Son muchas las definiciones que se pueden dar de empresa familiar, y todas vienen a coincidir en conceptos como control de la propiedad, implicación familiar y deseo de continuidad. Sin embargo, se podría acuñar una definición, que probablemente no es la más científica, pero que resultaría la más útil. Empresa familiar sería aquella que se considere a sí misma en esa categoría y se preocupe, en todo caso, por su proceso sucesorio.

Puesto que sin sucesión, sin relevo generacional, no existiría el concepto de empresa familiar. La propia conciencia y la vocación de continuidad en el tiempo es quizás el elemento definitorio para conceptualizarla como tal. En concreto, la continuidad generacional, el deseo conjunto de fundadores y sucesores de mantener el gobierno y la gestión de la empresa en manos de la familia, es lo que mejor la caracteriza.

Y en cuanto a su importancia, hay que destacar el papel protagonista que representa en el tejido productivo andaluz. Según el Instituto de la Empresa Familiar, las empresas familiares suponen el 89% de las empresas analizadas en España, porcentaje que en el ámbito de Andalucía se eleva al 92%.

Javier González de LaraLa empresa familiar que, en estos tiempos, se enfrenta a los nuevos retos de la nueva economía, caracterizada por la globalización, los cambios constantes, la brecha digital y tecnológica, además, tiene que abordar esta nueva situación desde la propia atomización en la que se encuentran las empresas andaluzas, que se ven en la necesidad de superar en primer lugar el reto de la dimensión para subir los siguientes escalones de la innovación y la internacionalización. Por ello, las empresas familiares tienen que estar preparadas y ser competitivas ante la revolución digital.

Ante este escenario, también la profesionalización y el factor humano son esenciales para el desarrollo de la empresa familiar, pues se configuran como un camino ineludible hacia la permanencia de las organizaciones. Aquellas que no lleven a cabo los cambios que les exigirá su entorno, cada vez más complicado y competitivo, reducirán sus posibilidades de supervivencia. Por tanto, se hace necesario aprovechar todas las virtudes inherentes a una organización familiar -tales como la lealtad, el compromiso y la permanencia- y que se disminuya las posibles desventajas que puede implicar este sistema productivo. Por eso, hay que insistir en el factor humano, porque no hay nada más íntimo que las relaciones familiares, por lo que hay que prestar especial atención a esas relaciones personales.

Más allá de las normas y de los procedimientos, es importante educar, formar, compartir y trabajar en familia. Mirar siempre hacia dentro, promoviendo el diálogo, la participación, el compromiso y el esfuerzo, para que, finalmente, un proceso sucesorio sea un mero ejercicio de fortalecimiento de la organización.

La sucesión en una empresa no debe ser un mero acto formal, sea inter vivos o mortis causa. Se trata de un proceso vital, participativo, consensuado, preparado adecuadamente. Es un sistema que debe prolongarse en el tiempo, pues culminado un relevo, inmediatamente debe estar preparándose el siguiente.

Es un mecanismo que debe contemplar la continuidad y adquisición de valores tan importantes como el talento, la formación, la capacitación y el liderazgo entre los sucesores. Precisamente, relacionado con todo lo anterior, la profesionalización es un camino ineludible hacia la permanencia de las organizaciones.

Además, la sucesión ha de tener en cuenta la dimensión de la empresa y la que se pretende desarrollar en el futuro. Su capacidad de innovación y de abrir mercados exteriores e internacionalizarse. Cualquier decisión en materia de producción, de gestión, etc. que se adopte en la empresa, debe tener en consideración los efectos sobre el futuro proceso sucesorio.

La Confederación de Empresarios de Andalucía organizó recientemente el Primer Encuentro de la Empresa Familiar, una iniciativa demandada retiradamente por nuestras organizaciones miembros. Una jornada en la que se puso de manifiesto la necesidad de favorecer el reconocimiento de la figura del empresario familiar, así como la promoción de un marco más favorable para el desarrollo de sus iniciativas empresariales. Una tarea que CEA se ha comprometido a impulsar decididamente para mejorar la competitividad y, con ello, el desarrollo económico y el bienestar de la sociedad andaluza.

 

Javier González de Lara

Presidente de la CEA