Estamos inmersos en una revolución tecnológica que está modificando nuestra forma de vivir, compartir, trabajar y relacionarnos. Y todo ello a una velocidad inimaginable hasta ahora y en un entorno cada vez más digital y conectado, rodeado de tecnología, de información, de redes sociales, de mensajes y notificaciones.

Éste es el nuevo mundo del siglo XXI, el de la sociedad de la información y de la sociedad digitalizada, al que nos vamos adaptando en mayor o menor medida, y ante el que tenemos que actuar con inteligencia y aprovechar las ventajas que nos proporciona para convertirlas en oportunidades de bienestar y de futuro.

No es posible estar asunte de este gran fenómeno del nuevo siglo, por lo que nadie puede estar ajeno a las posibilidades que nos ofrece este entorno revolucionario. Nada y nadie escapa de la digitalización: ciudades, administraciones, personas y, por supuesto, empresas. Todos potenciales clientes, usuarios y desarrolladores de la revolución digital.

Javier González de LaraEn nuestro caso, interesa que sepamos cómo la empresa debe asumir el desafío digital, su desarrollo estratégico y su viabilidad. El éxito o el fracaso de las iniciativas empresariales dependerán, en gran medida, de su capacidad de adaptación a este nuevo modelo de sociedad.

Desde algunas instancias se plantea que la transformación digital se tiene que fundamentar en la inversión tecnológica. Ésta es una visión muy reduccionista. La asunción de la transformación digital en las empresas implica un campo de actuación  mucho más amplio que la simple aportación tecnológica. Es una forma de hacer las cosas. Es la habilidad de una empresa para desarrollar una cultura corporativa abierta al cambio, a la flexibilidad y a las alianzas entre empresas.

Además, no es una opción que se pueda escoger, sino una necesidad que se debe integrar en el saber de las empresas. Una integración que ha de ser inmediata, en el presente. Porque estar fuera o dentro del proceso digital puede suponer para las empresas, en un período muy corto de tiempo, mantenerse o ser expulsadas de su mercado habitual.

Se trata de aprovechar la oportunidad y no huir de ella, pues nos encontramos en un momento en el que las empresas tienen la ocasión de convertirse en los actores principales del cambio, tanto como ofertantes de soluciones como demandantes de las mismas.

Las ofertas que pueden ofrecer las empresas, en el campo de la digitalización son infinitas, cada día salen nuevas y más sofisticadas soluciones que permiten mejorar algún área de la empresa, y responder al mismo tiempo a un consumidor digital mucho más exigente y volátil. En nuestro país, ya hay sectores como el TIC o el de la consultoría que se están posicionando como actores estratégicos para liderar este cambio gracias al alto nivel de calidad en sus servicios y su posición en el mercado nacional e internacional.

Comprender el proceso de transformación digital supone asumir que este cambio afecta a todos los sectores empresariales y pasa irremediablemente por la definición de una estrategia digital adecuada para cada empresa, que permita mejorar la cadena de valor de la empresa y aumentar sus oportunidades de negocio.

En este sentido, una estrategia digital debe estar elaborada para que actúe en al menos cinco pilares básicos de una empresa: el negocio, las personas, los clientes, los procesos y la comunicación. Y no estamos contemplando “la tecnología”, ya que ésta de por sí no es pilar, sino un commodity o la materia prima que permitirá obtener una ventaja competitiva en cada una de las áreas.

Para hacer frente a los nuevos avances y guiar la implantación efectiva de procesos de transformación digital, se hace necesario llevar a cabo actuaciones encaminadas a sensibilizar al tejido empresarial sobre la cultura de la digitalización.

Asimismo, es necesario trasladar la importancia que tiene la definición de una estrategia digital dentro de la empresa, la capacitación tanto del personal de la compañía como de sus responsables en el uso de herramientas y soluciones digitales y, finalmente, fijar una política de comunicación que interactúe con proveedores y clientes de manera inteligente.

En este contexto, el papel de las administraciones debe ser de compromiso con la creación de entornos favorables para la transformación digital, de manera que todas las empresas que se decidan a asumir este reto lo hagan en las mejores condiciones posibles. Sin olvidar que hay que realizar un especial esfuerzo en el ámbito de las pymes y autónomos.

La empresa tiene por delante un desafío importante para los próximos años que le enfrentará a uno de los retos más trascendentes de su historia. Por ello, las organizaciones empresariales vamos a apostar firmemente por el compromiso y el desarrollo de la digitalización.

 

Javier González de Lara

Presidente de la CEA