La irrupción de las criptomonedas en el escenario global ha puesto en la Agenda (mayúsculas obligadas) la tecnología de las cadenas de bloques, más conocida como Blockchain, cuya dimensión, como ha ido siendo habitual hasta ahora en cada uno de los hitos de la revolución digital, es profundamente disruptiva.

Y sin embargo, muchos indicios señalan que estamos ante otra cosa. Porque, si por Blockchain nos quedamos en la discusión acerca del bitcoin y, así, del resto de las más de 1.300 criptomonedas existentes, es muy posible que no alcancemos a entender el fenómeno en toda su amplitud y, especialmente en lo que tiene que ver con la Comunicación. En realidad, la investigación para la creación de esta tecnología tiene casi 40 años desde sus orígenes y más de 20 de sus primeros pasos, cuando comenzaron a estudiarse los métodos descentralizados de pago electrónico. El proceso culminó, en esa primera y larga fase, en 2008 cuando “bajo el nombre” de Satoshi Nakamoto se publicó un estudio denominado Bitcoin P2P e-cash el que explicaba como poner en marcha las criptomonedas a través de las cadenas de bloques. “Bajo el nombre”, porque sigue sin saberse quién, o quienes, están realmente detrás mientras se ha especulado extraordinariamente al respecto en cientos de investigaciones y especulaciones pero esto es ya lo de menos. Lo relevante es que en 2009 nació el bitcoin y una década después la tecnología de cadenas de bloques en la que se basa ha abierto un nuevo rumbo para la digitalización.

Descentralización y transparencia. En esencia, hay dos palabras clave en las que descansa Blockchain: criptografía, que representa al sistema, su seguridad y -por tanto- su credibilidad, y descentralización, que define la relación entre las partes y la “colectiviza” desde la individualidad, con total transparencia, y aquí está la mayor ventaja y el peor inconveniente para quienes sean competentes, por una parte, y para quienes la transformación digital no es más que un incómodo manejo de herramientas, por otra. En suma, y de una manera fácil de entender, Blockchain es una base de datos organizada en bloques y compartida entre nodos (usuarios) cuya información no se puede borrar, modificar o hackear. Una especie de registro digital de operaciones (o cuentas) a la vista de todos los usuarios, que reciben una copia de cada una de las operaciones, en presente y de todas las que se han hecho en ese registro hasta la fecha de su incorporación, en pasado. Con este escenario, el de llamada “economía de la atención” es fácil entender, y suponer, como pueden cambiar muchas cosas en la esfera de lo público y lo privado, desde la política hasta las finanzas, y como se pueden volver a recuperar valores como credibilidad y transparencia en la comunicación, desde medios, agencias y profesionales. Eso sí, con una visión serena y crítica de las posibilidades y comportamientos de los actores -fundamentalmente, de las comunidades-.

Para entender con precisión la perspectiva sobre la comunicación hay un excelente estudio, modelo de “trabajo colaborativo” con 20 expertos de primera fila, que es el IX informe de wellcomm: “comunicar en la era del Blockchain”. Un documento de referencia que abre la mirada a 360 grados sobre el fenómeno y que se puede descargar directamente en la url perspectivas2018.well-comm.es. Este estudio es, además, interesante, por lo reciente y actualizado. De hecho, su presentación es casi pareja a la intervención de la propia Comisión Europea en el universo Blockchain, como prueba de su auténtica importancia y su consciencia de que, en absoluto, esto es una moda. Los nombres de canales como Medium, Slack, Reddit o Telegram, ya conocidos, se inscriben en la órbita.

El pasado uno febrero, la comisaria europea de Economía Digital y Sociedad, Mariya Ivanova Gabriel anunciaba la puesta en marcha de un “Observatorio y Foro de Blockchain de la UE”. Según Ivanova, este Observatorio estará abierto “para que los tecnólogos, innovadores, ciudadanos, las partes interesadas de la industria, autoridades públicas, reguladores y supervisores de blockchain, puedan discutir y desarrollar nuevas ideas y direcciones”.

 

Francisco J. Bocero

Periodista y consultor de comunicación estratégica

@PacoBocero

 

Artículo incluido en el número de abril de la revista Agenda de la Empresa