Junto a la contaminación producida por los residuos plásticos -ocho millones de toneladas de plásticos acaban en el mar cada año, el equivalente a un camión de basura cada minuto; no hay sistema de reciclaje que pueda soportarlo-, las emisiones de gases de efecto invernadero causantes del cambio climático constituyen el otro gran desafío de nuestro tiempo. Hoy nos centraremos en esto último, la cuestión de la energía. Sobre plásticos hablaremos en otra ocasión.

En primer lugar, reconozcamos que el cambio climático se está acelerando. Cada verano batimos récords de temperaturas máximas, de concentración de partículas de CO2 en la atmósfera, de reducción del hielo ártico, de pérdidas de especies, de quiebra del equilibrio ecológico, en definitiva, no estamos haciendo bien los deberes. Vamos tarde y no podemos perder ni un minuto más en tomar las medidas necesarias para, con la mayor celeridad, poner coto al cambio climático.

Para empezar, tenemos que cambiar la matriz de generación energética (la llamada transición energética), dejando atrás los combustibles fósiles y el carbón, de modo que reduzcamos de forma drástica las emisiones de CO2 a la atmósfera. Esto es lo que se conoce como mitigación del cambio climático. El futuro será 100% renovable, o no será. Pero es que las energías renovables son, de hecho, una realidad en el presente. Llevan con nosotros muchos años. Fueron lamentablemente esquilmadas (fin de las primas, impuesto al Sol, etc.), pero ahora van a volver con fuerza: la Unión Europea ha fijado una cuota mínima del 32% de energía renovable para 2030, y además ha prohibido el impuesto al Sol que había aplicado el anterior gobierno de España. Ello es sin duda una gran noticia para el sector de las energías renovables en España y para millares de ciudadanos que apuestan por el autoconsumo energético. El futuro pasa por una energía descarbonizada, distribuida y digital.

Por otro lado, como la transición energética es un proceso que no se culmina de la noche a la mañana, las emisiones continuarán al alza hasta que logremos estabilizarlas y luego hacerlas decrecer. Y a remolque de esas emisiones evolucionarán las temperaturas, debido al efecto invernadero. Por lo tanto, la inercia del calentamiento global (vamos hacia veranos cada vez más largos y con temperaturas insoportables en muchas zonas del planeta) nos lleva a la imperiosa necesidad de incidir también, de forma urgente, en la adaptación al cambio climático, especialmente en las ciudades, donde vive ya más de la mitad de la población mundial (en 2030 será el 60% de la población mundial).

Mitigación y adaptación deben ir pues de la mano, en el marco de una nueva estrategia urbana y territorial frente al cambio climático. Con otras palabras: debemos hacer de la transición energética y la adaptación al cambio climático el nuevo modelo de ciudad para los próximos decenios. Ello tiene implicaciones en múltiples direcciones: 1) fin del urbanismo difuso (el modelo de ciudad norteamericana, para entendernos), que separa usos y funciones y crea “lejanía”, generando dependencia del automóvil privado (contaminación atmosférica, enfermedades por mala calidad del aire, atascos, ruidos, etc.); 2) recuperación de la escala de barrio, mezclando usos y funciones en el territorio, lo cual permite maximizar los desplazamientos en modos no motorizados, favorece la mezcla social, los tiempos lentos, la seguridad, etc.; 3) incorporación masiva de paneles solares en las cubiertas de los edificios, pues la ciudad tiene que ser también productora de la energía que consuma, al menos de una fracción importante de ella (es esencial estimular el autoconsumo y la generación distribuida); 4) revegetar la ciudad, haciendo de la vegetación una nueva protagonista del hecho urbano (eliminación de plazas duras, introducción de nuevos árboles generadores de sombra y confort climático, pérgolas como las de la Expo’92, jardines verticales, huertos urbanos, etc.); 5) extensión de fuentes y puntos con agua potable en múltiples plazas y zonas de la ciudad, lo cual genera mayor confort climático y además reduce el consumo de agua embotellada, y enlazamos así con el otro gran desafío medioambiental de nuestro tiempo (los plásticos), sobre el que escribiremos un artículo específico más adelante. Éstos, entre otros temas, son también tratados en el Máster en Energías Renovables y Mercado Energético de EOI-Escuela de Organización Industrial.

 

Luis Morales Carballo | Responsable de Relaciones Institucionales de Ecoemprendedores por el Clima. Profesor Medio Ambiente y Energía en EOI–Escuela de Organización Industrial

 

Artículo incluido en el número de septiembre de la revista Agenda de la Empresa