El hecho de que la economía española crece a un ritmo superior al de la media de los países del euro, un 3,8% en el tercer trimestre frente al 2,6% no lo discute nadie en Bruselas y se sigue mirando a nuestro país con cierto asombro por esta cuestión.

Ahora bien, si se rebusca detrás de las grandes cifras resulta que la productividad, uno de los datos de referencia claves para medir la salud económica de un país que resulta de dividir el total del Producto Interior Bruto (PIB) de un país por el número de trabajadores, crece en España a un paso lentísimo.

Según el último informe monográfico sobre la productividad realizado por la Comisión Europea, España cerrará este año con un aumento de tan sólo ocho décimas, el menor de todos los países de la Eurozona que, a su vez, tendrán un aumento medio del 1,1% en relación con el año anterior.

Este 0,8% de aumento será, en el caso de confirmarse, tan sólo una décima superior al de 2006, año en el que España sacó muy «mala nota» en productividad, ya que logró un aumento de siete décimas, frente al 1,4% en que creció de media este indicador en los países del euro.

Los expertos de Bruselas en esta materia siempre responden lo mismo cuando se les pregunta por el caso español: no se han hecho los deberes en materia de nuevas tecnologías o, lo que es lo mismo, España sigue siendo un país de servicios y no ha dado todavía el salto al uso y fabricación de productos de alta tecnología, que son los que hacen elevar la productividad al tratarse de mercancías con alto valor añadido.

Frente a la escasa subida de la productividad en España aparecen países como Grecia, que prevé cerrar el año con un aumento de un 2,6% en este indicador, seguida de Finlandia, con un 2,5% de aumento previsto para 2007.