Metidos de hoz y coz en la campaña electoral de nuestra Comunidad, estamos viendo en directo las líneas de comunicación de cada una de las formaciones políticas que se presentan y, con mucha seguridad, nos podemos hacer una idea de los ejes de cada una más allá de los elementos tradicionales (en mensajes y soportes).

Esa idea pivota sobre la percepción que tenemos de la Realidad -en mayúsculas- muy distinta y variada según las preferencias y “militancias” de cada persona, que no siempre se acerca a los hechos -al menos medianamente contextualizados- e incluso a los datos -también contextualizados y de mayor precisión-.

Pero esto no va estrictamente sobre la credibilidad, o no, de los programas electorales y las candidaturas de esta campaña electoral, sino que sirve en genérico para ilustrar y analizar cómo están conformándose algunas de esas visiones de la realidad y no perder la perspectiva de las consecuencias inquietantes que pueden llegar a tener si se pierde el sentido de la ética y la condición de transparencia.

Por ejemplo: según el último estudio de la consultora Ipsos, seis de cada diez ciudadanos de este país consideran “que los principales causantes de que en España exista un importante desconocimiento sobre la realidad social del país son los políticos, que confunden a la población con informaciones sesgadas, interesadas o falsas”. El 44 por ciento, rozando la mitad, cree que la desinformación viene de los medios de comunicación (otras fuentes) y el 38 por ciento de las redes sociales (los canales).

Pero, no se quedan aquí los números. Según la encuesta sobre la que se realiza el estudio, una muestra de 20.793 personas en 17 países (para ampliar y precisar la información se puede consultar en la web de la consultora) lo desolador es que “la definición de fake news (noticias falsas) más votada por el 53 por ciento de los españoles es la de historias promovidas tanto por los medios como por los políticos tomando la información que más les interesa en función de sus intereses”.

La media de esa respuesta en el panel internacional está en el 44 por ciento (estamos ocho puntos por encima) y no afirma taxativamente que se trata de mentiras, sino de informaciones -de medios y políticos- promovidas “en función de sus intereses”, lo cual, además de reafirmar el viejo aserto de que “las medias verdades suelen ser la peor clase de mentiras”, arroja una imagen muy negativa que convendría no relativizar.

Siendo justos, el populismo es tan antiguo como la información sesgada y hay muchas personas, que son mayoría, dedicadas a la política y al periodismo que no encajan en esa visión sombría y descreída que se deduce de la encuesta, la cual, por otro lado, podemos corroborar en la calle sin demasiado esfuerzo.

Hay muchas investigaciones y herramientas para combatir el uso de las noticias falsas, (bastantes menos para identificarlas con los matices de la definición anterior), que son una preocupación tradicional para muchos medios cuyos controles son muy exhaustivos, pero la alerta debe ser continua. Aunque lo más relevante es, sin ningún género de dudas, tener comportamientos (hechos) coherentes (con los discursos). No se trata de moralina, sino de sentido común y valores, cosas que exigen, por otra parte, una educación crítica.

Hay por supuesto apuntes positivos: España está mejor que países de muy primer nivel en cuanto a la diferencia entre percepción de la realidad y la realidad misma. Mejor que Alemania, Australia, Canadá, Italia o el Reino Unido, ejemplo este último de libro gracias al Brexit. Por supuesto, los diez primeros son “emergentes” y los tres del “podio” lo dicen todo: Sudáfrica, Brasil y Filipinas. Por curiosidad, y al margen de la actualidad electoral carioca, echarles un vistazo exhaustivo arroja resultados concluyentes…

 

Francisco J. Bocero 

Periodista y consultor de comunicación estratégica

@PacoBocero

 

Artículo incluido en el número de noviembre de la revista Agenda de la Empresa