Comenzamos el año y todos nos encontramos llenos de buenos deseos y con un impulso renovado. El problema es que este buen espíritu que nos trae la Navidad no es trasladable al mundo de la economía. Al menos por lo que las primeras previsiones empiezan a augurar.

Ya constatamos un cambio de tendencia en la demanda, en el primer semestre de 2018, cayendo las ventas del sector de gran consumo. El consumo interno empieza a debilitarse, por lo que podemos esperar que nuestra economía se resienta y se desacelere.

A escala global comienza a moderarse el ritmo de la progresión debido a la mayor incertidumbre. El sector industrial ha perdido algo de ímpetu y la implementación de medidas proteccionistas (EE. UU., China, etc.) empieza a afectar a la confianza, al comercio y a la inversión. Además, en el escenario global, algunos riesgos se han acentuado en los últimos meses debido a la mayor incertidumbre política, al aumento del proteccionismo y a determinadas vulnerabilidades que presentan algunas economías emergentes, lo que ha repercutido negativamente en su crecimiento. Por otra parte, el panorama internacional actual se caracteriza por presentar una menor sincronía. Así, el crecimiento robusto de la economía estadounidense contrasta con la estabilización, en niveles más bajos, de la Eurozona o de China. Y, finalmente, en la Eurozona se aprecian algunos síntomas de desaceleración. ¿Hay que empezar a preocuparse? 2018 ha presentado un crecimiento modesto, los niveles de confianza y de actividad no se han recuperado en los meses posteriores, aunque las condiciones aún son propicias para sostener el crecimiento, aunque tendiendo a la baja. La política monetaria continúa siendo acomodaticia, el mercado laboral sigue mostrando un buen comportamiento, el nivel de confianza de los consumidores se mantiene en cotas aceptables y las economías domésticas presentan niveles de deuda menos preocupantes.

España sufre una revisión a la baja de su PIB por parte de todos los centros de previsión económica. En breves días presentaremos el número de invierno del Loyola Economic Outlook y esta es la tendencia. Un crecimiento ligeramente superior al 2% de PIB, como consecuencia de la desaceleración económica que reflejan los principales indicadores de coyuntura económica desde mediados del 2018.

En el consumo de los hogares, la tendencia a la desaceleración puede seguir intensificándose por causas como la pérdida de tracción del mercado laboral y una subida de precios que, de momento, no parece trasladarse a los salarios. La Formación Bruta de Capital Fijo pierde fuelle, posiblemente motivada por la disminución de la confianza empresarial, que ya empieza a materializarse ante el nuevo escenario económico. La desaceleración del comercio mundial explica gran parte del agotamiento de los efectos positivos del sector externo sobre la economía española. En efecto, los últimos datos mensuales publicados parecen mostrar cierto resentimiento en el comportamiento de las exportaciones españolas, lo que implica una revisión muy a la baja de la proyección de crecimiento anual de este agregado para 2019.

Todo esto es absolutamente extrapolable a Andalucía, donde las primeras simulaciones para 2019 muestran un comportamiento similar a España con un crecimiento ligeramente superior al 2% y una traducción en términos de empleo de una tasa de paro en torno al 22% para el conjunto del año en términos medios. Y seguimos sin presupuesto nacional ni regional.

 

Manuel Alejandro Cardenete | Catedrático de Economía Manuel Alejandro Cardenete

Vicerrector de Posgrado Universidad Loyola Andalucía

@macarflo

Artículo incluido en el número de enero de la revista Agenda de la Empresa