Me ocurrió el pasado año en la Feria de Abril con mi hijo, concretamente en la zona de las atracciones. Estábamos eligiendo entre varias de ellas y, al llegar a la montaña rusa, se paró y la señaló. Le pregunté: “¿estás seguro que quieres esta atracción? Es diferente a las otras y más grande que la anterior”. “Lo sé”, me contestó, “pero me lo he pasado tan bien que quiero probar. Me encanta esa velocidad, altura y curvas que toma sin que te lo esperes. Va a ser emocionante”.
Así fue, salió contentísimo, queriendo repetir y elegir el primer vagón la próxima vez. No paraba de hablar sobre la subida despacito, la parada, la bajada y el cambio de velocidad en la curva inclinada a la derecha. Le encantaron los cambios y movimientos que genera la montaña rusa. Y me preguntó: “y tú papá, ¿qué tal?”. Le contesté: “pues un poquito mareado. Me ha gustado pero no recordaba esos cambios tan bruscos y rápidos. Yo creo que me estoy haciendo mayor. Es demasiado volátil para tu padre”. “¿Volátil?, eso ¿qué es papá?” me preguntó. “Algo que se mueve despacito y en un momento determinado pasa a moverse rápido y bruscamente. Si lo sabes y eres conocedor de que puede pasar, lo esperas, lo aceptas, lo toleras y hasta no te mareas. Si no lo sabes, y te montas en la atracción, puede que sufras algo más, te marees muchísimo y termines diciendo que eso no es para mí. Esto pasa en muchas cosas en la vida hijo, que son volátiles, y es importante conocerlo antes de elegir o tomar una decisión”.
¿Por qué hablo de volatilidad? Sencillamente porque es un término que cada vez escuchamos más. Si lo enfocamos al entorno de la gestión de nuestro patrimonio está relacionado con nuestro comportamiento en la toma de decisiones financieras. Podemos tolerar un cierto grado o nada de fluctuaciones en la valoración del patrimonio y esto nos condiciona, porque podemos asociar estas fluctuaciones al riesgo que asumimos, y no es así.
La volatilidad es una medida estadística. Se obtiene de diferentes resultados que han tenido lugar en el pasado y mide la desviación sobre la media en un horizonte temporal determinado. En activos de renta variable es elevada -si la volatilidad de una acción es del 25%, quiere decir que, respecto a su valor medio, ha fluctuado +25% y -25% en algún momento-; en activos de renta fija es menor y en una cuenta corriente o depósito bancario apenas tiene lugar.
En la gestión de patrimonio priman los objetivos y necesidades, el horizonte temporal, la estrategia y la planificación. Conseguir rentabilidad implica superar a la inflación y los impuestos. Comparto un dato: la inflación cerró en España el pasado 2017 en el 1,1% y dejó un impuesto oculto de 8.800 millones (800.000 millones en cuentas corrientes y depósitos sin remunerar multiplicado por la inflación del 1,1%). Esto se llama riesgo ya que no asumir fluctuación alguna provoca la pérdida de patrimonio de forma silenciosa. ¿Todo ese patrimonio tiene que estar así? ¿Perdiendo poder adquisitivo? Para mí es cuestión de Educación Financiera: saber lo que hacemos, buscar seguridad y tranquilidad en la toma de decisiones, ser amigo de la volatilidad y conocer nuestro riesgo. Cuando llegan las fluctuaciones, que las estábamos esperando, las disfrutamos.
Es tiempo de Feria de Abril. Cuando he llegado con los niños a las atracciones les he preguntado qué elegirían, mi hijo me ha dicho: “volatilidad papá, volatilidad”.
Juan Francisco Martín Báñez
EFA European
Financial Advisor
Asociado EFPA 12099
Franciscomartinbañez (LinkedIn)