Parafraseando al gran Albert Einstein, “todos somos ignorantes, aunque por suerte no todos en lo mismo”. Sabemos que el desarrollo económico de un territorio está íntimamente ligado a un eficiente proceso de reindustrialización; se da por hecho que en una sociedad moderna pocos motores generan tanta capacidad de desarrollo, empleo y bienestar económico -y por ende social- como una correcta estrategia industrial.

Pero también son pocas las ocasiones en las que a la hora del diseño de dicha estrategia se escoge y se invita a los mejores agentes para que participen en la misma. Es evidente que, si se siguen haciendo las mismas cosas y consultando a las mismas fuentes, los resultados serán los mismos. Si lo hecho hasta ahora no funciona, se trata de hacer algo diferente, apoyado en verdaderos agentes de conocimiento, como lo son, por ejemplo, los ingenieros, que son a la vez partícipes y sufridores del resultado, y que asumen el riesgo de equivocarse.

Col ingenierosSiempre se habla de caminar hacia nuevos modelos de diseño, producción y comercialización sostenibles de productos innovadores de alto valor añadido, que incorporen tecnologías, materiales y servicios nuevos y de calidad en un entorno cada vez más digital y globalizado. Pero realmente pocas veces caminamos hacia tal fin. El futuro llega demasiado pronto y la realidad es que cuando se espera llegar a un punto de convergencia, la mayoría de las veces el tren ya ha pasado.

Distintos estudios realizados por administraciones y asociaciones sectoriales arrojan que por cada euro de PIB generado de forma directa por la industria se generan 1,14 euros adicionales de forma indirecta en la cadena de sectores proveedores, y 0,47 euros de forma inducida. Por cada empleo generado en el sector industrial, se generan 1,03 empleos indirectos y 0,4 inducidos. Habida cuenta de ello, una correcta industrialización genera una gran prosperidad.

Ese horizonte fijado y marcado en 2020, esa apuesta concreta por sectores estratégicos (PIB industrial del 20%), medioambientales y formales visto desde nuestra península, parece tratar de algo ajeno a nosotros, dado el rumbo que llevamos en nuestra industrialización y la escasa apuesta (política) por el uso de las energías renovables, que hace pensar que serán otros los que asuman ese compromiso. Nosotros vamos hacia otro lado.

Desde esa Europa tan anhelada para unas cosas y tan lejana para otras, se nos advierte y recomienda que contemos con los ingenieros como elemento que facilita la transformación de la investigación en aplicaciones para dar respuesta a las necesidades de la sociedad; todo ello desde el consenso de las autoridades y desde las más altas esferas del gobierno europeo.

Es indudable el beneficio que aporta un profesional de la ingeniería a una pyme como vehículo de esa transferencia de conocimientos en tiempos donde la I+D+i es un caballo de batalla más formal que real. Se habla de apostar por esa suma de letras, pero a la hora de implementar y poner en práctica la apuesta concreta, el engranaje encuentra más puntos muertos que de contacto.

Seguimos en posiciones muy alejadas de los países que lideran los niveles de gasto en esta área, haciendo casi imposible la consecución de los objetivos marcados.

Afortunadamente, el catalizador que facilita y beneficia ese proceso en nuestra región es más que abundante; somos exportadores de talento a nivel de ingeniería, más a nuestro pesar de lo debido, pero al menos generamos ese talento para que sea aprovechado fuera de nuestras fronteras.

 

Domingo Villero

Presidente del Consejo Andaluz de Colegios de Ingenieros Técnicos Industriales y de Grado (CACITI) y Decano del Colegio de Cádiz