Uno de los principios clásicos de la comunicación advierte que “si tu no dices lo que eres, otros lo dirán por ti”. Es, en efecto, una advertencia porque lleva implícita una consecuencia negativa por omisión o imprevisión.

Y es también y ante todo, un principio clásico. Si citamos buscando solvencia, ahí está Cicerón -que, posiblemente, sabía de reputación (es decir de comunicación) más que nadie en la Roma que le tocó vivir- con su sentencia sobre la verdad y la mentira: “Como nada es más hermoso que conocer la verdad, nada es más vergonzoso que aprobar la mentira y tomarla por verdad”.

Todavía hoy, se cometen muchos errores de comunicación por confundir cautela por silencio y prudencia por hermetismo. Sigue siendo difícil de aceptar pero hace mucho tiempo que el silencio dejó de ser rentable en todas sus variantes. Incluso en la que no imaginamos porque no la asociamos de manera consciente: por exceso de ruido.

Sí, ya puestos en los clásicos es una cuestión de contrarios, como entendía Heráclito que estaba el origen de Todo, en la pura antítesis, también es muy poco rentable hablar mucho sin decir nada. Es decir, practicar el silencio “activo”.

En todo caso, viene esta reflexión al enquistamiento manifiesto del conflicto independentista y la necesidad perentoria de que seamos realmente conscientes del daño reputacional que ha sufrido -y tiene las trazas de seguir sufriendo- este país.

Desde el punto de vista de la comunicación institucional, que es a la que me estoy refiriendo, es un asunto complejo y difícil pero imprescindible de abordar. Mantener una postura cómoda -no voy a entrar en valorar las razones- bajo el manto del relativismo no sólo no es una solución, aunque fuese la mejor de las peores soluciones. Es, sencillamente, agravar el problema y hacia el futuro.

Y viene todo esto al hilo de la resolución del ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, de asumir como “prioridad” reparar este daño reputacional que el independentismo ha causado a la imagen de España en el exterior, reafirmando que el gobierno mantendrá los premios “Palacio de Viana”, convocados por el anterior Ejecutivo, premios que levantaron la polémica en una de sus categorías, la que distingue al “mejor trabajo periodístico sobre el papel de España en el mundo publicado en medios de comunicación extranjeros impresos o en línea”.

La urgencia del asunto no es nueva, por supuesto. En octubre pasado, Antonio Muñoz Molina, uno de nuestros grandes escritores andaluces, publicó un brillante artículo en la revista Babelia titulado “Francoland” en el que describía como el independentismo había dado una vuelta de tuerca a la mala imagen de España en el exterior gracias a su incansable trabajo de comunicación por el que “una parte grande de la opinión cultivada, en Europa y América, y más aún de las élites universitarias y periodísticas, prefiere mantener una visión sombría de España, un apego perezoso a los peores estereotipos, en especial el de la herencia de la dictadura, o el de la propensión taurina a la guerra civil y al derramamiento de sangre”.

Por eso, diez meses después, la firmeza del ministro de Asuntos Exteriores debiera tomar carta de naturaleza más allá de la retórica y abordar una estrategia de comunicación seria y contundente para mostrar que este país nada tiene que ver con esa imagen, usada demasiadas veces en la refriega política interna como recurso fácil y efectista.

Como dijo Borrell hace unas semanas tras la interpelación de un diputado independentista, la situación de España es absolutamente “homologable en materia política, económica y social a los países de nuestro entorno” y esgrimió una quincena de índices, desde el Democracy Index de The Economist, al de la OCDE, pasando por el de la Universidad de Yale o el de Freedom House, que puntúa a la democracia española con 94 puntos sobre 100, los mismos puntos que Alemania y el Reino Unido y cinco puntos sobre Italia y cuatro sobre Francia, para recordarlo.

Y es que es muy sencillo: si tu no dices lo que eres, otros lo dirán por ti. Desde el principio de los tiempos.

 

Francisco J. Bocero | Periodista y consultor de comunicación estratégica

@PacoBocero

 

 

Artículo incluido en el número de septiembre de la revista Agenda de la Empresa