Recuerdo este verano una anécdota con mi hija pequeña que voy a compartir contigo: era el tercer día de vacaciones en Salamanca y tocaba jugar a Master Chef. En esta ocasión ella haría el postre: tarta de queso. Investigó varias recetas en Internet, seleccionó una de ellas, creó la lista de la compra y la acompañé al supermercado. En el momento mágico de la elaboración se quedó con su abuela como ayudante. Se lo pasan genial, la pequeña desarrollando su creatividad y la abuela participando en el show en directo.

Al día siguiente, tomando un café con la abuela, muy sonriente y sorprendida de la iniciativa de la pequeña, me cuenta lo que pasó en la cena con sus amigos del día anterior. Al llegar el turno del postre, la pequeña le dice: “Abuela, saca la tarta de queso y la pones en el medio de la mesa junto a los otros postres. A lo mejor piden un trocito”. ¿Qué crees que sucedió? Tomaron la tarta de queso y le dieron su opinión para mejorar su primera receta.

El pasado octubre de 2017, el economista estadounidense Richard H. Thaler fue galardonado con el Premio Nobel de Economía por su contribución en el campo de las finanzas conductuales o economía del comportamiento, al demostrar que en la toma de decisiones intervienen variables psicológicas que provocan desviaciones de lo que sería una decisión tomada por criterios racionales y económicos.

Thaler es autor, junto a Cass R. Sunstein, del libro Un pequeño empujón (The nudge), 2008. ¿Qué es un nudge? “Cualquier factor que altera de forma significativa la conducta humana, aunque sería ignorado por los econs (seres racionales distintos a los humanos) que responden a incentivos, al igual que los humanos, pero influidos por los nudges”. “Desplegando adecuadamente tanto incentivos como nudges, podemos aumentar nuestra capacidad para mejorar la vida de la gente y contribuir a resolver muchos de los grandes problemas de la sociedad. Y lo podemos hacer sin renunciar a la libertad de decisión de cada uno”.

Él demuestra que simplificamos nuestra toma de decisiones financieras y esto puede ocasionarnos altos costes de oportunidad. Para un ahorrador, este coste es elevado porque puede perder dinero.

La rentabilidad media anual de los activos financieros durante el período 2000-2017 ha sido la siguiente: liquidez -0,60%, bonos 4,60% y acciones 4,00% (Guide to the Markets, J.P. Morgan Asset Management). Han pasado casi dos décadas y el ahorrador sigue prefiriendo las cuentas corrientes y los depósitos bancarios, es decir, liquidez.

Para el Premio Nobel: “Tomamos buenas decisiones en los contextos en que tenemos experiencia, buena información y feedback rápido: por ejemplo, el escoger sabores de helados. Cada uno sabe si le gustan de chocolate, vainilla, café, o algún otro. Tomamos decisiones menos buenas en contextos en los que tenemos poca experiencia e insuficiente información, y en los que el feedback es lento o poco frecuente: por ejemplo, al escoger entre fruta y helado (los efectos a largo plazo son lentos y el feedback débil) o al escoger entre opciones de inversión o tratamientos médicos. Si a usted le ofrecen cincuenta planes médicos, de distintas características, quizá le venga bien un poco de ayuda”.

¿Hubieras tomado de postre tarta de queso? La elección es libre, porque además de tarta, situada en el centro, había fruta, helado y dulces.

En la toma de decisiones financieras ve acompañado, puede ser un pequeño empujón.

 

Juan Francisco Martín Báñez | EFA European Financial Advisor

Asociado EFPA 12099

 

 

Artículo incluido en el número de septiembre de la revista Agenda de la Empresa