La agroindustria es, sin duda, un sector empresarial que se identifica con Andalucía, entre otras cuestiones porque se trata de una actividad unida al territorio, difícilmente deslocalizable, y que cuenta además con una importante tradición y presencia en nuestro sistema productivo.

Es un pilar básico para nuestro desarrollo, por su capacidad generadora de empleo y por proporcionar valor añadido a los productos de nuestra tierra.

Como gran parte de los sectores económicos, ha tenido que reinventarse en los difíciles años de la crisis, apostando por la innovación y, sobre todo, asumiendo un gran impulso exportador, por lo que no es exagerado calificar a la agroindustria como el “milagro” de la economía andaluza.

Se cifran en 7.000 el número de empresas activas de este sector en nuestra comunidad autónoma. Unas empresas que disponen de muchos elementos a su favor para incrementar su productividad y competitividad como son la especialización, la diversidad, la calidad y las denominaciones de origen, así como la creciente orientación internacional y asociativa de las mismas.

Sin embargo, es necesario recordar que, aunque éste es un sector que transita por la senda del éxito, sus empresas se enfrentan en ocasiones a problemas, que exceden de lo privado y trascienden al ámbito público, y que requieren de la intervención de los gobiernos e instancias europeas.

Es el conocido caso, por ejemplo, de la aceituna negra que EE. UU. ha gravado con un arancel injusto por considerar que se produce un fenómeno de dumping: la venta por debajo del precio de coste debido a las subvenciones europeas. Cuestión que pone en entredicho toda la Política Agraria Común y que es previsible pueda extenderse a otros productos agroalimentarios.

La situación es muy grave, puesto que, en el primer trimestre del año, la exportación de aceituna de mesa negra española a EE. UU. ha descendido un 42,4% respecto al mismo periodo del año anterior, pasando de casi siete millones de kilos a cuatro, según la información del Departamento de Aduanas de EE. UU., y que ha dado a conocer la Asociación Española de Exportadores e Industriales de Aceituna de Mesa (Asemesa), asociación integrada en CEA.

Asemesa está llevando a cabo a este respecto una defensa encomiable y extraordinaria de este producto tradicional en la agroindustria andaluza, y ha exigido a la Unión Europea la misma contundencia demostrada con el acero, en la protección de la aceituna negra de mesa, de la que Andalucía produce en torno al 80 por ciento de toda España.

Preocupante es también la situación que pueda producir el Brexit y aunque sus efectos aún son superficiales, es cierto que aquejará al sector de la agroindustria de manera destacada.

Los cambios normativos, los costes de los transportes, las barreras arancelarias y no arancelarias y los acuerdos preferenciales de Reino Unido con potencias agrícolas competidoras, son escenarios que las empresas del sector han de prever y ante las que deben estar preparadas.

Las cifras son elocuentes: el Reino Unido es el cuarto destino más importante de los productos agroalimentarios andaluces, con el 10 por ciento de las exportaciones del sector.

Asimismo, otro efecto colateral será la reducción del presupuesto de la UE de la PAC, ante la pérdida de las aportaciones del Reino Unido.

Unas pérdidas que también se manifiestan precisamente en la próxima PAC, que entrará en vigor el año 2021 hasta el 2027, y que ya se está discutiendo. Y que, tal como se refleja en el monográfico sobre la “Política Agraria Común tras el 2020” del Informe Loyola Economic Outlook, presentado recientemente en CEA, la reducción de las ayudas directas “está prácticamente garantizada en cualquier caso, así como un endurecimiento de los requisitos vinculados a la conservación medioambiental para recibirlas”.

Por otra parte, la agroindustria andaluza se enfrenta también a un escenario lleno de retos que tienen que ver con el cambio climático, la internacionalización, la digitalización e innovación, el Big Data, el comercio online, una nueva era de robotización -con la irrupción, entre otros, de los drones-; los cambios en la dieta, la biotecnología, las exigencias de consumo, o el citado Brexit y la reaparición de medidas proteccionistas y contrarios al libre comercio internacional.

Todos ellos suponen también oportunidades de desarrollo y de negocio, estímulos para afrontar nuevos mercados y de mejora del proceso industrial y la generación de nuevos productos más saludables. La prosperidad económica de estas empresas y el empleo que mantienen y generan, depende, en gran medida, de que sean capaces de aprovechar estas oportunidades, que sigan transformando, innovando y asumiendo riesgos con ilusión y esfuerzo. Dependen también del marco regulatorio. Existe especialmente expectación en Andalucía ante la nueva Ley de vida saludable y la Ley de agricultura y ganadería, ambas en trámite parlamentario.

En este contexto, se ha puesto en marcha recientemente el Plan Estratégico para la Agroindustria de Andalucía Horizonte 2020, que ha contado con el consenso de las organizaciones empresariales, y que da respuesta a muchos de los retos, incertidumbres y a la propia situación actual del sector, entre los que cabría destacar tres elementos fundamentales: dimensión, internacionalización e innovación de las empresas.

Las organizaciones empresariales coordinadas con las administraciones públicas tenemos con este Plan la hoja de ruta para impulsar el necesario desarrollo de la agroindustria andaluza y aprovechar con éxito las oportunidades que se le ofrecen al sector.

Sin duda, si lo alcanzamos seremos a buen seguro, testigos de otro auténtico “milagro” andaluz.

Javier González de Lara | Presidente de la CEA

Artículo incluido en el número de julio y agosto de la revista Agenda de la Empresa