La crisis económica ha tenido, entre otras consecuencias para Andalucía, el debilitamiento de su clase media y la ampliación de las desigualdades. Esta situación de debilidad social provoca una merma generalizada del bienestar social y de la capacidad de consumo, así como un menor nivel de formación y una constante pérdida de talento en nuestro entorno.

Andalucía necesita una sociedad sólida que tenga en cuenta de manera prioritaria a la empresa, ya que es el camino más eficaz para recuperar el fortalecimiento de nuestra sociedad, favorecer las oportunidades y propiciar el bienestar de todos. La empresa es la solución a la crisis, porque genera actividad, empleo, músculo económico y productivo para favorecer la internacionalización y la reinversión constante.

Javier González de LaraPara desarrollar este papel protagonista de progreso económico y social, las empresas y los empresarios tenemos que seguir por nuestra parte renovando nuestra capacidad competitiva ante los nuevos retos que se generan día a día. Tenemos que dar respuesta a las tres “D” de la competitividad actual de las empresas andaluzas y también españolas: densidad, dimensión y diversificación de la acción empresarial ante el cambio constante y globalizado.

La densidad empresarial sigue siendo una de nuestras asignaturas pendientes y un objetivo prioritario para el desarrollo de Andalucía. Necesitamos más empresas. En estos últimos meses lo he planteado reiteradamente, y también he dejado por escrito expresamente en estas mismas páginas, que hacen falta cerca de cien mil empresas más para igualar la media nacional de densidad empresarial.

Pero esto no es suficiente, puesto que en la competitividad empresarial cada vez pesará más la dimensión de las empresas, su tamaño. Es decir, la capacidad productiva que posibilite a una empresa ofrecer un valor lo suficientemente atractivo para poder concurrir con cierto protagonismo en los mercados globales, y no quedar relegada a otras fórmulas más vinculadas a la economía de subsistencia.

Necesitamos más empresas, pero también mejor dimensionadas, por cuanto nuestro tejido empresarial está bastante atomizado. Es una tarea de mejora de la competitividad empresarial que no está de manera exclusiva en manos de las empresas, sino que requiere para su consecución derribar muchas barreras: fiscales, laborales y, sobre todo, burocráticas.

Es necesario impulsar el diseño de políticas que fomenten el redimensionamiento empresarial a través de diversas actuaciones como, por ejemplo, estimular las decisiones empresariales que impliquen ganar tamaño, especialmente las inversiones productivas, los procesos de internacionalización y el empleo que se derive de dicha concentración. Medidas que deben complementarse con un tratamiento fiscal favorable a las uniones y clústeres sectoriales, que generen valor añadido en la industria, sector agroalimentario o en las empresas de economía digital.

Para favorecer esta mejora de la dimensión empresarial, habría que eliminar también cualquier obstáculo, desde el punto de vista fiscal y administrativo, a la fusión y adquisición de empresas, por lo que sería necesario ampliar y mejorar el régimen fiscal especial relativo a las fusiones, escisiones, aportaciones de activos y canje de valores.

También habría que facilitar la financiación de los procesos de crecimiento del tamaño de las empresas, logrando un verdadero estímulo de la colaboración público-privada en concursos y licitaciones. Por último, se tendrían que revisar las ayudas, ventajas, limitaciones, trámites y normativas públicas en las que se discrimine positiva o negativamente a las empresas según su tamaño.

En cuanto al reto de la diversificación de la acción empresarial, ante un mundo globalizado y en constante y vertiginoso cambio, se evidencia que la competitividad de nuestras empresas no se define únicamente por nuestra capacidad de gestionar las relaciones económicas, las laborales o las comerciales, sino por estar constantemente interactuando con nuestro entorno y haciendo una labor de prospectiva que es innegociable para una buena empresa en un mundo que se transforma a diario.

En ese contexto, la innovación y las nuevas tecnologías son paradigmas de la aceleración de procesos, cuestiones que debemos prever e incluir de forma inmediata en nuestra capacidad productiva, pues el riesgo de que el mercado nos excluya si no lo hacemos de esta manera es muy grande.

En tal sentido, la diversificación de la acción empresarial y la digitalización de nuestras empresas son elementos fundamentales, pues se trata, sin duda, de los grandes factores competitivos ante los trepidantes retos del cambio y la globalización. También lo son para el presente, porque el futuro ya está aquí.

 

Javier González de Lara

Presidente de la CEA