En esta ventana mensual ya hemos hablado del presidente Trump en alguna ocasión. De las promesas de su campaña electoral de hace dos años, a la realidad de su mandato, afortunadamente, ha distado bastante, pero lamentablemente ya están empezando a fraguarse sus primeras realidades nefastas.

Desde el inicio de su presidencia, la tomó con el comercio internacional en su deseo de su llamada política de “America First”. Esto se basaba en que el resto del mundo robaba a los Estados Unidos -por cierto, ¿les suena esto?-. Su país desde 2009 ha implementado más de 1.400 medidas proteccionistas. Ya el presidente Obama desarrolló bastantes de ellas. Y es que todo lo que tiene de liberal y libremercado la política interior norteamericana, lo tiene de proteccionista cuando hablamos de sector exterior.

Con la llegada de Trump a la presidencia, saltaron por los aires los acuerdos comerciales con los países del Pacifico, se paralizó el Acuerdo con la Unión Europea, abrió en canal el acuerdo con sus vecinos canadienses y mexicanos (TLCAN), dinamitó -nunca mejor dicho- el acuerdo nuclear con Irán y, ahora, la ha tomado con China y le ha impuesto tarifas arancelarias del 25% a sus exportaciones hacia USA. Y, en medio del camino, se le ha puesto entre “ceja y ceja” la aceituna negra española imponiéndole un arancel del 34,73% que ha destrozado las exportaciones de nuestras empresas aceituneras con descensos del 40%. Esto último lo ha justificado en que, gracias a la Política Agraria Común, la producción agrícola española está subvencionada, y lo que hacemos es dumping compitiendo con precios más bajos. Lo mismo hay una parte de verdad…

Pero, en cualquier caso, lo que parece fuera de toda duda es que, en el ecuador de su mandato, ya está empezando a materializarse lo que todos nos temíamos y que era política muy agresiva con consecuencias nefastas. En segundo de cualquier curso de Económicas, cuando se explica el sector exterior y se habla de “devaluación competitiva”, como la política de abaratamiento de la moneda nacional para favorecer las exportaciones, se explica que esta política trae consecuencias muy negativas a largo plazo, pues tras una devaluación del país A al B, le sigue la reacción del B al A y de forma consecuente, de nuevo la del país A al B y así sucesivamente. Al final se convierte en un juego de suma cero, donde ambos países terminan perdiendo. En el caso de Trump, la devaluación competitiva no la ha hecho depreciando su moneda, sino incrementando los impuestos a la importación que, en la práctica, es lo mismo al afectar el tipo de cambio real.

Con su país vecino, México, la imposición de tarifas del 25% a las exportaciones mexicanas a los Estados Unidos -sobre todo en productos relacionados con el sector de la automoción-, ha dado lugar a la planificación por parte de México de “impuestos espejos” por el mismo valor a las exportaciones norteamericanas. En definitiva, ha estallado la guerra comercial.

En noviembre se renovarán las Cámaras del Congreso y del Senado norteamericanas y sabremos si tendremos presidente Trump para seis años más o al menos en dos años podremos respirar. Aunque puede que el daño ya esté hecho.

 

Manuel Alejandro Cardenete | Catedrático de Economía

Vicerrector de Posgrado. Universidad Loyola Andalucía

@macarflo

Artículo incluido en el número de julio y agosto de la revista Agenda de la Empresa