“Nosotros esperábamos que nos explicaran la cosa por la televisión. Que nos dijeran cómo salvarnos. En cambio, las lombrices… Las lombrices más comunes se enterraron muy hondo en la tierra, se fueron a medio metro y hasta a un metro de profundidad. En cambio, nosotros no entendíamos nada. Cavábamos y cavábamos. Y no encontramos ni una lombriz para ir a pescar”. 

Svetlana Alexievich, Voces de Chernóbil

En un libro de la editorial Sistema (1) pude leer, hace años, una curiosa historia acontecida a Oskar Lafontaine. Viajaba por Francia, por las Landas, en una carretera recta y bien cuidada en la que los coches que tenías delante o los que se cruzarían contigo podían verse a mucha distancia y el firme estaba bien cuidado. Apenas se sorprendió un momento cuando sus compañeros de viaje franceses le comentaron que aquella apacible carretera era muy peligrosa. El efecto de ver las dificultades con tanta anticipación no necesariamente mejora nuestra capacidad para estar alerta. No fallan las señales, pero posponemos las decisiones.

Solemos contemplar el mundo desconociendo que es una construcción “cuyo conocimiento está sujeto a mediaciones culturales y sociales”; es evidente que “si las temperaturas del planeta suben, el fenómeno es real y produce efectos en la propia realidad: no «construimos» ese aumento”; pero, “mientras que los hechos científicos son unívocos, sus significados sociales pueden ser múltiples; tenemos, pues, la obligación de discutir estos últimos, sin cuestionar por ello los primeros” (2). Vivimos en un mundo natural “construido”, en buena medida, por nuestras acciones e inacciones. Las políticas públicas son la solución.

Mejorar nuestra capacidad de respuesta exige, en primer lugar, ampliar nuestra visión. Ser capaces de generar y gestionar un diagnóstico crítico de nuestro entorno dotándonos tanto de una lista de objetivos como de medios de intervención adecuados. La definición de los problemas públicos es evolutiva y nuestras propuestas de actuación operan entre imprecisiones y restricciones de todo tipo. Pero son la única orientación posible para cohonestar el quehacer de instituciones, empresas u hogares. Hace algún tiempo, en La Vanguardia, Javier Gomá nos recordaba la necesidad de “reconciliarse con la imperfección de lo político. De las instituciones políticas -decía- ha de esperarse, no la felicidad ni la salvación individuales, sino los acuerdos que propician la convivencia y la amistad cívica”. No es un programa de mínimos, es una forma respetuosa de vida en común” que nos permite “deliberar racionalmente” y “obrar con plena autonomía” (3).

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible son la mejor aproximación que hemos realizado para recuperar un diagnóstico crítico de nuestra situación, para volver a leer las señales. Son una oportunidad para mejorar, como de verdad mejoran las cosas, siempre habrá una nueva dificultad que sortear. Jared Diamond ha descrito el colapso de muchas sociedades que “cayeron en la trampa de la sobreexplotación de los recursos medioambientales”; Diamond es optimista, piensa que nos salvará el vivir en un mundo más consciente, más interrelacionado: “las sociedades del pasado carecían de arqueólogos y no disponían de televisión”  (4).

La Agenda 2030 es un plan de acción en favor de las personas, el planeta y la prosperidad, los espacios turísticos deben comprometerse a tomar medidas audaces y transformativas para reconducir el mundo por el camino de la sostenibilidad y la resiliencia. Aunque es un error priorizar unos ODS sobre otros, hay tres que deben ser objeto de una atención especial en cualquier política turística:

  • ODS 8, promover el crecimiento económico sostenible, sostenido e inclusivo con empleos dignos para todos.
  • ODS 12, garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles. El turismo ha de adoptar prácticas de consumo eficiente de los recursos naturales, a la par que reconvertir productos maduros y generar nuevos que reviertan en la conservación ambiental y la mejora del nivel de vida de las sociedades locales tanto desde el punto de vista económico como social.
  • ODS 14, conservar y utilizar de forma sostenible los océanos, los mares y los recursos marinos. En muchos países, el principal segmento productivo es el turismo costero y marítimo, que depende de la conservación y gestión de los ecosistemas marinos. Así, debe contribuir a la gestión integrada de las zonas costeras de forma proactiva, apostando por la economía azul.
(1) La sociedad del futuro, Oskar Lafonteine. Editorial Sistema.
(2) Antropoceno. La política en la era humana, Manuel Arias Maldonado. Taurus, pág. 42
(3) http://www.lavanguardia.com/cultura/20141022/54417387889/
vision-culta-corazon-educado.html
(4) Colapso. Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen, Jared Diamond. Debate, pág. 31 y 679

 

Enrique Martínez Enrique Martínez Marín WEB

Presidente de Segittur

 

 

Artículo incluido en el especial El sector turístico y los ODS del número de junio de la revista Agenda de la Empresa