El pasado 12 de noviembre tuve la oportunidad de dirigir el acto ‘La empresa andaluza ante la cuarta revolución industrial’ que, patrocinado por BBVA, tuvo lugar en la sede de la Confederación de Empresarios de Andalucía e incluyó un coloquio entre José Manuel González Páramo y José María O’Kean.

Ambos, de probada capacidad técnica y profesional, amén de relevancia institucional -González Páramo ha sido vocal del Consejo de Gobierno del BCE- y académica, como es el caso de O’Kean, analizaron con precisión los desafíos de las empresas en esta era y se centraron en la confianza como “la piedra angular” sobre la que se erige la economía digital.

Con seguridad, estaremos de acuerdo sobre el valor de la confianza, y más desde el punto de vista de la comunicación estratégica -que es la visión que trata de dar esta página de opinión- y estaremos de acuerdo que la confianza es algo difícil de ganar y fácil de perder cuando los hechos nada tienen que ver con los discursos.

Viene a cuento este comentario porque las intervenciones de ambos fueron básicamente un ejercicio de comunicación sobre un proceso -la cuarta revolución industrial- donde la comunicación es, en esencia, el eje, un eje que responde al nombre de “cambio cultural”, como apuntó González Páramo al inicio de su presentación.

Porque la confianza es la clave de bóveda de este cambio cultural en el que la digitalización es un medio para llevarlo a cabo, como sabemos desde hace ya mucho tiempo, y cuya falta de comprensión suele obedecer las más de las veces a las resistencias a admitir que gestión y gobernanzas también caminan en nuevas direcciones y, muy en especial, con nuevos liderazgos reales -no impostados, porque no es necesario recordar y repetir constantemente que se ostenta el poder para legitimarse-; sinceros -es decir, capaces de ser transparentes y mantener la palabra en público y en privado-, y honestos -éticos dentro y fuera de sus ámbitos personales y profesionales-.

De ahí que, cuando se hicieron también las referencias inevitables a las necesidades educativas, comenzando por las conocidas, y muy necesarias, potenciación de las capacidades STEM, se explicase que las artísticas, en cuanto a las artes y la creatividad, y las humanas, en cuanto a las habilidades y valores, tuviesen también un lugar imprescindible.

Porque, y no es un mantra, el cambio cultural que nos trae esta cuarta revolución industrial se asienta sobre la recuperación de los valores, sobre su distinción y disquisición en un mundo complejo y lleno de amenazas -las referencias a la ciberseguridad que hicieron ambos da para mucho más que una simple mención y aún así es obligada- en el que la desinformación y la distorsión de la realidad (no hace falta mentir para vender) son moneda corriente.

Y los valores son fundamentales para construir el “círculo virtuoso en el nuevo escenario”, tal y como lo explicó José Manuel González Páramo. Un círculo virtuoso que, explicado estructuralmente, es perfectamente utilizable para la gestión, para la gobernanza y para cualquier proceso sea de la naturaleza que sea. Ahí va literal: “Si no desarrollamos empatía, no tendremos confianza; sin confianza no hay datos; sin datos no hay creación de valor; y sin creación de valor no hay oportunidades para la gente”.

Trasladado en mi modesta opinión a la visión de la comunicación:

“Si somos creíbles, por lo que hacemos y no por lo que decimos, seremos confiables; si somos confiables, tendremos acceso a las personas, que depositarán en nosotros sus expectativas; si manejamos sus expectativas con acierto y transparencia, mejorarán nuestros beneficios tangibles y ganaremos en reputación; y si mejoramos beneficios y ganamos en reputación, iremos ampliando mercado y generaremos empleo y bienestar social”. Siempre, la confianza.

Con los mejores deseos para 2019.

 

Francisco J. Bocero francisco Bocero

Director de comunicación de la Confederación de Empresarios de Andalucía

@PacoBocero

 

Artículo incluido en el número de diciembre de la revista Agenda de la Empresa