En estos días estamos asistiendo al análisis del primer año del presidente Trump en Estados Unidos. Es cierto que en estas fechas aún no había tomado posesión el año pasado pero sí había ganado ya las elecciones. Trump barrió a la candidata demócrata con un discurso populista y simplista: America First (America Primero) cuya implicación era el desarrollo de un plan de política fiscal expansiva nunca vista en Estados Unidos quizás desde el New Deal del presidente Roosevelt.

CardeneteEn términos económicos su ideario era bien básico: menos impuestos y más gasto público. El problema iba a ser financiar la fiesta. Para ello, tenía un plan: cancelar los grandes acuerdos transoceánicos, tanto hacia Europa (TTIP) como otros que se estaban activando con países del Pacífico; poner en cuarentena el Acuerdo de Librecomercio entre Canadá, México y los propios EE. UU. (TLCAN); y dar pasos atrás en la financiación de la OTAN, UNESCO o el Obamacare y aquello que el considerara innecesario. A todo esto había que unir un último mensaje: la construcción de un muro en la frontera mejicana.

De todo esto, salvo el tema de los acuerdos comerciales -y solamente los que aún no se habían desarrollados en su plenitud- no ha hecho nada. Una parte porque el Congreso le ha paralizado iniciativas y otras porque los jueces han boicoteado sus órdenes -me estoy refiriendo al tema de la inmigración-. A día de hoy, prácticamente no ha implementado nada. Afortunadamente.

Pero tengo la impresión de que este segundo año que está a punto de comenzar, va a ser diferente. El programa de reducción de impuestos está casi listo y las trabas jurídicas a sus medidas están siendo derrocadas con nuevas contramedidas. Por todo ello, creo que este segundo año vamos a ver el verdadero rostro de Trump en pleno desarrollo. Y de hecho su popularidad está bajo mínimos pero su base electoral permanece intacta.

Este pasado mes de julio volví a Estados Unidos. Me moví en el entorno de Philadelphia y Atlantic City. Pude comprobar que si uno coge un cercanías o usa una autopista, la calidad y el mantenimiento de sus infraestructuras dejan mucho que desear. No es casualidad que el discurso de Trump calara en la población americana. Porque lo que nos llega por la televisión o el cine es los Estados Unidos de New York, Washington o Los Ángeles. Y eso no es realmente la situación mayoritaria. Muy al contrario. Son un contraejemplo de la USA profunda que apoya políticas populistas como las defendidas por el presidente Trump.

La democracia norteamericana es sólida y llena de contrapoderes. Esa base me hace tener esperanza en que al final no pueda desarrollar todas sus medidas. Porque hay efectos colaterales, como la cerrazón del país al sector exterior, que nos afectaría a nosotros como socios prioritarios de la Unión Europea.

Ya lo he dicho en esta columna en otros artículos. Europa, y España, deben potenciar otras áreas comerciales y mirar hacía Asia, América Latina y, por qué no, África. Y también lo he reflexionado en otra ocasión, la política que pretende desarrollar el Presidente Trump va a abocar a los Estados Unidos a perder el liderato mundial en manos de China y, poco a poco, está comiendo el terreno en las grandes decisiones. Y que el liderazgo mundial lo ejerza un país no democrático no es algo que me deje especialmente tranquilo. Esta vez sí que espero equivocarme.

 

Manuel Alejandro Cardenete

Catedrático de Economía

Vicerrector de Posgrado

Universidad Loyola Andalucía

@macarflo