La economía española debe reindustrializarse. Más allá de las discusiones sobre la bondad de las políticas verticales, existe un consenso sobre la necesidad de un crecimiento significativo (3-4 puntos porcentuales) del peso del sector industrial en el PIB, tanto por las externalidades positivas que la industria genera en el resto de la economía, como por la estabilidad que proporciona a lo largo del ciclo económico. No obstante, no basta con incrementar el tamaño relativo de la industria frente al resto de los sectores productivos, sino que es necesario que se produzca una reindustrialización competitiva, esto es, que además de en tamaño la industria aumente en valor añadido y, por lo tanto, en generación de riqueza.

Briones, GorkaHistóricamente, la industria española ha tenido que enfrentarse a tres problemas estructurales: el tamaño reducido de nuestras empresas industriales, unos niveles de productividad por detrás de las economías de referencia y una inversión en I+D insuficiente, tanto en volumen como en productividad. Adicionalmente, factores como el coste elevado de la energía y la dificultad en el acceso a financiación se consideran elementos relevantes en un desarrollo industrial por debajo del potencial de la economía española. Consecuencia de estos problemas, España ocupa el puesto 19 en el ranking de Naciones Unidas de competitividad industrial y el 35 en el Índice de Competitividad Global del World Economic Forum.

En los últimos años se han publicado diversos estudios sobre cómo debe España afrontar este proceso de reindustrialización, existiendo un nivel de acuerdo elevado sobre las principales reformas que debe poner en marcha la Administración en diversos ámbitos (mercado laboral, sector energético, modelo educativo, mercado interior…). Queda pendiente definir cuál debe ser el papel del sector empresarial en este proceso. En una economía abierta de mercado, es necesario que las empresas industriales tengan un papel protagonista en la estrategia de reindustrialización.

Esta reflexión estratégica debe responder a dos preguntas: dónde debe competir la industria española (en qué subsectores y en qué actividades dentro del ciclo productivo) y cómo ganar o, lo que es lo mismo, cómo superar los problemas estructurales de tamaño, productividad y falta de I+D. Comenzando por dónde competir, es necesario apostar por subsectores estratégicos como la automoción, con un elevado efecto multiplicador y por industrias autóctonas de elevado potencial como el cuero y calzado o la confección, de alto valor añadido y en las que nuestras empresas son líderes globales.

Respecto a las actividades en las que focalizarse, se debe prestar atención a las actividades de pre y post producción como el diseño, donde España puede desarrollar una ventaja competitiva sostenible en el contexto internacional. Sobre cómo ganar, tenemos la oportunidad de hacer frente a los problemas estructurales de la industria de forma colaborativa.

Por ejemplo, la potenciación de clústeres, modelos colaborativos entre empresas con proximidad geográfica y afinidad sectorial, permitiría obtener economías de escala sin necesidad de fusionar empresas. En cuanto a mejorar la productividad, la formación dual en la que la empresa toma un papel activo en la formación de los trabajadores es una forma altamente eficiente de potenciar el talento. Finalmente, un enfoque colaborativo a nivel sectorial del I+D posibilitaría optimizar la inversión actual en investigación.

En resumen, España puede reindustrializarse competitivamente y el sector privado empresarial debe jugar un papel protagonista en el proceso. Pero para ser un actor relevante, es necesario que actúe de forma proactiva, sin esperar a las reformas estructurales, de forma colaborativa, identificando espacios de colaboración entre empresas, y con premura, abriendo la ventana de oportunidad que ofrece la disrupción tecnológica.

 

Gorka K. Briones de Araluze

Socio de Monitor Deloitte