Durante los últimos meses se ha observado una cierta pérdida de dinamismo en el contexto económico, con un tono algo menos positivo en los indicadores de actividad conocidos para el tercer trimestre, que apoyarían la suave ralentización que se espera en la segunda mitad de 2018 en buena parte de las economías avanzadas. Asimismo, en las economías de mercados emergentes se aprecia también una trayectoria menos favorable desde el verano, en consonancia con la desaceleración de China y los episodios de tensión en Turquía y Argentina.

En este sentido, el último informe de previsiones de la OCDE, del 20 de septiembre, señala que las incertidumbres a corto plazo, los riesgos derivados de las restricciones comerciales y las condiciones financieras más restrictivas ya han empezado a enturbiar el panorama económico en algunos países, moderando las perspectivas de la economía global.

De este modo, la trayectoria reciente de la actividad indicaría que la expansión económica en buena parte de las economías avanzadas podría haber alcanzado su punto máximo en la primera mitad del año, esperándose en los próximos trimestres un progreso ligeramente más pausado en esta fase expansiva del ciclo. Así, la OCDE sostiene ahora que la economía mundial podría crecer el 3,7% en 2018 y al mismo ritmo en 2019, lo que supone una y dos décimas menos de lo señalado el pasado mes de mayo. Entre los argumentos esgrimidos para esta visión un poco menos optimista se señala, además del debilitamiento de la confianza y de los flujos comerciales, un comportamiento más tímido de la inversión de lo que se anticipaba y un aumento de los salarios bastante modesto, a pesar de que la mayoría de los países de economías avanzadas (no así en España) el nivel de paro ha descendido hasta niveles inferiores a los previos a la Gran Recesión.

En este escenario, cabe contextualizar el severo retraimiento de la confianza en el clima económico que muestra el indicador elaborado por el Instituto Ifo alemán, a lo largo de los últimos dos trimestres, tanto en la Zona Euro como en el agregado mundial. Al mismo tiempo, esta flexión a la baja resulta coincidente con el perfil descendente de los indicadores principales compuestos de actividad (CLI) y con el retroceso en el flujo de mercancías en el G-20.

Precisamente, el debilitamiento del comercio exterior parece ser uno de los principales motivos del menor crecimiento de la economía española en el segundo trimestre del año, según se desprende de los datos provisionales de la Contabilidad Nacional Trimestral del INE. De este modo, el PIB habría crecido un 0,6% respecto a enero-marzo, lo que supone una variación interanual del 2,7%, un ritmo todavía superior al de la mayoría de las economías avanzadas de nuestro entorno, aunque un poco por debajo del correspondiente a los tres últimos años, a causa del freno en el consumo privado y del menor impulso de las exportaciones. En cualquier caso, esta moderación se encuentra en línea con las perspectivas que había pronosticado el Gobierno de España a principios de 2018 y por el consenso de las previsiones.

La fortaleza de los indicadores del mercado de trabajo es otro argumento que apoya la vigencia del ciclo expansivo de la economía española y la levedad esperada de esta fase de ralentización. En este sentido, el ritmo de creación de empleo ha mostrado una ralentización moderada a lo largo del presente año, de forma que en lo que va de año el número trabajadores afiliados a la Seguridad Social ha aumentado en 13.362 personas en Andalucía, una cifra bastante inferior a la de nuevos cotizantes un año antes (27.069 afiliados).

Adicionalmente, el PIB también se ha ralentizado, con una variación provisional del 2,5% interanual (2,9% en el trimestre anterior), a pesar de que la aportación de la demanda interna ha aumentado como consecuencia del repunte en la inversión, en tanto que el consumo de los hogares ha crecido también a menor ritmo que en los primeros meses del año. A su vez, la contribución del saldo exterior neto al crecimiento ha sido negativa, debido al menor ritmo de aumento de las exportaciones andaluzas. Por el lado de la oferta, se aprecia un crecimiento generalizado, destacando el avance de la construcción, si bien el crecimiento de la industria y los servicios ha sido algo más moderado que en el primer trimestre del año.

Por otra parte, en los últimos meses se ha intensificado el seguimiento a los indicadores del sector inmobiliario, tratando de confirmar la salud del sector. La evolución de las compraventas y de las hipotecas aproxima un dinamismo notable en los últimos meses, si bien el desajuste entre las condiciones de oferta y las de demanda está provocando que en los ratios de esfuerzo financiero para adquisición de una vivienda se aprecie un ascenso en los últimos trimestres.

 

Esperanza Nieto Lobo | Analistas Económicos de Andalucía

www.economiaandaluza.es

 

 

Artículo incluido en el número de octubre de la revista Agenda de la Empresa