En un estudio que se hizo en 1995 con los ganadores de medallas olímpicas se comprobó que los ganadores de las medallas de plata se sentían, en general, menos satisfechos que los ganadores de las medallas de bronce. ¿Cómo era posible? Sencillamente porque unos miraban hacia arriba y pensaban en lo que podrían haber conseguido, mientras que los otros, los del bronce, miraban hacia abajo y veían lo que evitaron. Esta diferencia de percepción influye también en su modo de actuar, así mientras que unos se esfuerzan en aprender qué hacer en el futuro para alcanzar el oro, los otros aprenden qué no deben hacer para evitar ser cuartos.

Otro ejemplo curioso lo encontramos en los pilotos de combate. Estos profesionales del riesgo tienen pocas posibilidades de aprender por el procedimiento de ensayo y error; de manera que, además del entrenamiento con simuladores, aprenden analizando ‘a posteriori’ situaciones que implicaron un alto riesgo.

En otro estudio realizado con pilotos se observó que los que trabajan para una compañía aérea o en el ejército, al comentar una situación de riesgo tendían a achacar las causas del mismo a factores externos. En tal caso podríamos considerar que el aprendizaje es prácticamente nulo, puesto que al ser el factor de riesgo ajeno a la persona, no hay posibilidad de control. Sin embargo, los pilotos privados tendían a aportar una visión más personal haciendo una búsqueda más exhaustiva de las causas, lo que suponía un mayor aprendizaje con cada nueva situación. La razón que encuentran los expertos para explicar esta diferencia de actitud ante hechos similares está en el grado de dependencia que supone formar parte de una jerarquía. Es decir, el hecho de tener un jefe a quien tener que rendir cuentas, hacía que militares y pilotos comerciales eludiesen asumir responsabilidades. Conclusión: las estructuras jerarquizadas dificultan el aprendizaje personal.

En nuestra injusta sociedad la estigmatización del error nos lleva hasta el punto de utilizarlo como un elemento de referencia. Un fallo se convierte inmediatamente en una etiqueta que identifica a quien lo comete, señalado por quienes parecen presentarse como inmunes al error. Aunque el individuo es responsable de sus actos, ya que actúa de acuerdo con su experiencia y conocimiento, lo cierto es que las condiciones externas son dinámicas y cambiantes y, por lo tanto, cualquiera puede llegar a equivocarse.

Solemos errar mayormente por culpa de las prisas, por falta de información o por la forma de evaluar una situación concreta. El exceso de confianza también lleva a errores, como le ocurrió a Napoleón en la Batalla de Waterloo pero, si dejásemos de hacer determinadas cosas por temor a equivocarnos, nadie llegaría a ocupar cargos de importancia en los que es necesario tomar decisiones.

En realidad, los intentos fallidos generan un conocimiento que no se habría alcanzado de no haberse equivocado en el primer intento. Se dice que Thomas Alba Edison se equivocó muchas veces antes de inventar la bombilla y que Albert Einstein pasó muchas horas de ensayos y errores antes de llegar a la célebre fórmula de la relatividad. Incluso, hay muchos inventos que han surgido de errores, como el post-it, el walkman; se dice que también el tocino de cielo, el vino, etc.

Algunos consejos para sacar partido de nuestras equivocaciones son: 1- Acepta lo que ya pasó y piensa qué puedes hacer para corregirlo. Pregúntate qué has aprendido con esa experiencia. 2- No te culpes. No te castigues por algo que no podías saber de antemano. Que no te condicione a la hora de volver a tomar una decisión. 3- Considera el error como un aviso. Quizá una multa de tráfico puede ser una advertencia para cambiar el estilo de conducción y evitar un accidente. 4- No temas la equivocación, puede dar lugar a que no te atrevas a decir lo que sientes o piensas. 5- No critiques los errores de los demás y aprende también con ellos. Piensa qué habrías hecho tú en su lugar.

A veces pensamos que los errores representan un fracaso, pero en realidad suponen una valiosa herramienta que nos permite hacer cambios, mejorar y superar nuestras limitaciones. Errar nos hace más sabios.

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