Como no teníamos bastante con las convulsiones mundiales de los últimos tiempos, o sea provocaciones, terrorismo, tendencias radicales, frivolidad ante la inmigración, nacionalismos y populismos y todo lo que queráis añadir, pues ha ocurrido lo previsible, y es que la inevitable dependencia de lo que ocurre en la calle traspasa siempre a la economía y a las empresas.

No importa demasiado que el terrorismo llamémosle “comercial”, empezara con la globalización. Al parecer, para los que deciden -o sea, los que siempre ganan-, el mejor remedio a todos los males de la humanidad consiste, básicamente, en venderles muchas cosas -aunque no las necesiten- porque no se pueden parar las máquinas de la producción a escala.

Miquel Bonet2Por tanto, las ventas, los nuevos canales de distribución y el transporte están creciendo como la espuma y, claro, el sector logístico se frota las manos, aunque no habían calculado que este enorme movimiento de distribución conllevará un aumento considerable de tráfico en las grandes urbes. Pero en consecuencia, el sector automovilístico-eléctrico, ya está diseñando nuevos modelos de furgones medios para evitar colapsos en el reparto y los operadores turísticos, nuevos aviones para abaratar más los costes.

La parte oscura de todo eso es que la robotización está a la vuelta de la esquina y todos aquellos trabajos y/o funciones laborables que aporten poco valor añadido desaparecerán en los próximos 20 años. Por tanto, ¿qué les va a tocar a las próximas generaciones? Pues hincar los codos y mejorar sus competencias más eficientes. En esta era digital, los científicos, ingenieros, matemáticos, tecnólogos, etc., así como los sectores periféricos, tienen un futuro tanto en economías emergentes, como en las tradicionales.

Hace ya algunos años, la guerra por el talento (Agenda Oct. 2015) empezó en los grandes sectores de ocupación, en las empresas especializadas y startups, por tanto, el reto para los jóvenes consiste en averiguar en qué son buenos, formarse  y conseguir engagement en corporaciones capaces de establecer compromisos bilaterales que serán la mejor garantía para mantener a la gente en situación de “empleable”, pues el 41,2% de titulados superiores y otro 40% formado en secundaria y profesional está trabajando (informe Employer Branding Randstad).

¿Y aquí qué pasa? Pues yo creo que un poco de lo que está ocurriendo fuera: preveo cambios importantes en la forma de trabajar; por una parte, deslocalización, más tele-trabajo, y, sobre todo, una gran exigencia de la famosa eficiencia (resultado) y mayor incorporación de mujeres -en general mejores estudiantes-, es mi experiencia como docente, pero, curiosamente, en estos tiempos que corren y después de bajar un 30% las cifras de paro, siguen faltando más de 80.000 perfiles laborales que no se cubren. Seguimos sin comerciales, que es la paradoja del siglo, ya que nunca se ha comercializado tanto cómo ahora, pero nuestros jóvenes no se han liberado de la sobreprotección de los últimos 30 años, propiciada, cómo no, por gobiernos de una enorme ambigüedad legislativa, planes educativos cambiantes y, en algunos casos, un enorme desajuste entre las necesidades de las empresas y la oferta académica.

Seguro que no digo nada nuevo, pero es bueno pararse a reflexionar, saber de dónde venimos para decidir un camino de futuro optimista. La creatividad latina, la sociabilidad natural y nuestra capacidad para generar recursos no son tópicos y deben contribuir a fomentar una sociedad del bienestar basada en valores, mucho más que en bienes materiales, porque seguro que la clave de la felicidad a la que todos aspiramos debe darnos el conocimiento para renunciar a todo lo superfluo a fin de dejar espacio para lo que realmente nos hace mejores como seres humanos.

 

Miquel Bonet

Abogado, profesor, autor de “Búscate la vida”