Si bien la actividad en general no se detiene en ningún momento, sí es cierto que para los calendarios institucionales y sociales, el año “comienza” en septiembre. Y en este mes de apertura de nuevo curso, tras el paréntesis estival, nos encontramos con un escenario complejo, cuyas claves políticas y administrativas influirán previsiblemente en el devenir de la economía y las empresas.

Quisiera detenerme aquí en cinco de ellas que, en mi opinión, pueden ser las más relevantes:

En primer lugar, tras la aprobación de los Presupuestos de la Junta de Andalucía para 2019, se comenzó también recientemente el trabajo para las nuevas cuentas de 2020. Una tarea titánica que hay que destacar porque representa el esfuerzo de la Administración Andaluza para dotar la acción de Gobierno de estabilidad institucional y seguridad jurídica a través de unos Presupuestos actualizados.

Más allá de esta estabilidad y seguridad, que siempre reivindicaremos como imprescindibles para la actividad económica y empresarial, está la responsabilidad política e institucional que supone actuar en beneficio de todos, así como hacerlo en el momento adecuado. En este caso, aprobar los Presupuestos en tiempo y forma debe ser lo normal, y lo excepcional, prorrogarlos.

Una segunda clave es, sin duda, la situación institucional a nivel nacional. Tengamos nuevo Gobierno a lo largo de este mes o vayamos definitivamente a unas nuevas Elecciones Generales el próximo noviembre, no contaremos con Presupuestos del Estado para este año y seguiremos con los de 2018. Una extensión de esa excepcionalidad que comentábamos antes que perjudicará seriamente también a Andalucía, por la necesidad cada día más acuciante de contar con un nuevo marco de financiación autonómica, y por limitar la capacidad de puesta en marcha de sus políticas de mejora de la competitividad.

Además, esta situación retrasa las reformas pendientes y las medidas de política económica contempladas en la “Agenda del Cambio”, que el Ministerio de Economía lanzó en febrero pasado para avanzar en la promoción e integración de nuevos modelos económicos con vistas a la Agenda 2030. Un conjunto de acciones de impacto para la economía española a medio y largo plazo.

A ello hay que añadir la debilidad institucional que supone para nuestro país un momento como este, en el que no solo se encuentra en inestabilidad el Gobierno de la Nación, sino también otros Gobiernos de Comunidades Autónomas, cuya conformación definitiva ha dependido  de los acuerdos políticos alcanzados en última instancia.

Tercera clave, el Brexit. Se trata de una de las razones por las que la debilidad institucional es especialmente negativa en un momento como el actual. La determinación del Reino Unido de abandonar la Unión Europea el 31 de octubre, “cueste lo que cueste”, tendrá consecuencias en las economías y empresas españolas (y, por ello, también andaluzas), a pesar de los esfuerzos por amortiguar el impacto. Una potencial ruptura abrupta provocaría, además, efectos de segundas y terceras rondas en las economías europeas, donde las más importantes como Alemania o Francia están ralentizadas, cuando no, como en el caso alemán, en visible desaceleración. Desde otro punto de vista, también supone debilidad cuando el proteccionismo comercial sigue creciendo más allá de los mares.

Una cuarta clave posible, son las “guerras comerciales”. Cuando se cerró el último acuerdo en julio de 2018 entre la Unión Europea y Estados Unidos, pareció que se podía ir encauzando un conflicto de difícil resolución por la actitud de la Administración norteamericana. Hoy, la situación ha cambiado casi sustancialmente pues, si antes los aranceles estadounidenses se dirigían a bienes industriales, ahora se quieren incluir los productos agroalimentarios, lo que resulta inaceptable para la Unión. Si la aceituna andaluza ya ha sido perjudicada, el gravamen para otros productos ha aumentado la lista hacia quesos, pastas, whiskies, cerezas o determinados tipos de carne. Una situación altamente perjudicial para todos y con la vista en las elecciones presidenciales del próximo año.

Por último, una clave fundamental será la adaptación de la economía española al ciclo actual. Las previsiones de los organismos internacionales dicen que nuestra economía, en la inercia de la evolución positiva iniciada en 2014, seguirá creciendo por encima de la media europea. Lo cierto es que la moderación de ese crecimiento es innegable, a pesar de que las empresas siguen haciendo un esfuerzo en el mantenimiento y la creación de empleo. El PIB del segundo trimestre avanzó un 0,5%, un nivel objetivamente satisfactorio sobre el resto de los países de la UE, pero matizado por la incertidumbre internacional y la nacional. No en vano, el consumo y la inversión notaron la referida inestabilidad.

En definitiva, el nuevo curso comienza, pues, con grandes retos por delante, en un contexto donde la empresa debe seguir desempeñando un papel protagonista como motor del desarrollo social, con el objetivo estratégico de situarla como eje esencial e imprescindible de nuestra actividad económica.

 

Javier González de Lara Javier González de Lara2

Presidente de CEA

 

Artículo incluido en el número de septiembre de la revista Agenda de la Empresa