento, la “mirra”) que permita poner las bases de al menos seis años de recuperación definitiva. Y volviendo al asunto inicial, no olvidemos que para que esto sea posible, es necesario que todos pongamos el ego al servicio de la comunidad, para que el resultado final sea “yo gano, tú ganas”.

 

Miguel Ángel Luque

Director general del Instituto Andaluz de Tecnología (IAT)